En América Latina y el Caribe existe una preocupación generalizada sobre el déficit en habilidades que tendría la fuerza laboral frente a las demandas de los empresarios. Este déficit es usualmente conocido como la “brecha de habilidades”, que, cuando es grande y persistente, tiene consecuencias negativas en materia económica y social: los individuos tienen dificultades para acceder a empleos de calidad y las economías no dan un uso eficiente a su recurso humano, lo que implica pérdidas en productividad. Más allá de eso, ¿qué sabemos sobre la brecha de habilidades?
La preocupación por la “brecha de habilidades” no es exclusiva de nuestra región. Al contrario, se trata de un tema que ha disparado alertas en otros lugares del mundo (ver este informe de la OIT sobre Europa). En el caso concreto de Estados Unidos, esta preocupación se agudizó tras la crisis económica de 2007-2009, en la medida en que un descalce entre la oferta y demanda de habilidades podría obstruir la recuperación de la economía y la generación de empleo. De hecho, la discusión sobre este problema aún persiste y se fundamenta en reportes y encuestas empresariales en las que los empleadores ponen de presente las dificultades que tienen para encontrar en el mercado laboral el talento que requieren (ver por ejemplo, estos informes del sector manufacturero, PWC o Manpower).
Ahora bien, la discusión sobre la brecha en habilidades en Estados Unidos no ha estado exenta de controversia. Por el contrario, numerosas voces, en especial desde el mundo académico, han intentado matizar la gravedad del problema. Según los economistas de MIT Paul Osterman y Andrew Weaver, “las afirmaciones sobre escasez de talento son desproporcionadas”. De acuerdo al Nobel de Economía, Paul Krugman, la severidad en la brecha de habilidades es una “idea zombi que la evidencia debería haber asesinado, pero que se resiste a morir”. Para el profesor de la escuela de negocios de Wharton, Peter Cappelli, buena parte de la evidencia sobre la brecha en habilidades en Estados Unidos es cuestionable. Y, según una nota editorial del New York Times, la idea según la cual los niveles de desempleo en Estados Unidos están siendo afectados por una brecha en habilidades es “una ficción corporativa, basada en el autointerés y en una lectura errónea de los datos del gobierno”.
¿A qué se debe esta divergencia en el diagnóstico? Como sucede con frecuencia en los debates de política, hay discrepancias en el uso de la evidencia. La “brecha de habilidades” usualmente hace alusión a una desconexión entre la oferta y la demanda de habilidades que resulta de problemas en la calidad y pertinencia del sistema educativo. En un contexto en el que las empresas tienen problemas para encontrar habilidades, sería esperable encontrar aumentos en el salario de los trabajadores con las cualificaciones que son escasas en el mercado y evidencia que señale mayores dificultades para llenar vacantes. Sin embargo, en el caso de Estados Unidos, numerosos estudios encuentran resultados que no apuntan en esta dirección y que, además, cuestionan la precisión, calidad y representatividad de las encuestas empresariales en las que se fundan los temores sobre una brecha de habilidades (ver, por ejemplo, http://www.nber.org/papers/w17966, http://www.nber.org/papers/w20382, http://www.epi.org/files/2014/claims-of-manufacturing-skills-shortages.pdf y http://ilr.sagepub.com/content/68/2/291.full.pdf+html).
¿Y qué podemos decir en el caso de América Latina y el Caribe? Distintas piezas de evidencia sugieren la existencia de una importante brecha de habilidades. Quizá una de los ejercicios más rigurosos es Desconectados, de Bassi y otros, recientemente publicado por el BID. A partir de una encuesta que mide las trayectorias educativas y habilidades de los jóvenes que ingresan al mercado laboral y otra encuesta que mide las demandas de habilidades de los empresarios, este estudio provee evidencia que apunta hacia un desacople entre la oferta y demanda de habilidades en Argentina, Chile y el estado de Sao Paulo en Brasil.
No obstante, es importante mejorar nuestro diagnóstico, y robustecer así nuestro conocimiento sobre la naturaleza, magnitud y causas de la llamada “brecha de habilidades” en la región. Nuestro diagnóstico, hasta el momento, se fundamenta sobre todo en las necesidades manifiestas de las empresas; esto es, en lo que las empresas “dicen” sobre las dificultades de reclutar personal calificado. Es importante, por lo tanto, complementarla con información sobre lo que las empresas “deciden” a partir de, por ejemplo, información de vacantes y salarios. También es crucial entender si las brechas en habilidades son permanentes o transitorias, y si afectan solo a algunos sectores o a la economía en general. Y, sin duda, es fundamental entender cuáles son las causas de estas brechas, para saber si, por ejemplo, son el resultado de rigideces salariales, de ineficiencias en los servicios de intermediación laboral, de problemas en el reclutamiento que realizan las firmas, o de debilidades del sistema de educación de la región. Dado que cada una de estas opciones implica prescripciones de política diferentes, es crucial avanzar en esta dirección pues sólo así es posible diseñar políticas públicas basadas en la evidencia.
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Carlos Moreno dice
Es bastante interesante el tema y los ministerios de Educación de la región tendrán que revisar los perfiles de los egresados, y escuchar cual es la demanda del mercado y brindar las herramientas tas metodológicas y tecnológicas a los docentes y alumnos para ayudar a reducir esta brecha de habilidades.
Cristian David Arias dice
Buen dia
Comparto el comentario del Sr. Carlos Moreno, haciendo sin embargo la salvedad de que no todo el proceso educativo debe estar enfocado a otorgar a los egresados aherramientas y habilidades laborales, pues temo que al enfocarnos solo en ello, podemos dejar de lado la formacion humanistica que es necesaria para el desarrollo pleno de lo humano.
Norma Añaños Castilla dice
El enfoque me parece muy interesante. Creo que habría que referirse no sólo a La brecha d habilidades, sino más comprensivamente a la brecha de capacidades a lograr: habilidades socioemocionales, de conocimientos y técnicas. Todo esto es posible si se trabaja concertadamente con todo los actores concenidos: el sector público, el sector privado, las instituciones de formación.