La diversidad de las culturas de los pueblos indígenas de Latinoamérica y el Caribe les ha provisto de fuentes de resiliencia para sobrevivir a una crisis frente a la cual son particularmente vulnerables. Cada 21 de mayo se celebra el Día de la Diversidad Cultural para el Diálogo y el Desarrollo, un buen momento para recordar la importancia de lo que la diversidad de las culturas de los aproximadamente 800 pueblos indígenas de América Latina y El Caribe (CEPAL, 2020) aporta a la región.
Hugo Us, especialista senior en Desarrollo Social del BID, explica que en el caso de muchos pueblos indígenas, sobre todo aquellos que viven de forma aislada y son de población escasa, la pandemia literalmente “amenaza su existencia”. Us explica que, para pueblos constituidos por pocos individuos, el COVID-19 representa un riesgo de que estos desaparezcan para siempre. Un informe de OXFAM (2020) menciona además que en la mayoría de los pueblos indígenas, quienes transmiten conocimiento ancestral sobre “el idioma y la cultura, la medicina tradicional o la protección del medio ambiente” son los adultos mayores, los cuales tienen mayor riesgo de morir por COVID-19, llevándose valiosos saberes con ellos. El COVID-19 ya se ha llevado la vida de importantes líderes indígenas, como fue el caso de Santiago Manuin en Perú, del cacique Aritana Yawalapiti en Brasil, o de Luis Fernando Arias en Colombia.
La cultura como fuente de resiliencia
Aun así, las mismas culturas que están en riesgo están demostrando ser una herramienta de resiliencia frente a la crisis que las amenaza. ¿De qué forma?
- Los conocimientos sobre cultivos tradicionales pueden ser una herramienta para la seguridad alimentaria: Hugo Us explica que para ciertos pueblos indígenas, sobre todo aquellos rurales, la independencia en términos alimentarios puede ser un aspecto fundamental para hacer frente a la pandemia. En sus observaciones de los pueblos Bribri-Cabécar y Ngäbe-Buglé de Costa Rica, Carlos Borge, consultor senior del BID, reportó cómo asociaciones de desarrollo indígena (ADIIs) “promovieron la siembra de cultivos de autoconsumo, el trueque de alimentos e hicieron gestiones con el Gobierno” durante la pandemia para lograr seguridad alimentaria, y concluyó que “las familias con sistemas de autoconsumo bien montados tienen mayor capacidad de resiliencia”. En declaraciones de la OACDH (2020), se menciona la misma conclusión.
Sin embargo, como consecuencia de la pandemia, OXFAM (2020) afirma que las restricciones a la movilidad impuestas por los gobiernos pueden dificultar “el acceso a alimentos en comunidades que ya sufrían carencias”.
- La medicina tradicional como alternativa: frente a la dificultad de acceso o ausencia de servicios de salud apropiados, muchos pueblos originarios han recurrido a prácticas y medicinas propias como forma alternativa de cuidado.
Este es el caso de las Comadronas en Guatemala, parteras de prácticas tradicionales que han mantenido y extendido su atención durante la pandemia. Otro ejemplo interesante es el del pueblo Siekopai, una nación transfronteriza entre Ecuador y Perú, que recurrió a antiguos conocimientos sobre plantas medicinales para la prevención y tratamiento sintomático del COVID-19. En Costa Rica, Borge también reportó cómo los médicos tradicionales de los Cabécares y los Bribris han instruido a la población sobre la enfermedad y aportado a la toma de decisiones en las comunidades.
- La priorización de lo colectivo y comunitario: Carmiña Albertos, especialista principal en Pueblos Indígenas y Diversidad del BID, explica que los pueblos indígenas se rigen por una economía tradicional que pone en práctica mecanismos de reciprocidad y redistribución, priorizando lo colectivo y comunitario sobre la acumulación de recursos. Este aspecto de sus culturas se ve reflejado en el caso de los Emberá en Panamá, donde los miembros del pueblo con acceso a cultivos en la zona del Darién recolectaron bananos y otros alimentos y los compartieron con otros Emberá que vivían en la ciudad y los necesitaban más.
- La práctica de su autogobierno mediante medidas de contención lideradas por sus autoridades ancestrales: Algunos territorios lograron organizarse de forma rápida, efectiva y temprana frente a la diseminación del COVID-19. Un ejemplo es Raqaypampa, una de las tres Autonomías Indígenas Originario Campesina de Bolivia. Allí, una Asamblea de Comunidades tomó medidas de emergencia frente al COVID de forma autónoma, como el control de personas que ingresan a la comunidad, y la aplicación de cuarentenas. Albertos también destaca los casos del pueblo Guna en Panamá, o los Nasa en Colombia, que cerraron sus fronteras de forma temprana gracias a la fuerte gobernanza de sus autoridades. Por otro lado, de sus observaciones de los Bribri-Cabécar y Ngäbe-Buglé, Borge concluyó que “la enseñanza más importante es que la capacidad de auto gobierno y auto gestión es determinante para atender situaciones de pandemias”.
Si bien estos casos representan formas importantes de superación, sin acompañamiento de los gobiernos, no son suficientes para atenuar los enormes impactos que deja atrás la pandemia de COVID-19. Diversos países de la región han aplicado medidas específicas para proteger a los pueblos indígenas frente a la pandemia (FILAC, 2020), pero el desafío de lograr políticas que se adapten a las prácticas, lenguas, y cosmovisiones de estos pueblos se mantiene vigente. Carmen Martín, consultora del BID, explica: “aún es necesario encontrar formas más horizontales de abordar crisis como estas; por ejemplo, con la participación y coordinación con comités y asociaciones especializados, gobernanza indígena y sociedad civil”.
Desde el Banco estamos comprometidos con la generación de políticas públicas y herramientas que nos permitan tener sociedades más inclusivas, contemplando así la diversidad de las poblaciones de toda Latinoamérica y el Caribe en todas nuestras operaciones. También queremos expandir e impulsar el desarrollo con identidad para los pueblos indígenas y dar a conocer la importancia del trabajo con aquellos que más han sufrido el impacto de la pandemia, cerrando brechas e identificando oportunidades de crecimiento a futuro.
Apoyar a los pueblos originarios a preservar su identidad es un objetivo loable. Pero no olvidar que se corre el riesgo de crear rechazo a la participacion como ciudadanos del estado-nacion. Por mas debil o inconsistente sea el gobierno del estado, no es de beneficio que se rechaze por politicas comunitarias de una preservacion de identidad mal entendida. Muchas ONGs y organismos multilaterales promueven estos proyectos pero a veces causan discordia y desconfianza entre los ciudadanos entre regiones del mismo pais.
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