La desigualdad de ingresos laborales ha venido disminuyendo significativamente en las últimas décadas en América Latina y el Caribe. Sin embargo, la pandemia desatada por el COVID-19 ha originado una crisis económica que ha perjudicado a millones de personas. ¿Cómo afecta el COVID-19 a los niveles de desigualdad?, la octava entrega de la serie sobre el futuro del trabajo del BID, combina un análisis de la tendencia de la desigualdad con una simulación sobre los posibles efectos en términos de pobreza y desigualdad de los ingresos a partir del COVID-19.
Desigualdad en las décadas 2000 y 2010
Analizando la tendencia de la desigualdad de ingresos laborales en las últimas dos décadas encontramos que la desigualdad venía cayendo de forma importante en la región, tanto en zonas urbanas como en zonas rurales. Esta tendencia está asociada con un crecimiento sostenido de los salarios reales por hora, el cual era más marcado en los trabajadores que menos ganan. Además, la brecha salarial entre hombres y mujeres, entre trabajadores formales e informales, y entre los trabajadores con diferentes niveles de educación se venía reduciendo. En líneas generales, la proporción de trabajadores más y mejor educados, de mujeres, y también de trabajadores formales en la fuerza laboral estaba aumentando.
Sin embargo, no todo son buenas noticias. Siguen existiendo diferencias salariales importantes entre las mismas mujeres, entre trabajadores de zonas urbanas y zonas rurales, y entre trabajadores jóvenes y adultos. Con respecto a las mujeres, en particular, en la publicación mostramos que una mujer sin hijos tiene un salario mayor que una madre, y la diferencia es mayor cuando la mujer tiene entre 15 y 39 años. Estas brechas salariales se asocian específicamente a la carga de trabajo no remunerado dentro de los hogares, pues la crianza de los niños es asumida por sus madres en la mayoría de los casos.
La pandemia del COVID-19
A causa de la pandemia muchos países cerraron sus fronteras, las fábricas cerraron sus puertas y las empresas sus oficinas, mientras los confinamientos y la ocupación hospitalaria aumentaba. Muchas personas perdieron sus trabajos y sus ingresos por el paro de la actividad económica, siendo los trabajadores informales, los trabajadores independientes, las mujeres y los jóvenes con menor nivel de educación los más afectados. Tomando en cuenta la caída en el número de ocupados, el salario de los trabajadores y el número de horas trabajadas entre 2019 y 2020, estimamos que en promedio el 27% de los trabajadores en la región son vulnerables y están expuestos a una fuerte reducción de sus ingresos debido a choques externos como la crisis del COVID-19.
En promedio el 27% de los trabajadores en la región son vulnerables y están expuestos a una fuerte reducción de sus ingresos debido a choques externos como la crisis del COVID-19.
Este duro golpe a las empresas y a los trabajadores pone en riesgo los logros que se han alcanzado en las últimas décadas en la reducción de la pobreza y la desigualdad. Por ejemplo, proyectamos que, en promedio, un 6,3% adicional de la población no tendría ingresos laborales suficientes para cubrir sus gastos básicos tras el choque de la pandemia, haciendo que la tasa de pobreza aumente del 30,6% al 36,9% (con un 80% de las personas que entrarían a la pobreza viviendo en áreas urbanas). Por otro lado, intuimos que la desigualdad de ingresos se incrementará por cuenta de la pandemia, haciendo que el coeficiente de Gini aumente en promedio en 0,025 puntos porcentuales pasando de 0,473 a 0,498 (aunque será importante revisar estas proyecciones cuando estén disponibles los datos reales de 2020).
Un 80% de las personas que entrarían a la pobreza a raíz de la pandemia viven en áreas urbanas.
No obstante, estas afectaciones no son iguales para todos los países. El impacto que la pandemia tenga dentro de cada país dependerá de las heterogeneidades de la fuerza laboral local (en algunos países, por ejemplo, existe una mayor concentración de trabajadores en sectores económicos afectados). El impacto también dependerá de cuáles sean las condiciones laborales, como los tipos de contrato de trabajo y las características de las empresas. En el estudio también evidenciamos que hay un efecto indirecto sobre los sectores menos afectados: si un sector tuvo que cerrar, toda su cadena de producción se vio afectada, incluyendo muchas veces a sectores esenciales que seguían abiertos (por ejemplo, el sector agrícola, que se considera un sector esencial y que no salió directamente perjudicado por la pandemia, se vio afectado indirectamente por el cierre del sector manufacturero).
Entonces, ¿qué viene para la región en el futuro del trabajo?
Ante esta situación, los países deben implementar planes que promuevan una recuperación económica más resiliente, con particular atención en la creación de empleo y en la inclusión de grupos vulnerables, particularmente de las mujeres. Estamos ante una oportunidad para enfrentar problemas estructurales de la región en términos de condiciones laborales, como empleo formal, ampliación de cobertura de seguridad social y protección del ingreso de los hogares mediante transferencias monetarias. El reto: recuperar la senda de crecimiento de los ingresos laborales de los trabajadores de la región y la reducción de la desigualdad. El obstáculo: la limitación de los recursos fiscales y los efectos secundarios de la pandemia del COVID-19.
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