Las mujeres afrodescendientes han logrado avances significativos en educación. En países como Costa Rica y Panamá superan los años promedio de educación de hombres blancos, y en Nicaragua son las más propensas a asistir a la universidad entre las personas de edades entre 18 y 24 años. Sin embargo, a pesar de estos avances, las mujeres negras ganan sustancialmente menos y tienen más probabilidades de enfrentar períodos prolongados de desempleo que las personas de otras razas. En pocas palabras, las mujeres afrodescendientes permanecen marginadas en los mercados laborales de América Latina y el Caribe. ¿Qué se puede hacer para acelerar y mejorar sus condiciones y oportunidades?
Bajos ingresos y participación limitada en el sector formal
La situación de las mujeres negras en el mercado laboral deja mucho que desear. Las afro-brasileñas ganan 44.4% de lo que ganan los hombres blancos, y a pesar de tener un año promedio adicional de educación, las afro-panameñas son las peor pagadas entre todos los grupos raciales de su país. Además, las mujeres negras tienen más probabilidades de enfrentar desempleo que los hombres y que otras mujeres: las afro-brasileñas tienen tasas de desempleo del 16,6% en comparación con el 10,7% entre los hombres, mientras que las afro-uruguayas tienen tasas de desempleo del 15,1% en comparación con el 7,3% entre los hombres.
Las mujeres negras tienen más probabilidades de enfrentar desempleo que los hombres y que otras mujeres.
En los mejores trabajos del sector privado, las mujeres negras son prácticamente invisibles. En Brasil, donde los afro-brasileños son aproximadamente la mitad de la población, un estudio reciente muestra que las mujeres negras representan solo el 10,6% de la fuerza laboral total de las 500 empresas más importantes, y están altamente concentradas en los niveles más bajos de la escala corporativa. Solo el 8,2% de las afro-brasileñas ocupa el rango de supervisora, 1,6% el de gerente y 0,4% el de ejecutiva. A nivel ejecutivo, solo dos mujeres afro-brasileñas fueron identificadas entre los 548 directores ejecutivos en el momento del estudio.
Sobrerrepresentación como trabajadoras domésticas
Si bien las mujeres negras están prácticamente ausentes de los puestos corporativos mejor pagados, están significativamente sobrerrepresentadas como empleadas domésticas. Esto no se limita a un solo país o contexto local: según datos de la CEPAL para ocho países de la región, de las siete millones de personas que trabajan como empleadas domésticas en América Latina, alrededor de 4,5 millones son mujeres afrodescendientes. En Ecuador, una de cada cinco mujeres afrodescendientes es trabajadora doméstica. En Uruguay, donde las mujeres afrodescendientes representan solo el 2,2% de la población, una de cada cuatro se desempeña en esta labor. Históricamente, las niñas afrodescendientes han sido particularmente vulnerables al trabajo doméstico: el 93% de todos los niños y adolescentes que trabajan como empleados domésticos en Brasil son niñas negras.
De las siete millones de personas que trabajan como empleadas domésticas en América Latina, alrededor de 4,5 millones son mujeres afrodescendientes.
Aunque ha habido una tendencia a que las mujeres abandonen el trabajo doméstico, y cada vez más crece la percepción entre las mujeres jóvenes que este trabajo no es deseable, el creciente nivel de informalidad debido a la pandemia del COVID-19 plantea un riesgo significativo para las mujeres negras, quienes tienen menos alternativas de trabajo.
Sostener y acelerar las oportunidades
En el contexto del COVID-19, es necesario priorizar las siguientes acciones para cambiar la realidad de las mujeres afrodescendientes en los mercados laborales de América Latina y el Caribe:
- Asegurar que el empleo de nivel de principiante y los programas de empleo subsidiado por el gobierno sean inclusivos y representativos de la población por género y raza. En Brasil, donde hay estadísticas más confiables sobre programas de aprendices para primeros trabajos subsidiados por el sector público, lograron una representación inclusiva en las empresas más grandes. Los afro-brasileños y las mujeres representaron respectivamente el 58,2% y el 55,9% de la participación de los aprendices en las principales empresas. Desde este momento, grandes corporaciones han diseñado políticas para mejorar la diversidad. Es el caso de PWC, que informó que su programa de capacitación de élite en el país pasó de incluir 8% afro-brasileños en 2018 a 35% en 2019. Este ejemplo ilustra la importancia de priorizar a las mujeres afrodescendientes en el diseño de programas de promoción del empleo en la región.
- Mejorar el acceso a internet para mujeres negras. La falta de acceso a una conexión confiable a internet desde el hogar restringe la capacidad de las mujeres negras para retener oportunidades laborales y educativas. En países como Perú y Uruguay, la brecha de acceso a internet entre los hombres blancos y las mujeres afrodescendientes ronda el 20%. En este sentido, se necesitan con urgencia inversiones públicas en infraestructura tecnológica para comunidades desatendidas. De igual forma, deben ser prioridad los programas del sector privado para proporcionar una compensación de emergencia a los empleados con salarios más bajos que necesitan mejorar su conexión de internet para acceder al teletrabajo durante el coronavirus.
- Ampliar las protecciones y alternativas para las trabajadoras domésticas vulnerables. El trabajo doméstico durante el COVID-19 es aún más desafiante y limitante debido a las restricciones de movilidad y distanciamiento social. Las trabajadoras domésticas describen sus condiciones como una nueva forma de esclavitud, porque cada vez más se les exige que se separen de sus propias familias para poder mantener su empleo. Es esencial asegurar un diálogo con organizaciones de trabajadoras domésticas como Unión de Trabajadoras Afro del Servicio Doméstico, de Colombia, y la Federação Nacional das Trabalhadoras Domésticas, de Brasil; priorizando la formulación de leyes en este ámbito y el desarrollo de nuevas formas de proporcionar servicios de cuidado para garantizar la protección de estas trabajadoras.
Las mujeres afrodescendientes han alcanzado un progreso en la mejora de sus condiciones y las condiciones de sus comunidades desde la llegada de sus antepasados a las Américas. Del mismo modo, su resistencia y compromiso ha logrado algunos avances recientes dentro del mercado laboral. En un momento de transición y cambio como este, donde las sociedades enfrentan numerosos desafíos y necesitan nuevas perspectivas para promover la innovación, las mujeres afrodescendientes pueden impulsar el crecimiento en toda América Latina y el Caribe. Ni los países ni las empresas pueden desperdiciar su talento y potencial, marcado por su capacidad de superación y resiliencia. Urge diseñar políticas inclusivas en el sector público y privado para mantener y expandir estos avances. Esa es la mejor manera de valorar y reconocer las contribuciones de las mujeres afrodescendientes.
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