Han sido varias las ocasiones en las que he trabajado con pueblos indígenas que se han visto forzados a desplazarse y cambiar su estilo de vida debido a la presión que hay sobre sus tierras. Se trata de decisiones difíciles, muy a menudo impulsadas por actores externos, y que nacen de una visión que margina la conservación de la tierra y en su lugar se basa en la regla de “úsala o piérdela”.
Mi primera experiencia con este fenómeno fue en Paraguay, donde la comunidad de San Lázaro en El Chaco, afectada por una tremenda sequía, decidió abandonar su asentamiento y trasladarse a otra parte de su territorio, en una región remota, ya que existía un riesgo significativo de perder esa tierra a manos de ganaderos y otras personas. La única manera de garantizar su acceso y derecho de uso era reasentarse en ellas.
Las personas que llevaron a cabo este reasentamiento fueron principalmente mujeres y niños, que se trasladaron a una zona prácticamente sin infraestructura o agua y donde no hay acceso a servicios de salud o escuelas. La comunidad consideró necesario este movimiento para proteger la tierra: si no era ocupada de inmediato podían perderla para siempre. ¡Qué difícil decisión!
Recientemente en Brasil vi un fenómeno similar en las regiones remotas de la periferia urbana. En este caso, un grupo de 50 miembros de pueblos guaraníes, 19 de ellos niños en edad escolar, optó por ocupar una de las partes más remotas de su comunidad para protegerla de los usurpadores de tierras. Debido a la naturaleza agreste del terreno, los desplazados eran principalmente personas jóvenes. Cuando los extraños se encontraban con la comunidad la pregunta frecuente era: “¿cómo habéis llegado aquí?”. La respuesta era simple: “siempre hemos estado aquí¨.
¿Cómo podemos ayudar a preservar las tierras indígenas?
Los responsables políticos y la comunidad internacional hablan con frecuencia sobre las formas en que los pueblos indígenas sirven como cuidadores de la tierra. Sin embargo, la conservación y la preservación no están suficientemente valoradas en el diseño y aplicación de las leyes. En su lugar, una política de ocupación obliga a los pueblos indígenas a tomar decisiones difíciles para dar un uso a sus tierras que incluya vivir en ellas o cultivarlas. La alternativa es aún más dolorosa: perderlas a manos de otros.
Algunas medidas políticas que podrían ayudar a preservar las tierras indígenas incluyen:
- Alianzas con gobiernos locales y nacionales para reconocer la conservación como un valor en sí mismo, preservar las tierras indígenas y restringir el acceso de personas ajenas. El programa Socio Bosque en Ecuador es un excelente ejemplo de cómo los gobiernos pueden poner en valor la conservación a través de incentivos económicos colectivos que ayuden a las poblaciones indígenas y afrodescendientes a permanecer en sus tierras.
- Poner herramientas GPS a disposición de los pueblos indígenas y empoderarlos para que puedan realizar un mejor monitoreo de sus tierras, de manera que ocuparlas físicamente no sea la única manera de protegerlas. Por ejemplo, los pueblos indígenas en Ecuador y Perú han recibido formación práctica en la medición de carbono, GIS e interpretación de mapas de carbono para ayudarles a rastrear y monitorear sus recursos naturales. El resultado: el 56% de los participantes aumentó su conocimiento sobre biodiversidad y cambio climático.
- Sentencias más duras, multas y aplicación de la ley para aquellas personas no indígenas que construyen y ocupan ilegalmente tierras indígenas. Y el Convenio 169 sobre pueblos indígenas y tribales, aprobado por la Organización Internacional del Trabajo y reconocido en toda América Latina, puede ser una herramienta muy útil para reconocer los derechos indígenas sobre el uso y tenencia de la tierra.
Es importante reconocer las contribuciones de los pueblos indígenas y también recordar que conceptos como “tierra”, “desarrollo”, “beneficio” o “uso”, no tienen el mismo significado para todos.
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