Es difícil no pensar en el apremiante hoy. Encerrados en casa por el coronavirus, con la economía mundial en caída libre y con una perspectiva de una recuperación incierta, el mañana nunca quedó tan lejos. No hay discusión de política pública que más dramáticamente represente esta tensión entre las necesidades presentes y futuras que la que se da alrededor de los sistemas pensionales. ¿Debemos dar beneficios altos a las generaciones de hoy, sabiendo que las de mañana probablemente no los podrán recibir? ¿Debemos forzar a los jóvenes a ahorrar más para cuando ya no sean tan jóvenes? ¿Cuánta solidaridad debe existir con los adultos mayores? En este blog queremos reflexionar sobre el futuro de las pensiones y cómo la crisis actual y las decisiones que se tomen en este contexto pueden afectar la construcción de un sistema de pensiones que brinde un ingreso digno en la vejez a la gran mayoría de los adultos mayores de América Latina y el Caribe.
Los grandes retos de los sistemas de pensiones
En un tiempo donde el dato que seguimos es cuántos contagios hubo ayer, es complejo transmitir que uno de los grandes retos del futuro en América Latina y el Caribe es cómo afrontar el envejecimiento poblacional. La región se considera joven, pero el envejecimiento que experimentará en los próximos años será acelerado. Mientras que a los países europeos les tomó entre 50 y 75 años duplicar el porcentaje de adultos mayores (del 10% al 20%), a Nicaragua le tomará apenas 20 años y a México 22. La situación no es muy diferente en los demás países de la región.
En un tiempo donde el dato que seguimos es cuántos contagios hubo ayer, es complejo transmitir que uno de los grandes retos del futuro en América Latina y el Caribe es cómo afrontar el envejecimiento poblacional.
En este contexto, los sistemas de pensiones de la región enfrentan cuatro retos centrales. Primero, ningún sistema fundamentado en las contribuciones de los trabajadores puede dar los resultados deseados, ya que apenas el 45% de la fuerza laboral cotiza a los sistemas de pensiones. Como resultado, muy pocos ciudadanos de la región obtienen y obtendrán una pensión fundamentada en sus contribuciones o ahorros. Aunque esta brecha de cobertura se ha mejorado a través de pilares no contributivos, el envejecimiento poblacional va a hacer cada vez más costoso este instrumento. Un segundo reto es que muchos de los sistemas de beneficio definido dan pensiones generosas en relación con los aportes que se hacen y en ocasiones con edades de retiro tempranas. Los receptores de estas pensiones son, en promedio, ciudadanos de altos ingresos, con lo que el gasto pensional genera una redistribución muy regresiva del gasto público. Tercero, mirando hacia el futuro, todos los sistemas públicos de beneficio definido de la región (como los de Brasil, Argentina y Costa Rica) afrontarán graves problemas de sostenibilidad si no se cambian sus parámetros fundamentales; y los sistemas de contribución definida (como los de Chile, México y República Dominicana) afrontarán el gran reto de dar pensiones con un nivel aceptable para la ciudadanía. El cuarto y último reto, pero no el menos importante, es que las instituciones encargadas de reequilibrar los sistemas de pensiones en la región o no existen o son débiles.
El impacto del coronavirus
En los próximos meses, todos estos retos de los sistemas de pensiones serán eclipsados por el shock que la economía va a recibir a raíz del coronavirus, lo cual puede impactar la manera en que afrontamos los grandes retos del mañana. En el BID calculamos que, a causa de la crisis económica sanitaria, se podrían perder hasta 17 millones de empleos formales y el nivel de informalidad podría llegar a 62% en los países de América Latina y el Caribe. Para muchos ciudadanos en sistemas de cuentas individuales, el ahorro pensional es el único ahorro del que disponen, y el fuerte golpe a los ingresos laborales de los hogares derivado de la pandemia genera una presión por acceder a estos ahorros. Esto está ocurriendo en Perú, donde se han aprobado una serie de disposiciones que permiten a los afiliados acceder a una parte de sus fondos, y países como Chile y El Salvador están en discusiones similares. En sistemas públicos, la caída de la recaudación por la pérdida de empleos formales se añadirá a las moratorias en las contribuciones y la probable expansión de los beneficios no contributivos; lo que profundizará más todavía los desequilibrios fiscales.
Los retos que enfrentan los sistemas de pensiones serán eclipsados por el shock que la economía va a recibir a raíz del coronavirus, lo cual puede impactar la manera en que afrontamos los grandes retos del mañana.
Los retos sistémicos de las pensiones en la región requieren de una ambiciosa senda de ajustes. Sobre estos lineamientos, desde el BID hemos puesto sobre la mesa propuestas de reforma para Colombia, México y Perú, y desde la Red de Pensiones en América Latina y el Caribe impulsamos iniciativas para fortalecer a las instituciones que administran y supervisan los sistemas de pensiones de la región. Llegar a sistemas más justos y universales requiere de replanteamientos profundos en la manera de concebir la seguridad social en toda la región, y estos cambios rara vez ocurren en tiempos normales. Pero estos no son tiempos normales: hoy, que hemos tenido que replantear nuestras vidas como ciudadanos como resultado de la pandemia, quizá sea un buen momento de repensar cómo con construir sistemas de aseguramiento más sólidos para afrontar el mañana.
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