Como ya hemos contado en muchas ocasiones en este blog, los beneficios de fortalecer la formación para el trabajo pueden ser enormes para nuestros países. Estas inversiones no sólo tienen el potencial de incrementar la productividad de nuestras economías sino también el de facilitar el camino hacia una sociedad más equitativa. Desde Corea y Alemania hasta la industria aeronáutica de Querétaro en México, los casos de éxito son inspiradores y diversos. Consciente de esto, el gobierno colombiano ha hecho importantes esfuerzos para fortalecer el sistema de formación para el trabajo. En Colombia, que tiene uno de los sistemas más grandes y antiguos de América Latina y el Caribe, se ha aumentado en las últimas décadas la asignación de gasto público para ampliar cobertura y se han diseñado políticas que buscan mejorar la calidad y pertinencia de la formación.
Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, el país aún enfrenta importantes retos. Y esto no sorprende. Construir un sistema maduro de formación para el trabajo es, como tantas otras iniciativas estatales, un proceso gradual y complejo, que depende en gran medida de la persistencia y consistencia en el tiempo. La dificultad parte de la definición misma de habilidades para el trabajo. Dada la multiplicidad de ocupaciones y contextos en el mundo del trabajo, las habilidades relevantes comprenden tanto las más académicas y tradicionales (v.g. lectura, matemáticas), como las específicas a una ocupación (v.g. manejo de equipos industriales) y las socioemocionales o de comportamiento (v.g. resolución de problemas, motivación, trabajo en equipo). Esto impone importantes retos técnicos, institucionales y de gestión.
En primer lugar, se requiere contar con una institucionalidad que permita coordinar al mundo del trabajo con el mundo educativo, de modo que los requerimientos de los empleadores se traduzcan en currículos formativos. En segundo lugar, se necesita una estructura que evalúe y valide las habilidades para el trabajo, reconociendo su heterogeneidad y complejidad, de modo que los individuos puedan obtener certificaciones que vayan más allá de los tradicionales títulos académicos y que cuenten con legitimidad para los empleadores. En tercer lugar, se debe ampliar la concepción de los espacios de aprendizaje mucho más allá de la escuela para certificar, por ejemplo, las habilidades que adquieren los trabajadores al interior de la empresa. Finalmente, debe haber una oferta modular y flexible, que facilite los tránsitos entre la escuela y el trabajo para fomentar una formación a lo largo de la vida.
Partiendo de estos desafíos, en esta reciente publicación se analiza el sistema de formación para el trabajo en Colombia (González-Velosa y Rosas 2016). El estudio muestra que, a pesar de los avances, hay desafíos importantes. De un lado, hay vacíos fundamentales en materia de información; el país carece de un sistema que, de manera efectiva, informe sobre las necesidades de habilidades que tiene el sector productivo para orientar el diseño curricular hacia una oferta pertinente. Diversas iniciativas operan de manera aislada, en muchos casos por iniciativa privada y local, pero sin la coherencia y recursos necesarios para tener un impacto a nivel agregado. Existe además un vacío sustancial en materia de seguimiento y evaluación por lo que, con contadas excepciones, no es claro si la formación para el trabajo en el país cumple su objetivo fundamental: asegurar la inserción laboral de sus beneficiarios. Un reto adicional tiene que ver con la desarticulación del sistema. En la medida en que Colombia no cuenta con un sistema de formación para el trabajo enmarcado en un entorno institucional único, hay una oferta compleja, en la que proliferan títulos y certificaciones que no se han diseñado de manera coherente en función de los aprendizajes y que tienen una elevada heterogeneidad en términos de calidad y pertinencia. Esto dificulta enormemente los procesos de contratación de los empleadores y las decisiones que hacen los colombianos de invertir en su formación.
Como se discute en la publicación, para sortear estos problemas el gobierno está haciendo esfuerzos valiosos que están orientados en la dirección correcta. Aquí vale la pena destacar los importantes esfuerzos que se están adelantando para consolidar un Sistema Nacional de Educación Terciaria que articule la oferta post-secundaria y desarrollar un Marco Nacional de Cualificaciones que facilite los tránsitos entre rutas educativas. Se trata de cambios sistémicos, cuyo potencial transformador es enorme, pero que no traen réditos inmediatos y que implican la coordinación de una multiplicidad de actores. Reiteramos: el camino es largo y difícil. Recorrerlo depende de la capacidad que tenga el país para comprometerse y cooperar con un objetivo de largo plazo y ser consistentes en este esfuerzo.
EUGENIA BELTRAN dice
Articulo muy pertinente y con un aporte importante para el diseño de los currículos en cada competencia básica, técnicas y socio emocionales que respondan al mundo del trabajo.
Gracias
EUGENIA BELTRAN
DIRECTORA GENERAL