Cuando representantes de América Latina y el Caribe se reúnen para dialogar sobre el presente y futuro de áreas tan relevantes como la salud, la protección social y el desarrollo infantil surgen un sinfín de ideas, intercambios y sinergias. Se abren caminos que, más allá de demostrar las necesidades y falencias compartidas, conducen a aprendizajes e innovaciones que pueden ser adaptadas a cada contexto.
A finales de octubre de 2021, más de 80 autoridades y representantes de toda la región se reunieron virtualmente con especialistas internacionales y del Banco Interamericano de Desarrollo durante tres días. En ese Diálogo Regional de Política exploramos qué innovaciones se han desarrollado a raíz de la pandemia del COVID-19, cuáles perdurarán y cómo pueden fortalecer la prestación de servicios sociales y de salud para hacerlos más costo-eficientes, equitativos y resilientes a futuro.
En los Blogs Primeros Pasos y Gente Saludable publicaremos una serie de artículos que reúnen las temáticas más importantes abordadas en este diálogo y recogen los principales aprendizajes derivados. En esta primera entrega, quisiéramos resaltar tres elementos relevantes para la mitigación de los impactos negativos de la pandemia en los niños y sus cuidadores, pero también para fortalecer la agenda a largo plazo en primera infancia en la región:
1. Aprovechar la oportunidad que nos da la primera infancia atendiendo tanto al niño como a sus cuidadores
A menos que prestemos mucha atención a la primera etapa de la vida, los primeros mil días y a los mil que le siguen, perderemos la oportunidad de prevenir problemas de salud, aprendizaje y desarrollo en la vida adulta. Esto tiene que ver tanto con el niño como con su familia y comunidad, encargados de proveer cuidado y atención.
Esta fue una de las prioridades destacadas en las discusiones. El énfasis no sólo estuvo en la atención a los niños pequeños, sino también en cómo proporcionar apoyo a las familias en la promoción de un entorno estimulante para el niño—rico en interacciones cálidas, juego y lenguaje, emocionalmente estable y libre de violencia. Por ello, las intervenciones que promuevan la salud mental y el bienestar físico y emocional en la familia y de otros cuidadores fuera del entorno familiar son una prioridad identificada para garantizar el bienestar del niño.
2. Retener el talento que formamos para cuidar de los más pequeños
Debemos encontrar maneras de que el recurso humano —facilitadores, educadores, docentes; en su mayoría mujeres y con condiciones laborales relativamente precarias— se sienta reconocido y valorado para asegurar que el mejor talento permanezca en la comunidad. Reducir la rotación es crítico porque se debe aprovechar toda inversión en formación y porque estas personas son quienes mejor conocen a los niños y a sus familias.
El diseño de la política debe asegurar que cuentan con todas las herramientas para hacer su trabajo: materiales, recursos y una formación y acompañamiento adecuados, que les permita desarrollarse profesionalmente. El secreto está en empoderarles y fortalecer sus capacidades y talentos, dotándoles de todas aquellas habilidades de contenido, socioemocionales y digitales ya sea por canales virtuales, híbridos o a través de interacciones cara a cara seguras. También es prioritario fortalecer las instituciones que cuidan de ellos. En los últimos 18 meses se ha visto la enorme carga que soportan los trabajadores de primera línea, ya sean agentes comunitarios, cuidadoras o maestros, por lo que cuidar de su salud mental y garantizar su seguridad en el desempeño de su rol también es parte de la respuesta para la recuperación de la región.
3. Garantizar la cobertura con servicios de calidad a hogares vulnerables en regiones remotas, rurales y desconectadas
Debemos tomar las lecciones aprendidas de las múltiples herramientas que han sido probadas y usadas durante la pandemia para maximizar el potencial de las modalidades híbridas y otras innovaciones.
Lo más importante en este punto es identificar qué tecnologías y canales de llegada son pertinentes en cada contexto. En algunos, los teléfonos celulares y el WhatsApp pueden ser útiles, pero en otros contextos, puede que tengamos que buscar alternativas como computadoras de escritorio en centros comunitarios, carteleras en puntos estratégicos de la comunidad, o canales de televisión y radios locales.
Aunque la tecnología es importante y puede ayudarnos a cerrar brechas de cobertura, no debemos olvidar que las interacciones cara a cara son irremplazables. Ciertamente debemos encontrar la forma que este contacto presencial —en centros de cuidado, visitas domiciliarias, o encuentros grupales— se haga de forma segura y determinar la posibilidad de complementarlos con todas las innovaciones en modalidades de atención remota que nos deja la pandemia.
En todos estos procesos el denominador común son la flexibilidad, la creatividad y la capacidad de adaptación de los servicios de atención a la primera infancia. Debemos poner a disposición de los gestores de programas y líderes políticos evidencia sobre ideas innovadoras para decidir sobre los apoyos de acompañamiento, formación, salud mental y bienestar de los cuidadores. Con esto en mente, mantendremos los esfuerzos de seguimiento, monitoreo y evaluación para seguir aprendiendo y propiciando intercambios como éste que nos ayuden a construir la nueva hoja de ruta de lo que debería ser la prestación de servicios a escala con calidad.
¿Cuáles son las lecciones que has aprendido trabajando con niños pequeños? Cuéntanos en la sección de comentarios abajo y vuelve a este blog para leer la continuación de la serie de artículos sobre Lecciones de un diálogo regional para la primera infancia.
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