La pandemia destruyó de golpe, en su punto álgido, más de 31 millones de empleos en América Latina y el Caribe, una cifra sin precedentes para el mercado laboral de la región. Sus efectos, sin embargo, no han sido iguales para todos. Los jóvenes, los trabajadores con menos años de escolaridad, aquellos que se desempeñan en la informalidad y, en especial, las mujeres, han sido los más afectados por la crisis laboral desatada por el COVID-19. Así se detalla en De la crisis a la oportunidad: el COVID-19 en el mercado laboral de América Latina y el Caribe, un informe del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en el que analizamos los impactos de la pandemia y los pasos que podemos dar para navegarlos.
La huella del COVID-19 en los mercados de trabajo de la región
Jóvenes, trabajadores con menos escolaridad, trabajadores informales y mujeres perdieron sus empleos en mayor proporción que el resto, haciendo retroceder a la región en algunos de los avances más importantes para reducir la desigualdad que se habían logrado durante las últimas dos décadas. Por ejemplo, los trabajadores de baja educación han perdido entre tres y cuatro veces más empleos que los de alta educación, en particular las mujeres. Si se observan los cambios que han tenido lugar en los últimos meses, una cuarta parte de las trabajadoras informales de baja educación perdieron el empleo, en comparación con el 3% de trabajadoras formales con alta educación.
La crisis sanitaria y económica han tenido consecuencias poco comunes para el mercado laboral. Dos de cada tres empleos perdidos en la región fueron empleos informales, al contrario de lo que ha sucedido en otras recesiones, en las que este tipo de empleo funcionaba como válvula de escape de las crisis. Esto generó un fenómeno casi paradójico: la tasa de formalidad aumentó durante la recesión.
El impacto de la pandemia en el mercado laboral, no se ha notado solo en la pérdida de puestos de trabajo. Muchos trabajadores han sufrido la reducción de salarios o del número de horas trabajadas para no perder sus empleos. Por ejemplo, en Argentina y Paraguay, el número de horas trabajadas cayó entre un 9% y un 13%, respectivamente, como resultado de la caída de la actividad económica. En ese caso, también ha habido diferencias por género. Mientras las mujeres perdieron más empleos, viéndose obligadas a abandonar el mercado laboral, los hombres redujeron las horas trabajadas y sus salarios en una mayor proporción.
El modelo híbrido de trabajo que llegó para quedarse
Pero no todos los cambios en el mercado de trabajo han sido negativos. Esta crisis también ha traído consigo nuevas oportunidades para acelerar la transformación de los mercados laborales de la región. Una de ellas es el teletrabajo. En el pico de la pandemia, en junio de 2020, entre un 20% y un 40% de los trabajadores en México, Chile o Uruguay pudieron acogerse a alguna modalidad de trabajo en remoto. Sin embargo, de nuevo, este avance solo ha estado a disposición de una pequeña parte de la población: apenas uno de cada diez trabajadores de baja educación ha podido utilizar este tipo de esquemas de empleo remoto, lo que obliga a una reflexión sobre si este tipo de fórmulas acarrean mayor desigualdad.
Para conocer los efectos de la pandemia en los mercados laborales, en el BID pusimos en marcha el Observatorio Laboral COVID-19. Esta herramienta permite dar seguimiento a los niveles de empleo, informalidad, salarios e industrias. Una de las novedades que hemos incorporado son las fuentes no tradicionales de datos, entre las que se encuentran las vacantes en línea que se publican en distintos sitios web, así como la información disponible en LinkedIn. A diferencia de otros indicadores, estas fuentes de información se actualizan en tiempo real y ofrecen un panorama mucho más preciso y ágil del momento que atraviesa el mercado laboral. Entre otros, arrojan luz sobre las condiciones de la economía y trasladan datos sobre el tipo de trabajos y habilidades que están buscando las empresas, algo que las encuestas convencionales no reflejan.
En 2021 también iniciamos los trabajos de nuestro Laboratorio de Seguridad Social Digital con el que buscamos identificar nuevas formas de aseguramiento laboral efectivo, especialmente para los trabajadores independientes. Desde el Laboratorio buscamos soluciones accionables y costo efectivas para proteger a estos trabajadores de riesgos generalmente cubiertos por la seguridad social, a la que muchos de ellos no tienen acceso. Luego de varias décadas de su implementación, la realidad actual es que en América Latina y el Caribe los sistemas de seguridad social no cubren a millones de trabajadores y sus familias que tienen una gran vulnerabilidad ante cualquier choque externo. Así lo mostró el COVID-19, pues fueron los desconectados de beneficios básicos de salud y pensiones quienes se vieron más afectados.
Aprendizaje a lo largo de la vida
Por otro lado, a medida que la región recupera el camino hacia la recuperación económica, se empiezan a esbozar los próximos escenarios para el mercado laboral de la postpandemia. Los aprendizajes que derivan de esta crisis suponen una oportunidad para reforzar los sistemas de formación para el trabajo, educación postsecundaria y adquisición de habilidades, y transformar las instituciones laborales enfocándonos en las nuevas demandas de empleo. Los datos disponibles ya apuntan a una mayor consideración de las habilidades digitales y de teletrabajo en el mundo del trabajo, y vendrán más cambios.
Los próximos meses serán críticos para cambiar el paradigma del empleo en América Latina y el Caribe. Conforme las economías de los países se recuperen veremos los efectos permanentes de la pandemia y las nuevas oportunidades. Nuestro reto será encontrar fórmulas para potenciar una recuperación inclusiva del empleo en apalancados en la era digital, uno de los objetivos principales del Grupo BID.
Leave a Reply