Es en el trabajo donde uno encuentra su verdadera felicidad
Fyodor Dostoevsky
En América Latina y el Caribe nos encontramos en un momento crítico para replantear cómo el trabajo y sus frutos (como lo son las pensiones) pueden garantizar la felicidad de la que hablaba Fyodor Dostoevsky, pero en las etapas posteriores de nuestras vidas.
El gran aumento de la esperanza de vida previsto en las próximas décadas para la región trae consigo buenas noticias, pero también nuevas preocupaciones. En otros países del mundo más envejecidos, la mayor longevidad se ha traducido en en problemas financieros y de sostenibilidad para los sistemas de pensiones.
¿Cómo podemos evitar la pobreza en la vejez y tener la confianza de que nuestros ahorros serán suficientes para cubrir nuestras necesidades en los años posteriores a la jubilación? Entre otras soluciones, las pensiones vitalicias pueden ser una herramienta interesante para encarar la extendida longevidad.
Para encarar la creciente longevidad se necesitan reformas que van más allá del diseño de los sistemas de pensiones
Las debilidades de los sistemas de pensiones frente al incremento de la longevidad
Las pensiones en algunos países de la región están basadas principalmente en la capitalización individual. Es decir, si el ahorro generado a lo largo de la vida productiva es muy bajo, el trabajador recibe un único pago a suma alzada o se ve obligado a adquirir un plan de pagos sin protección ante la eventualidad de vivir más años de lo esperado (el llamado “riesgo de longevidad”). En estos sistemas, la mayor longevidad es asumida por los ahorradores en forma de menores pensiones.
En cambio, en los sistemas de reparto y beneficio definido, la mayor longevidad tiene un impacto directo en la viabilidad del sistema, y el requisito de un número mínimo de años de cotización se convierte en una barrera significativa para acceder al derecho de recibir una pensión. Esta situación es alarmante en América Latina y el Caribe, una región con elevados niveles de rotación e informalidad laboral, y donde las personas cotizan para su pensión menos de la mitad de su vida laboral.
Para encarar la creciente longevidad se necesitan reformas que van más allá del diseño de los sistemas de pensiones. Si bien las discusiones sobre reformas pensionales se han enfocado principalmente en la etapa laboral de los trabajadores, el correcto diseño y funcionamiento de la etapa de pagos es fundamental también. Un sistema de pensiones debe tener como objetivo proporcionar ingresos de jubilación de por vida en lugar de pagos únicos al momento del retiro. Lamentablemente en la región existe una escasa oferta de opciones para adquirir productos financieros de desacumulación -de pago de pensiones en la la etapa de retiro del mercado laboral- que ofrezcan ingresos vitalicios.
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Las rentas vitalicias en América Latina y el Caribe
Los bajos niveles de ahorro son impedimento para el desarrollo de mercados de rentas vitalicias que podrían proteger a los individuos frente a los riesgos de longevidad e inflación. Con excepción de Chile, no existen mercados funcionales de rentas vitalicias en la región. Históricamente, las rentas vitalicias en ese país alcanzaron cerca del 60% de las preferencias de los pensionistas, pero este porcentaje ha disminuido en la última década hasta niveles cercanos al 50%.
En Perú, hasta hace algunos años había un mercado dinámico de rentas vitalicias, sin embargo, desapareció con la aprobación de la Ley N° 30425 de 2016 (la llamada “ley del 95.5”) que permitió a los afiliados al sistema privado de pensiones, disponer de hasta el 95,5% de los fondos de su cuenta individual de ahorro obligatorio al momento del retiro. Desde entonces, alrededor del 90% de los pensionistas reciben sus ahorros como un pago a suma alzada.
Por su parte, en Uruguay, desde 2004, no existen aseguradoras privadas que ofrezcan rentas vitalicias.
En Colombia, los proveedores de rentas vitalicias se han reducido de 13 a 3 en la última década. Según la Superintendencia Financiera de Colombia, solo el 10% de los adultos mayores que se pensionan en el régimen privado de capitalización, lo hacen por medio de una renta vitalicia. El 90% restante opta por el retiro programado, que no ofrece pagos vitalicios y que funciona más como una renta financiera, pues constitucionalmente las pensiones no pueden ser menores al salario mínimo.
Dado que la razón de ser de un sistema de pensiones es proteger económicamente durante la vejez, y no simplemente devolver de un solo golpe los recursos aportados con intereses, la falta de proveedores privados de pensiones vitalicias es una falla de mercado de primer orden en América Latina y el Caribe.
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Innovaciones frente a la longevidad
Algunos países de América Latina y el Caribe ya están explorando introducir soluciones innovadoras para la etapa de retiro. Estas soluciones se basan en que los participantes compartan el riesgo de longevidad. Puede ser en el nivel de fondo de pensiones o de un fondo colectivo nacional que ofrezca pagos vitalicios, inclusive en escenarios en donde no existen rentas vitalicias como en Colombia, o complementarios a éstas, en donde sí hay un mercado de rentas vitalicias, como en Chile, o son ofrecidas de forma monopólica por una empresa estatal, como en Uruguay. Este tipo de producto financiero de pensiones, o de desacumulación, recibe varios nombres a nivel global, por ejemplo “fondo de ingresos de longevidad”, “fondo mutuo previsional”, “anualidad colectiva variable” o “mensualidad vitalicia”.
El Banco Interamericano de Desarrollo y la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) consideran a este tipo de soluciones como una de las opciones a tener en cuenta en el buen diseño de los planes de pensiones de contribución definida. En Uruguay, Chile y Colombia ya se están explorando estas vías que ya existen en países como Australia, Canadá, Dinamarca, Estados Unidos, Islandia, Israel, Países Bajos, Singapur y Suecia.
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