Más de cuatro millones y medio de personas han fallecido alrededor del mundo debido al coronavirus. Además de las trágicas pérdidas humanas, las consecuencias indirectas de esta pandemia están asociadas al aumento de la pobreza, el empeoramiento de las economías y el mercado laboral, además del impacto negativo en la salud mental. Mucho menos reconocido es el hecho de que muchos de los adultos que fallecieron eran padres, tíos o abuelitos de niños y adolescentes que dependían de su cuidado. ¿Qué sabemos del impacto que la ausencia de estos cuidadores tiene en las familias y los lugares de trabajo?
Un reciente estudio publicado en la revista Pediatrics señala que debe considerarse a la orfandad como una tragedia secundaria oculta y continua, resultado de la pandemia. Los resultados ponen de relieve que la identificación y el cuidado de estos niños y adolescentes a lo largo de su desarrollo es una parte necesaria y urgente de la respuesta a la pandemia, tanto mientras ésta continúe como en la pospandemia.
Los autores del estudio en Pediatrics estiman que más de 120.000 niños en Estados Unidos perdieron a un cuidador principal (padre, madre, abuelo o abuela responsable de proporcionar vivienda, necesidades básicas y cuidados) debido a una muerte asociada al COVID-19. Además, más de 22.000 niños sufrieron la muerte de un cuidador secundario (abuelos que proporcionan vivienda, pero no la mayoría de las necesidades básicas). En total, se estima que más de 142.000 niños han sufrido la muerte de, al menos, uno de sus padres, de un cuidador custodio o de otros abuelos coresidentes.
Estos números llevados al contexto latinoamericano son igualmente llamativos. En al cuadro a continuación se ve la equivalencia de casos entre América Latina y el Caribe y los números a nivel global:
Estimado de huérfanos (por cada 1.000 niños)
América Latina y el Caribe | Global |
---|---|
Argentina: 1,0 | Inglaterra y Gales: 0,6 |
Brasil: 2,1 | India: 0,3 |
Colombia: 2,0 | Estados Unidos: 1,4 |
México: 3,3 | Irán: 1,7 |
Perú: 9,6 | Sudáfrica: 4,4 |
A esta comparación se suma el hecho de que la pérdida del cuidador paterno es entre 2 y 5 veces mayor que la del cuidador materno a nivel global. Es decir, las mujeres verán expandido su rol de cuidadoras principales luego del fallecimiento del cuidador paterno por el COVID-19. Esto complicará sus dificultades para su equilibrio vida-trabajo.
Este impacto en las familias y en el mercado laboral femenino tendrá inevitables consecuencias a largo plazo con respecto al bienestar psicosocial y a la seguridad económica. No solo los niños y adolescentes sufrirán el impacto de perder a un familiar inmediato, sino las mujeres deberán encontrar alternativas de cuidado para poder ingresar o mantenerse en el mercado laboral de forma competitiva y segura.
¿Por qué elegir entre trabajar y cuidar?
Históricamente, las mujeres han tenido que elegir entre el cuidado de los hijos e hijas y el mundo laboral. Uno de los factores que podría ayudar muchísimo a resolver este dilema es contar con centros de cuidado públicos y de calidad, apoyo económico y psicosocial de parte de los gobiernos y alternativas variadas de formación a cuidadores y cuidadoras. Los países de ingresos altos aportan alrededor de 14.000 dólares al año para el cuidado de un niño pequeño, frente a los 500 dólares que aporta Estados Unidos. Es más, en Estados Unidos, padres y madres deben pagar un promedio de 1.100 dólares mensuales para mandar a sus niños de dos años a un jardín infantil formal. Si los adultos se quedan en casa o encuentran otro tipo de cuidado, tampoco cuentan con apoyo del Gobierno.
Por otro lado, en América Latina y el Caribe, un estudio del BID muestra que el costo del cuidado infantil en 26 países es en promedio de USD 1.200 anuales por niño.
Perder a un familiar inmediato por el coronavirus de por sí es un trauma para todos los miembros de la familia. Es necesario encontrar alternativas de cuidado y apoyo para que los niños se sientan atendidos y las madres puedan estar en el mercado laboral. Esto hará que tantos los niños como los adultos se sientan libres, productivos y seguros.
Linda David dice
En países en vias de desarrollo esta problematica viene desde antes del Covid-19 sin embargo este fenómeno vino a agudizar la situación. La creacion de oportunidades y facilidades para que las madres o familias que ahora tienen la responsabilidad de cuidar a mas de un menor debe ser la prioridad. Sin embargo la falta de acceso a credito para emorender negocios propios limita de cierta forma que las familias logren salir adelante, estamos siempre dependiendo de un record de crédito que se fue por la borda desde la pandemia.
Lisbeth Mavarez dice
Hola, quisiera leer más bien sobre la invitación al público en general y emprendedores a crear alguna de las oportunidades de mejora que se mencionan en torno a ésta problemática, ya que el gobierno en cualquiera de las mencionadas actuaría más bien como un ente contralor. Un ente contralor es mucho más viable económicamente hablando para una administración pública que el estar creando nuevos puestos de trabajo.
– Centros de cuidado públicos y de calidad privados. Cuántas oportunidades de empleos directos e indirectos se crearían si el sector privado y las nuevas tecnologías se avocaran a trabajar de la mano en éste sector.
– Apoyo económico y psicosocial de parte de los gobiernos. El apoyo económico viene de las FinTechs o de las InsureTechs, qué nuevos modelos se podrían proponer desde estos sectores para impulsar que los trabajadores obtuvieran acceso a “algo” que les permita financiarse por el “bien común”.
– Alternativas variadas de formación a cuidadores y cuidadoras. Promover en las instituciones técnicas profesiones de cuidado de personas adultas, de adolescentes y niños. Cuántas ONG podrían generar fuentes de ingreso si pudieran diversificarse hacia estos tipos de formación.
En fin, dar espacios a las personas para escuchar sus ideas y así encontrar soluciones que las hagan independientes de los gobiernos.