Una de las consecuencias más inmediatas del coronavirus ha sido la inmensa desaceleración en la actividad empresarial presencial. Como resultado, algunos trabajadores están experimentando el teletrabajo por primera vez. Sin embargo, muchos quedarán desempleados a raíz de esta crisis. Ante este panorama, el aprendizaje virtual surge como una alternativa para que las personas puedan aprovechar este tiempo para actualizar sus habilidades y prepararse para volver al mercado laboral cuando se reactive la economía. Sin embargo, ¿están preparados los países de América Latina y el Caribe para promover la formación en línea?
Los desafíos son mucho más agudos para los grupos vulnerables
Aunque la cobertura ha aumentado en los últimos años, aún existe un gran desafío en la región en términos de asequibilidad, calidad, y velocidad de la conectividad y de acceso a la infraestructura necesaria para aprender en espacios remotos y/o no tradicionales. Esta brecha afecta especialmente a los grupos vulnerables, limitando su posibilidad de aprender de manera virtual. En Ecuador, El Salvador y la mayoría de los países del Caribe, por ejemplo, las personas con discapacidad tienen una probabilidad más del 50% más baja de usar internet que las personas sin discapacidad. En Chile y Bolivia, los pueblos indígenas tienen acceso a computadoras con menos de la mitad de frecuencia que las personas no indígenas. En Brasil, el país con el nivel de cobertura más alto de la región, los hogares de ingresos más altos tienen casi cuatro veces más probabilidades de acceder a internet que aquellos de ingresos más bajos.
En América Latina y el Caribe, la brecha digital afecta especialmente a los grupos vulnerables, limitando su posibilidad de aprender de manera virtual.
Más allá de la conectividad y la infraestructura, la realidad es que muchas personas no cuentan con las habilidades fundamentales requeridas para aprender en el entorno digital. La población adulta con niveles de habilidades digitales muy bajas o inexistentes es del 33% en Ecuador, 39% en México, y 44% en Perú (es decir, a muchas personas les falta incluso la base mínima para poder abrir y navegar una herramienta de formación en línea). Un reto importante es que, a pesar de la demanda por enseñanza en habilidades digitales, en algunos países sigue habiendo un déficit de apoyo educativo formal, especialmente en el número de docentes y capacitadores formados en el uso de las TIC.
COVID-19 también pone en evidencia los retos de la región en materia de habilidades socioemocionales. Este tipo de habilidades son críticas para la resiliencia, ya que permiten a las personas adaptarse mejor y pueden facilitar la reinserción laboral después de la pandemia. Sin embargo, la reducción de interacción presencial que estamos experimentando puede incrementar la brecha entre quienes poseen niveles básicos y quienes carecen de una base sólida. Además, el coronavirus pone de manifiesto el déficit de habilidades blandas para interactuar socialmente a través de una pantalla.
COVID-19 también pone en evidencia los retos de la región en materia de habilidades socioemocionales.
¿Por dónde empezamos?
Los importantes avances en el uso de tecnología para el aprendizaje que América Latina y el Caribe ha venido realizando en los últimos años arrojan lecciones importantes de cara a esta realidad que estamos experimentando a raíz de COVID-19, en donde la formación en línea ha sido un punto central del debate. Estas experiencias aportan ideas para el diseño de políticas públicas que beneficien a toda la población:
- La pieza más importante para prepararnos para un mundo laboral impredecible es movernos hacia una cultura de aprendizaje que no tenga principio y fin, sino que sea continua; poniendo el foco en el aprendizaje individualizado (así lo demuestran proyectos como Laboratoria, Hola Code y Bedu).
- Una mayor inclusión digital permitirá mejorar el acceso a oportunidades laborales no tradicionales que quizás sean más elásticas a situaciones de crisis como la actual, como son los trabajos de freelancer publicados a través de plataformas digitales.
- Ajustar rápidamente la oferta formativa según las exigencias de la industria facilita la vinculación de las trayectorias de aprendizaje y trabajo, como vemos en los bootcamps.
- Los programas blended, que combinan la formación en línea con la interacción humana, son los que muestran mejores resultados para poblaciones vulnerables o con necesidades específicas. La clave es que la interacción humana no tiene que ser presencial, sino que también puede ser virtual (a través de mentoría y/o creación de comunidades de aprendizaje en línea que brinden apoyo y provean una retroalimentación oportuna).
- Tener contenido de alta calidad y que esté contextualizado a la comunidad es muy importante para la adopción y el uso efectivo.
Llegó el momento de actuar
Los impactos económicos de COVID-19 se presentarán por varios canales y en distintos momentos. La pregunta antes era cómo acercarnos de manera iterativa y basada en evidencia al diseño de sistemas inclusivos de desarrollo de habilidades que permitieran a las personas embarcarse en trayectorias productivas de aprendizaje a lo largo de la vida para abrirse camino en el mercado laboral. Sin embargo, el nuevo panorama desatado por la pandemia nos adelantó el momento de enfrentarnos al escenario del costo de no hacer nada. El enfoque de inclusión y productividad de la pregunta original no ha cambiado y los desafíos no son nuevos; lo que sí es diferente es la urgencia que tenemos para encontrar respuestas. En este sentido, apelamos a que los países aprovechen el momentum para avanzar de manera estratégica y decidida hacia un ecosistema de formación más inclusivo, equitativo y flexible.
Octavio Velasco Luna dice
Excelente información.