Los fenómenos migratorios son estudiados desde distintas áreas, pero es necesario profundizar la conversación para la primera infancia. ¿Qué empezó a pasar en América Latina hace algunos años entre los flujos migratorios y los niños pequeños? ¿Qué políticas deben generarse para proteger el desarrollo de los niños migrantes? Estas preguntas fueron abordadas en el segundo taller de la Comunidad de Práctica en Desarrollo Infantil Temprano (DIT), una red liderada por el Fondo de Innovación en Desarrollo Infantil Temprano.
¿Cuál es el panorama de la primera infancia y la migración en la región?
Durante el taller, Felipe Muñoz, Jefe de la Unidad de Migración del BID, ofreció un diagnóstico exponiendo información detallada que ayuda a comprender la situación de los niños migrantes de 0 a 5 años y sus familias en América Latina y el Caribe (ALC).
- Hace 6 años comenzó un aumento del flujo migratorio intrarregional, para el cual los países no estaban preparados. No solo se refiere a los movimientos de Venezuela (que de los 6,8 millones que han salido el 80% se encuentra localizado en países de ALC), sino también de Nicaragua, Honduras, Guatemala, Jamaica, México, Haití, entre otros.
- En muchos de esos flujos emigraron primero los padres tratando de buscar estabilidad, y actualmente se está observando un proceso de feminización y de reunificación familiar: en ese momento entran los niños como parte del proceso migratorio. “Según la División de Población de la ONU, en 2020 el número de niños migrantes de 0-4 años en ALC es casi el 2% del total de los niños residentes de estas edades en toda la región. Y, de toda la población migrante, los niños de 0-4 años es el 6.2%”, afirmó Muñoz.
- La oferta de servicios de DIT para niños migrantes es limitada: “Hemos encontrado diferencias en promedio de casi 15 puntos porcentuales entre la inscripción o el acceso a ciertas circunstancias de cuidado preescolar entre migrantes y no-migrantes. Esto genera, además, una serie de dificultades para el desarrollo socioemocional de los niños, y aumenta los casos de xenofobia y discriminación. Además, se observan procesos de barreras de idioma que son comunes, por ejemplo, para los centroamericanos en Belice, algunas poblaciones indígenas o los niños haitianos en Chile”, explicó Muñoz.
- Los padres y madres migrantes ayudan a los niños que se quedan en sus países a través de remesas, pero sus vínculos afectivos son afectados. Hay resultados que muestran efectos positivos en los niños cuyos hogares reciben remesas. Por ejemplo, en Ecuador se observan mejoras en el estado nutricional en el corto plazo (peso por edad). En Honduras, Guatemala y México hay una menor probabilidad (casi del 4%) de morir en el primer año de vida comparado con niños que no reciben remesas. No obstante, la historia de las remesas tiene otra cara de la moneda que no es positiva: los niños de estos hogares sufren la separación de los padres y cuidadores, ocurre una interrupción en los vínculos afectivos y esto impacta el desarrollo de los niños. Se observa el fenómeno de la generación saltada —niños empiezan a vivir con cuidadores o con sus abuelos—, en la cual, a pesar de todo el esfuerzo y amor ofrecido, se ven deficiencias en los procesos de desarrollo. El Fondo de Innovación de DIT tiene un interesante proyecto en El Salvador sobre este tema.
Ante estos desafíos, los panelistas concuerdan en que las siguientes claves pueden mejorar las vidas y el desarrollo de niñas y niños migrantes de entre 0 y 5 años.
- Revisar marcos regulatorios, políticas y mecanismos que garanticen los derechos y bienestar de la primera infancia desde los países de origen, tránsito y destino. A partir de estas revisiones, generar acuerdos bilaterales y regionales.
- Mejorar las fuentes de información de migración y niñez que permitan identificar a la primera infancia, entender las necesidades, la situación, tomar decisiones y medir los resultados.
- Articular la oferta de servicios y atención a la primera infancia migrante y en movilidad, entre las entidades de los Estados, con organizaciones de la sociedad civil, la academia y los organismos de cooperación.
- Fomentar estrategias de salud mental y socioemocional tanto para los niños y niñas de la primera infancia como para sus cuidadores.
- Fortalecer los espacios protectores para niños y niñas refugiados y migrantes, que les permitan fomentar las interacciones de calidad con sus cuidadores, oportunidades de aprendizaje, acceso a materiales educativos y/o les brinden un lugar seguro donde permanecer mientras sus padres o cuidadores están trabajando, en la calle, o tratando de regularizar su situación migratoria.
- Incrementar el acceso de los materiales educativos de calidad a las familias en situación de movilidad y sensibilizar sobre la importancia de los primeros años de vida y las interacciones de calidad. En las situaciones en las que sea posible, aprovechar el uso de la tecnología para ello.
El encuentro de donde se extrajeron estas reflexiones se denominó “El cuidado de la Primera Infancia Migrante: desafíos, oportunidades y aprendizajes” y se realizó en el marco de las actividades celebratorias del 5to aniversario del Fondo de Innovación para el DIT. Contó con presentaciones de Felipe Muñoz, Jefe de la Unidad de Migración del BID; Eva Fernández, Gerente de Inversión Social de Primera Infancia de la Fundación FEMSA; Belén Michel Torino, del Fondo de Innovación de DIT; Brenda Campos, Directora Senior de Impacto Social para Sesame Workshop en América Latina; Paula Fernanda Rivero Díaz, Oficial Nacional de Prevención, Desmovilización y Reintegración en la Organización Internacional para las Migraciones (OIM); y Nancy Ramírez, Directora en Incidencia Política en Save the Children México.
¿Quieres saber más? El Fondo de Innovación de DIT tiene interesantes proyectos para niños y niñas migrantes en Colombia, El Salvador y Guatemala. Conoce más en el Tablero de resultados y sigue la conversación a través de la etiqueta #HubDesarrolloInfantil
El Fondo de Innovación para el Desarrollo Infantil Temprano (DIT) es una alianza para financiar, diseñar, implementar y evaluar soluciones innovadoras y escalables para mejorar la vida de los niños en América Latina y el Caribe. El Fondo está coordinado y administrado por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), en alianza con la Fundación FEMSA, la Fundación María Cecilia Souto Vidigal, Open Society Foundations y Porticus, con el apoyo de la Fundación Bernard Van Leer.
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