América Latina y el Caribe están experimentando un rápido proceso de envejecimiento poblacional, superando las tasas observadas en muchos países europeos en la actualidad. Este fenómeno no solo tiene implicaciones demográficas, sino también repercute significativamente en los mercados laborales de la región que, junto a la población, van envejeciendo también. En nuestro estudio Empleo y condiciones de vida de la población mayor de 50 en América Latina exploramos algunos de los desafíos que enfrentan las personas mayores en los mercados laborales.
¿En qué consiste el empleo de los mayores en la región?
Aun cuando América Latina es una región relativamente joven, la participación de adultos mayores de 50 años en el mercado laboral es notable. Aproximadamente una de cada cuatro personas activas en el mercado laboral supera esta edad. Aunque las tasas de desempleo y de informalidad en este grupo son menores que el promedio general de cada país, todavía son lo suficientemente elevadas como para plantear interrogantes sobre la jubilación.
Una proporción significativa de la fuerza laboral no se retira después de la edad de jubilación para continuar generando ingresos, ya sea por la ausencia de sistemas de pensiones adecuados o porque, en caso de existir, las prestaciones no son suficientes para garantizar la seguridad financiera en edades avanzadas. Esto se refleja en las encuestas realizadas por el Laboratorio de Seguridad Social Digital del BID, en las que la población asume que podrá seguir trabajando de manera extendida.
Las generaciones jóvenes tienen mejores perspectivas laborales
Una buena noticia es que las nuevas generaciones parecen tener un perfil laboral con mejores perspectivas en comparación con el que tuvieron en otro momento las generaciones mayores. En nuestro informe mostramos que, al comparar el perfil laboral en la misma franja de edad entre personas jóvenes y mayores, existen ganancias en las tasas de participación laboral de las generaciones recientes, principalmente debido al aumento de la participación de las mujeres en el mercado laboral, con una diferencia del 15% entre las generaciones nacidas a mediados del siglo pasado y las generaciones que rondan los 40 años en la actualidad.
De manera similar se observa un aumento en las tasas de empleo. En cuanto a los niveles de formalidad laboral, aunque son más altos para las generaciones más jóvenes, no se identifican desequilibrios significativos entre géneros; es decir, tanto hombres como mujeres han experimentado mejoras similares en términos de empleo formal a lo largo de las generaciones.
¿En qué trabajan las personas mayores de 50?
Otro elemento clave para conocer las tendencias de largo plazo es saber en qué están trabajando las personas mayores. Para comprender cómo han evolucionado las ocupaciones en la región, en el BID hemos desarrollado una metodología para homologarlas a nivel regional. Basados en esta clasificación, identificamos cambios en la población mayor de 50 años durante las últimas dos décadas.
En términos generales, observamos una disminución en la participación en actividades agrícolas y manufactureras, reflejando una mayor presencia de adultos mayores en ocupaciones de provisión de servicios como limpieza y mantenimiento en la región. Además, los datos revelan una cierta segregación ocupacional por género, con los adultos mayores hombres predominantemente en sectores como construcción, agricultura y transporte, mientras que las mujeres mayores ocupan cargos en ámbitos administrativos, servicios educativos, preparación de alimentos y ventas.
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¿Cómo están cambiando las perspectivas de retiro?
En nuestro informe destacamos los altos niveles de desigualdad de ingresos que persisten en los mercados laborales de la región, que son similares entre generaciones. Dadas estas disparidades, realizamos un ejercicio para comprender las implicaciones en la desigualdad en relación con el diseño de los sistemas de pensiones. Incluso en contextos con altas tasas de contribución, no está claro si un sistema de pensiones que requiere contribuciones desde los 20 años hasta la jubilación puede reducir la desigualdad de ingresos entre adultos mayores, especialmente cuando los trabajadores ganan menos que la contribución mínima. En otras palabras, los esquemas de pensiones no contributivas destinados a cerrar estas brechas en los montos de las pensiones pueden ser una herramienta efectiva para disminuir la desigualdad de ingresos y la pobreza en la vejez, como recientemente ha comprobado el BID.
En resumen, el cambio demográfico que está ocurriendo en América Latina está modificando la estructura de los mercados laborales. A nivel generacional, las generaciones que alcanzarán la edad de retiro en las próximas dos décadas han mejorado sus perspectivas en comparación con las generaciones anteriores, pero siguen enfrentando desafíos significativos. La mayor participación laboral y ocupaciones con mayores retribuciones son factores clave para mejorar las perspectivas de jubilación, aunque aún queda mucho por hacer. En el BID estamos comprometidos a seguir analizando estas tendencias y a sugerir mejoras en las políticas públicas. Este informe es un diagnóstico relevante y útil para la formulación de políticas destinadas a las personas mayores.
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