Carlos es un niño boliviano de 12 años que vive con sus padres, su hermano y abuelo, Don Luis. Su papá no tiene un trabajo estable y mantiene el hogar con trabajos ocasionales en la construcción y el comercio informal. Estos ingresos se complementan con la pensión no contributiva que Don Luis recibe regularmente, y que les permite tener un consumo mínimo. Este caso se repite en muchos países de América Latina, donde los sistemas de pensiones no contributivas se han convertido en un pilar de la protección social.
Hacia delante, las preguntas serán ¿qué sucederá cuando el papá de Carlos no pueda trabajar y, eventualmente, llegue a la edad de retiro? ¿Podrá tener una buena vejez, incluso mejor que la de Don Luis, a pesar de que no tiene trabajo estable en la etapa productiva de su vida?
En el reporte Envejecer en América Latina y el Caribe: protección social y calidad de vida de las personas mayores el BID muestra la situación actual y perspectivas de los sistemas de pensiones, salud y cuidados en la región. En el documento se analiza la calidad de vida de las personas mayores en América Latina y el Caribe, cómo se relaciona con las políticas de protección social y cómo estas políticas deben adaptarse al envejecimiento de la población.
¿En qué consiste la protección social de las personas mayores?
Se mide la calidad de vida de las personas mayores como una combinación de esperanza de vida saludable y seguridad de ingresos. Esta publicación también define la protección social de las personas mayores como una combinación de pensiones, servicios de salud, y servicios de atención a la dependencia. Las pensiones reducen la pobreza de las personas mayores; los servicios de salud y de atención a la dependencia contribuyen a una vida más saludable y autónoma, además de reducir el riesgo de incurrir en gastos catastróficos.
Este estudio muestra los diversos logros que los países de la región han alcanzado durante los últimos años, principalmente con las reformas en los sistemas de pensiones, y, sobre todo, la expansión de las pensiones no contributivas. En los últimos 20 años, la cobertura casi que se duplicó, pues en 2019 casi el 70% de los mayores de 65 años recibió una pensión (contributiva o no contributiva). Estas pensiones no solo benefician directamente a los adultos mayores, sino que también a los miembros de sus hogares como el caso de Carlos. Es decir, los sistemas de pensiones se han convertido en un instrumento para la redistribución de ingresos.
Los retos del envejecimiento hacia 2050
Uno de los principales retos del envejecimiento será la sostenibilidad de los tres tipos de sistemas. Se espera que los gastos en salud, cuidados de largo plazo y pensiones lleguen al 20% del PIB en los países de la región hacia el año 2050, un crecimiento de 12 puntos porcentuales con respecto al 2019.
La mitad de este crecimiento será resultado del incremento de las pensiones. En el reporte, este resultado se obtiene suponiendo que se mantienen constantes los gastos en pensiones en relación con los salarios, los gastos en salud y cuidados. Pero los países, que no están necesariamente preparados para aumentar el gasto en pensiones como se necesita, podrían no seguir esa línea para cuidar su situación fiscal, afectando directamente la calidad de vida de los adultos mayores. Las pensiones podrían no ser suficientes en el futuro.
Este breve repaso nos debe llevar a meditar sobre el balance de lo alcanzado y los retos por delante. Los sistemas deben seguir mejorándose y equilibrándose para que las nuevas generaciones, como la del papá de Carlos, y la de Carlos, gocen de una mejor calidad de vida cuando lleguen a la edad del retiro, con mejores sistemas de pensiones en sinergia con todas las áreas que integran la atención de las personas mayores.
¿Quieres saber más sobre lo que se necesita para que las nuevas generaciones en América Latina y el Caribe tengan una mejor vejez con mejores pensiones? Lee estas notas de nuestro blog Factor Trabajo.
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