El 81% de los mexicanos indica que ha percibido cambios significativos en su vida diaria y familiar a causa del impacto del coronavirus. Esta percepción ha incrementado en 10 puntos porcentuales a medida que ha evolucionado la pandemia. En otras palabras, miedo, angustia, ansiedad, enojo, estrés, cansancio, inseguridad, preocupación, incertidumbre, depresión y violencia se están apoderando dramáticamente de las familias, situación que pone en riesgo a todos sus miembros.
En este contexto y en primer lugar, la salud mental y física de niñas y niños se ve afectada por los riesgos que implica limitar su desarrollo y no alcanzar su máximo potencial. A esto se suma las consecuencias que las madres, los padres y los cuidadores sufren en su rol de primer orden para promover su desarrollo, salud y bienestar. Este rol se ha vuelto aún más central durante el confinamiento, al tener que garantizar las necesidades materiales ante los desafíos potenciales o reales, de pérdida de empleo o de ingresos, mientras tratan de proteger a sus hijos del estrés y de los riesgos de salud.
Esta situación esta reflejada en estudios que indican que los mexicanos experimentan diversos sentimientos negativos como consecuencia del confinamiento. Entre ellos se incluye un 74% que experimenta preocupación, un 49% que vive con ansiedad, un 33% que siente irritabilidad o enojo y un 24% que presenta depresión. Peor aún, 8 de cada 10 encuestados consideran que las cosas no volverán a ser iguales después del confinamiento. Respecto a las percepciones específicamente de las amas de casa, el 36% manifestó que ha sido más difícil cuidar y atender a la familia y el 72% que se han incrementado los quehaceres del hogar.
Por otra parte, de acuerdo con la información sobre violencia contra las mujeres, elaborada por el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública en el periodo enero-abril del presente año, se observan casi 52 casos de presuntos delitos de violencia familiar en promedio al día, sumados a las más de sesenta mil llamadas de emergencia al 911 relacionadas con incidentes de violencia familiar en el último mes.
Por todo ello, es imprescindible garantizar la salud mental de padres y cuidadores ya que, si ellos están en riego, difícilmente podrán crear entornos propicios y ambientes seguros para los niños. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud mental es un componente integral y esencial de la salud, de tal manera que es un estado de bienestar en el que la persona utiliza sus capacidades y es capaz de hacer frente al estrés normal de la vida, de trabajar de forma productiva y de contribuir a su comunidad.
En este sentido, la salud mental es el fundamento del bienestar individual y del funcionamiento eficaz de la comunidad, por lo que en el actual contexto de la pandemia, el papel del gobierno es fundamental para garantizarla. Una de las acciones necesarias es disponer y proporcionar información veraz, transparente, adecuada y oportuna a la población, para que actúe de manera más apropiada. De la misma forma, los Estados deben brindar atención que incluya salud mental, apoyo emocional e intervención en crisis a través servicios especializados de soporte telefónico, en línea o medios digitales.
La primera infancia se enfrenta a una amenaza sin precedentes, pero tenemos la capacidad de salir de esta situación a través de esfuerzos centrados en los niños y las niñas, así como en sus padres, madres y cuidadores. Debemos adaptarnos, innovar y aprender continuamente en busca de soluciones a los complejos desafíos generados por el COVID-19 y hacer del mundo un lugar mejor y más seguro.
¿Conoces estrategias que mejoren la salud mental de los padres, las madres y los cuidadores en contextos de cuarentena? Compártelas en la sección de comentarios abajo o menciona a @BIDgente en Twitter.
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