Teresa es una enfermera que atiende niños en programas de crecimiento y desarrollo. Hoy está muy preocupada por el niño que atendió en la mañana con bajo peso y evidentes signos de maltrato. La profesional comunicó el caso a la institución correspondiente, la cual se encargará de brindar el apoyo necesario. Esto hará que por algún tiempo no vuelva a saber de él. El problema, sin embargo, es que tarde o temprano otro niño u otra niña, aparecerá presentando los mismos síntomas. Y el ciclo se repetirá.
Como en el caso de Teresa, éstas son las preocupaciones cotidianas de miles de trabajadores que llevan adelante los programas sociales del Estado. Los funcionarios son parte de la primera línea de combate contra la pobreza, la marginación o el maltrato. Pero, mientras ellos cuidan de otros, ¿quién cuida de ellos?
Además del estrés generado por los problemas en sus propias familias, deben estar disponibles para atender a terceros, a desconocidos, a personas en situación de vulnerabilidad o marginalidad. Si bien es cierto que esta actividad requiere de niveles de empatía social, es necesario, al mismo tiempo, saber manejar la empatía para no verse sobrecargados al acompañar estas situaciones cotidianamente.
En ese sentido, es necesario que el cuidador identifique y atienda sus necesidades, por lo tanto, existen técnicas y prácticas bastamente reconocidas como las cuatro a continuación:
- Programar descansos para recurrir a citas de soporte psicológico y realizar actividades alternativas como el yoga, la meditación o la respiración consciente
- Llevar una vida saludable que tenga en cuenta la alimentación balanceada, el ejercicio diario, tiempos adecuados de sueño y manejo del tiempo en donde se pueda cumplir con las tareas diarias para los demás y para sí mismos.
- Desarrollar relaciones significativas que incluyan interacciones como conversar, abrazar, reír o expresar sentimientos.
- Explorar capacidades artísticas propias como escribir, cantar, pintar, tejer, bordar, etc. ya que mejoran la concentración, la imaginación, la inteligencia emocional y ayudan a relajarse y ser consciente de la capacidad de ser autónomos y libres.
La mayoría de los esfuerzos están orientados hacia qué hacer con el cuidador para su cuidado, sin embargo, dejan de lado un aspecto fundamental de toda actividad humana y que podría redundar en mejoras emocionales y psicológicas del cuidador: la realización personal que, aunque converge en el individuo, requiere del grupo social para su culminación, de la interacción con otras personas, de la capacidad de interacción afectiva con semejantes, expresada en la participación en grupos, y de la vivencia de experiencias sociales.
Por lo tanto, además de los esfuerzos por mejorar las condiciones laborales, podrían abrirse espacios de realización personal determinados no solo por los logros que el sistema va obteniendo, sino también reflejando cómo la acción del cuidador contribuyó a superar o alivianar las dificultades. Por ejemplo, el intercambio de experiencias entre diferentes sectores interconectados, informes periódicos sobre logros institucionales obtenidos, testimonios e historias que relaten lo realizado y lo alcanzado.
Se hacen entonces necesarios mecanismos integrales de cuidado no asistencialista, que, respetando los derechos laborales, se centren en favorecer relaciones significativas, lo que necesariamente redundará en transformaciones personales y sociales. Cuidar al cuidador resulta necesario, no solo para beneficiar la productividad individual, sino para beneficiar la realización social.
¿Cómo se cuida a los cuidadores en tu comunidad y en tu institución? Comparte las iniciativas que conoces en la sección de comentarios abajo.
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