¿Sabías que cerrar la brecha de participación laboral aumentaría el PIB en un promedio de casi el 23% en los países de la región? La pandemia exacerbó la desigualdad entre el empleo femenino y el masculino. Para beneficiar la economía, la inclusión y la recuperación de América Latina y el Caribe, es fundamental impulsar medidas que acorten las brechas laborales. En este artículo te contamos dónde colocar el foco.
Dos años perdidos. La pandemia del COVID-19 ha provocado una de las mayores crisis económicas que se recuerdan en América Latina y el Caribe. Para una región que ya venía con poco, o casi ningún avance en cuanto a la creación de empleos de calidad entre 2015 y 2020, la recuperación económica que estamos viendo ahora, y que coloca a la región en niveles previos a la pandemia, termina por representar un retroceso social. Lo más preocupante es que los avances alcanzados en años anteriores respecto de brechas laborales y desigualdades estructurales sufrieron daños.
Como refleja el informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), De la crisis a la oportunidad: el COVID-19 en el mercado laboral de América Latina y el Caribe, en promedio, la tasa de pérdida de empleo femenino en la región ha sido del 6%, mientras que la de los hombres es del 3%, la mitad. En algunos países, la diferencia por género es aún mayor, como en Argentina, Costa Rica, Colombia o República Dominicana, donde la brecha supera los cinco puntos porcentuales. Esto significa que cerca de 15 millones de mujeres de América Latina y el Caribe, que ya ocupaban la fuerza laboral en menor proporción que los hombres antes de la pandemia, salieron del mercado laboral en el punto más álgido de la crisis.
La recuperación económica tampoco ha beneficiado mucho a las mujeres
A dos años de iniciada la pandemia, cabe preguntarse si los avances en igualdad de las últimas dos décadas están en riesgo. Entre febrero de 2018 y febrero de 2020, en promedio, el empleo femenino creció 5,8% en los países de la región con datos disponibles, mientras que el empleo masculino creció 1,7% (para profundizar en datos sobre desigualdad en los mercados laborales de América Latina y el Caribe haz clic acá). Sin embargo, entre febrero 2020 y junio 2021, el empleo femenino cayó en 3,8% en promedio, y el masculino creció en 0,1%.
En el marco de la recuperación económica de los 15 países de la región estudiados por nuestro Observatorio Laboral, la recuperación del empleo ha sido más rápida para los hombres que para las mujeres. Para noviembre 2021, el empleo femenino todavía estaba 1% por debajo de sus niveles prepandemia, mientras que el de los hombres no solo se había recuperado, sino que había crecido en 1%. Las brechas laborales se mantienen.
Más allá de los datos, uno de los efectos de la pandemia que motivan la pregunta sobre los retrocesos en los avances alcanzados, es que estas diferencias están impactando en la capacidad de los países para recuperar sus niveles de empleo.
Basta con mirar un indicador clave de nuestro Observatorio Laboral para darse cuenta: los países en los que el impacto en el empleo de las mujeres ha sido mayor, muestran una menor recuperación de sus mercados laborales. En ellos, el regreso a la actividad económica de las mujeres se ha retrasado, exacerbando las brechas de género en una región ya de por sí desigual.
¿Un problema “de mujeres” nada más?
Los efectos de la pandemia también fueron profundos para otros colectivos de trabajadores vulnerables, incluyendo a jóvenes, trabajadores informales y quienes tienen menores niveles educativos, colectivos también integrados por cantidades importantes de mujeres. Los trabajadores de menor educación perdieron su empleo entre tres y cuatro veces más que los de mayor educación, mientras que el empleo informal disminuyó en mayor medida que el empleo formal, a diferencia de otras recesiones anteriores en las que este tipo de empleo (el informal) ha servido como último recurso para hacer frente a la caída de la actividad económica. Estas consecuencias se agravan cuando miramos su intersección con el enfoque de género.
Una cuarta parte de las trabajadoras informales de baja educación perdieron el empleo, en comparación con solo el 3% de trabajadoras formales de alta educación. Las mujeres, en definitiva, sufrieron en mayor medida el peor ajuste posible, esto es, la salida del mercado laboral. Los ajustes, en el caso de los hombres, fueron a menudo en el número de horas de su jornada laboral o sus salarios, pero conservando su puesto de trabajo. Esta diferencia responde a la realidad laboral de los géneros, el tipo de trabajos que llevan a cabo mayoritariamente y, por supuesto, los roles tradicionales que desempeñan en la sociedad.
De acuerdo con datos de nuestro Observatorio Laboral, los sectores que más rápido se han ido recuperando en la región son los que tienen mayor participación masculina. El sector de la explotación de minas y canteras, por ejemplo, ya estaba en niveles prepandemia en el primer trimestre de 2021, mientras que sectores de hospitalidad y comida experimenta recuperaciones más lentas.
Además, las mujeres de la región experimentaron una sobrecarga de trabajo no remunerado y de cuidados del hogar, y aún está por comprobarse si los arreglos flexibles, como el teletrabajo, pueden haber incrementado la carga de trabajo no remunerado para las mujeres, reforzando así los sesgos de género.
Vamos tarde, pero podemos empezar a cerrar brechas laborales HOY
Las consecuencias a mediano y largo plazo de esta crisis son todavía inciertas, pero existe consenso en considerar que todos estos efectos acentuarán aún más la desigualdad en la región. Para hacer seguimiento de esta evolución, nuestro Observatorio Laboral, seguirá monitoreando el comportamiento de los mercados laborales durante la recuperación. Mediante esta herramienta queremos ayudar a que los países alcancen una recuperación inclusiva.
Es fundamental dedicar tiempo y esfuerzos en aumentar la calidad y cantidad del empleo femenino, y con ello tener beneficios tangibles y reales en el futuro. Beneficios para todos en la región, no solo para las mujeres. Cerrar la brecha de participación aumentaría el PIB de nuestros países en un promedio de casi el 23%. Desde el BID nos enfocamos en ayudar a los países a expandir el acceso al cuidado de niños; implementar programas de capacitación para dirigir a las mujeres hacia los sectores de mayor valor y mejores salarios; fomentar prácticas corporativas inclusivas en el sector privado para que las mujeres progresen en el mercado laboral; y modernizar las regulaciones para asegurar que la legislación esté al día con el mercado laboral y promueva el empleo femenino.
Y, tú, ¿cómo crees que se pueden cerrar las brechas laborales en América Latina y el Caribe? Te invitamos dejarnos un comentario abajo y contarnos tu opinión.
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