En un informe reciente, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) menciona que hay una atención creciente en acuerdos internacionales y fondos de financiación climáticos por incluir pueblos indígenas, afrodescendientes, pescadores, campesinos y mujeres de todas estas poblaciones locales. Sin embargo, se advierte que el sentido de obligación puede perder de vista las oportunidades reales de esta inclusión. Tiene “menos que ver con una medida para ser políticamente correctos y tiene todo que ver con el desarrollo y la eficiencia de la conservación”. ¿Por qué incluirlos? Los mensajes son diversos pero aquí retomamos por lo menos tres respuestas: equidad, sostenibilidad y diversidad.
Equidad y gobernanza
La equidad ambiental es un compromiso por generar:
- un acceso justo a los recursos ambientales;
- por mitigar los embates de la contaminación, los desastres naturales o el cambio climático que sufren algunas comunidades de manera desproporcionada;
- por fomentar la participación efectiva de los ciudadanos en la gestión ambiental.
La equidad es entonces una aspiración, pero también una práctica desde la cual se fomentan diversas estrategias de corresponsabilidad en la promoción de los esfuerzos de conservación ambiental.
Cada vez más es evidente la relevancia de fomentar estrategias de conservación que complementen los enfoques tradicionales de preservación ambiental (que se conciben como áreas sin gente) y que además eviten ahondar o crear nuevos conflictos sociales en torno a las políticas de conservación (UICN, 2007). En el Atlas de Justicia Ambiental (2015), donde se incluyen solo algunos registros, se reconocen en el mundo 139 conflictos por conservación, de los cuales por lo menos 37 se ubican en América Latina.
Aterrizar las discusiones sobre equidad en la práctica implica incluir indicadores acordes: por ejemplo, importan los árboles sembrados y bosques conservados, pero también la manera cómo se realizan dichas estrategias de conservación.
Los resultados y los medios utilizados son igual de relevantes. Algunos fondos climáticos y propuestas académicas proponen indicadores de equidad asociados por lo menos con tres niveles: reconocimiento, procedimiento y distribución de costos y beneficios (Zafra-Calvo et. al, 2017).
Estos van mucho más allá de los indicadores desagregados por género o diversidad pues supone: dirigir actividades a reconocer y fortalecer las propuestas y prácticas diversas de conservación ambiental; incluir indicadores de participación efectiva, reglas, planes o acuerdos de manejo y su implementación (teniendo en cuenta a las mujeres en las estructuras de decisión); y contar con diagnósticos que permitan entender los costos de las prácticas de cuidado ambiental por parte de los pobladores locales (que pocas veces se tienen en cuenta) y los resultados de los mismos.
Sostenibilidad y figuras de conservación
La sostenibilidad es una de las discusiones más apremiantes de la conservación: lograr que las actividades se mantengan en el tiempo, tengan legitimidad y se impulsen por diversos actores comunitarios, gubernamentales y privados.
Las estrategias de conservación incluyen: acciones de control y recuperación, reducción del impacto ambiental, mecanismos legales y áreas de conservación in situ y ex situ. Las estrategias in situ han sido sustanciales en América Latina para la conservación de la biodiversidad. Además de los parques naturales y reservas forestales, se incluye más recientemente la figura de las OMECs (Otras Medidas Efectivas de Conservación basadas en áreas) cuyo registro mundial está en construcción.
¿Cuál es el aporte a la sostenibilidad que se espera fortalecer con esta figura?
OMECs
El reconocimiento de las OMEC parte de la necesidad de la Convención de Diversidad Biológica (CDB) por fortalecer aquellos territorios que se encuentran por fuera de áreas protegidas pero que son custodiados por actores locales y consiguen resultados positivos en la conservación de los ecosistemas, la biodiversidad, sus servicios y valores culturales asociados.
Estas medidas abarcan una amplia gama de figuras: sitios Ramsar, Territorios Conservados por Pueblos Indígenas y Comunidades Locales (TICCAS), áreas de pesca responsable, entre otras. En términos sociales y de gestión, la sostenibilidad de las OMEC radica en que las reglas de manejo pueden ser propuestas por las mismas comunidades y concertadas con otros actores institucionales con sistemas de monitoreo claros. Esto permite reducir uno de los principales riesgos para la sostenibilidad de las medidas de conservación: la imposición de reglas de manejo desde arriba que no son aceptadas ni incorporadas localmente.
En cuanto a la sostenibilidad económica, se permite el desarrollo de actividades productivas sostenibles que generen ingresos para el bienestar de las comunidades locales y para la inversión en apuestas de conservación. Ejemplos de esto se pueden encontrar en actividades de ecoturismo, apicultura, agroecología, sistemas silvopastoriles, entre otras.
Diversidad
La UICN y las Naciones Unidas afirman que las metas de conservación necesarias para mitigar la crisis ambiental y el cambio climático sólo se podrán cumplir mediante la inclusión efectiva de los pueblos indígenas y las comunidades locales, quienes custodian más de 43.5 millones de km2 de las tierras y aguas continentales (WWF, UNEP-WCMC et. al, 2021). Es por esto que la plataforma IPBES impulsa el reconocimiento y el respeto por la diversidad de conocimientos, prácticas de manejo ambiental, medios de vida y formas de habitar el territorio que tienen los pueblos indígenas, las comunidades locales y las mujeres.
Esta diversidad cultural es cada vez más relevante para la conservación y continuamente se suman más voces para buscar maneras de conservación desde el manejo territorial comunitario. En Colombia las Zonas de Reserva Campesina (ZRC) han hecho un llamado por reconocer las múltiples estrategias de desarrollo sostenible articuladas con el manejo comunitario de áreas de páramo, bosques, sabanas y humedales.
Uno de los casos icónicos en el país es el de la Asociación del Valle del Río Cimitarra, pues en su ZRC ha planificado actividades de recuperación de caños y ciénagas, reforestación, educación agroecológica y ha concertado arreglos comunitarios de, por ejemplo, restricción de la pesca durante los periodos de desove de los peces (ACVC, s.f.). Además, allí se trazó una línea amarilla para delimitar una reserva forestal de conservación de los bosques húmedos montanos y de las especies de alto interés como el jaguar (Osejo et. al, 2018).
El papel de las mujeres en la conservación ambiental
El reconocimiento de la diversidad implica entender e incluir la manera en que las mujeres y niñas de las comunidades locales suelen desarrollar actividades de menor remuneración pero que tienen una función central en la conservación y la custodia de los conocimientos socioecológicos tradicionales: la recolección de plantas, hierbas medicinales, hongos, semillas, frutos, etc. La inclusión activa de la diversidad de conocimientos y roles de las mujeres en las iniciativas de conservación puede mejorar los resultados de gestión ambiental (FAO, 2013; GCF, 2017; GEF, 2018).
Un estudio sobre 290 grupos forestales en cuatro países mostró que los grupos liderados por mujeres lograban mayor eficiencia en el aprovechamiento e inclusión en el acceso a los servicios del bosque (Castañeda et. al, 2020). En otros casos se ha encontrado que los proyectos industriales liderados por mujeres tienen resultados positivos en la implementación de energías alternativas, reciclaje, reducción del uso de recursos y prevención de la contaminación (Aguilar et. al, 2015).
Incluir para conservar
Reconocer la diversidad de relaciones que existen entre los múltiples grupos sociales y la conservación ambiental permite mejorar el conocimiento sobre la naturaleza y las múltiples posibilidades de conservarla. Esto desafía la noción de que la conservación sólo se puede realizar desde una única perspectiva y permite involucrar los conocimientos ecológicos tradicionales.
En el largo plazo, la inclusión de las comunidades locales permite articular diversos tipos de conocimiento y así diseñar soluciones ambientales que se ajusten a las problemáticas y necesidades de los contextos locales. La integración de la sostenibilidad ambiental y la inclusión social es un principio básico del desarrollo sostenible pero, sobre todo, es un tema esencial para mejorar la calidad del ambiente y de la vida de las personas en la región.
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