Britney Spears está de vuelta en los titulares. Sería lindo que fuera porque la princesa del pop está lanzando un nuevo disco o, incluso, por algún ligero escándalo farandulero como cuando besó a Madonna. Pero no. Esta vez se trata de una batalla jurídica para eliminar una tutela impuesta por su padre hace más de una década para tomar decisiones financieras y personales en nombre de ella.
La comunidad de personas con discapacidad a nivel mundial está siguiendo atentamente el caso y Britney se ha convertido en un símbolo de reivindicación de sus derechos.
¿Porqué? ¿Qué tiene que ver Britney con el movimiento de derechos de personas con discapacidad? Veamos primero qué exactamente es lo que ha pasado en el caso de ella.
Ooops! They did it again.
En 2008, Britney tuvo varios episodios de crisis mentales en público, lo que llevó a que el Tribunal Superior de Los Ángeles le diera tutela legal de su patrimonio, activos financieros y algunos activos personales a su padre y a un abogado. Este tipo de tutela legal supone que hay personas que no están en condiciones de tomar sus propias decisiones. Es decir, que ciertas personas con discapacidades intelectuales o mentales, como Britney, deben dejar la mayoría de sus derechos civiles en manos de terceros.
Según Britney, su papá está decidiendo sobre su ropa, lo que debe decir, lo que hace, e incluso, lo que piensa. Britney no puede decidir sola sobre la dirección que quiere dar a sus shows, ni tampoco puede decidir casarse. Según la ley, su padre debe decidir todo eso por ella.
Lo que le pasó a Britney les ocurre también a muchas personas con discapacidad que han sido condenadas a una figura del derecho que se llama “interdicción”. Esta figura les remueve casi toda la autonomía de su vida personal y profesional. La dimensión del problema en Latinoamérica y el Caribe es difícil de saber con exactitud ya que no hay buenos datos de la prevalencia. Parece una condena al silencio y al olvido.
You Drive Me “Crazy”
Más allá de los tecnisismos de la batalla legal, que son interesantísimos, el caso de Britney es un indicador de cómo nuestra cultura concibe la realidad de las personas con discapacidad. Son “otros”, algunos están “locos” y la sociedad “normal” debe protegerlos de ellos mismos. El estigma hacia la discapacidad es la norma y se convierte en la principal barrera para incluir
a esta comunidad. La misma Britney en su cuenta de Instagram confesó sentir vergüenza por su discapacidad y pidió perdón por pretender que todo estaba OK:
“ Pido disculpas por aparentar que he estado ok los últimos dos años. … Lo hice por orgullo y porque sentía vergüenza de lo que me había pasado. “
Llama la atención, por ejemplo, el cubrimiento periodístico que se ha hecho. Christiane Amanpour, una muy bien reputada periodista de CNN se refirió al caso en estos términos durante una entrevista:
“Creo que lo que dejó a todo el mundo en shock es que este implemento esté siendo usado contra una mujer joven y exitosa Y claramente productiva. Pensábamos que esto sólo era usado para, ya sabes, aquellos que están afuera de su habilidad normal para operar.”
¿Qué pasa entonces con todas aquellas personas que no son jóvenes, exitosas y productivas?
¿Qué hacer en casos como el de Britney y en los muchos otros más complejos?
Oh baby baby, how was I supposed to know?
La verdad es que la plena capacidad jurídica de todas las personas con discapacidad es aún un tabú. Seguramente los amables lectores estarán pensando en alguna persona con discapacidad que han conocido que “jamás podrá tomar decisiones sola”. Muy poco se sabe acerca de cómo hacerlo correctamente y no hay evidencia sobre modelos exitosos. Aun así, varios países han empezado a generar sistemas de apoyo públicos para toda esta comunidad. Estos apoyos varían dependiendo de las deficiencias y necesidades de cada persona, y el diablo está en los detalles de cómo implementarlos.
En un mundo ideal, el Estado debería garantizar un sistema de apoyos donde grupos de personas neutrales o solo una de verificada confianza asiste a las personas con discapacidad para tomar decisiones; o acuerdos preestablecidos por la persona con discapacidad; documentos que consignan decisiones anticipadas. Mucho más fácil decirlo que hacerlo pero, según la Convención de Naciones Unidas, allá debemos llegar.
My prerogative
El objetivo es asegurar que los familiares de las personas con discapacidad no se aprovechen malintencionadamente de ellas. Como el papá de Britney. Lo más importante es que estos apoyos deben respetar siempre la voluntad y preferencias de la persona, y no buscar imponer la interpretación del guardián. Incluso cuando alguien no puede tomar una decisión porque, por ejemplo, está en coma, esta decisión debe tener en cuenta la historia de vida de la persona, sus preferencias, gustos y deseos. Así́, si un tercero debe tomar la decisión, de todas maneras, se pondrá́ a la persona con discapacidad en el centro de ella.
Los países de América Latina y el Caribe pueden avanzar hacia la inclusión social de personas con discapacidad por dos lados. Primero, con un conjunto de normas y un sistema de apoyos que promuevan su derecho a tomar decisiones en todos los asuntos de la vida, como cualquier otra persona. Segundo, haciendo seguimiento del número de personas bajo la figura de interdicción y el porcentaje de aquellos que logran reestablecer sus derechos una vez esta figura es solicitada.
En esta línea, en el BID, entendemos que respetar la autonomía y capacidad de decisión de las personas discapacidad es clave a la hora se garantizar sus derechos e incluirlos en el desarrollo de la región. Desde el BID, consideramos a las poblaciones diversas en todas nuestras operaciones, incluido a las personas con discapacidad. Esto implica garantizar que nuestros proyectos no solo consideren trasversalmente la accesibilidad y eliminación de barreras, sino también una participación plena de las personas con discapacidad en la recuperación económica de la región.
Ahora, volviendo a Britney, no sabemos cómo se resolverá el caso. Sin embargo, en Estados Unidos, el panorama no es gulag que parece. Un estudio revela que del 40 al 75% de personas que dan peleas legales para reestablecer sus derechos, las ganan. Así que una apuesta razonable es que la veremos superar este problema y, ojalá, volver a la palestra pública por motivos más alegres. Lo cierto es que su caso ha traído luz a este problema, ignorado por mucho tiempo.
De primera mano hemos visto lo que una persona bajo una figura de interdicción siente. Britney ha abierto esta caja de pandora. Estar bajo tutela legal de alguien y no poder tomar decisiones autónomamente es doloroso. En sus palabras, “I deserve to have a life”, merezco tener una vida; el resto de las personas con discapacidad bajo tutela legal también.
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