En muy pocos años hemos pasado de no saber qué era el “cloud computing” o “la nube de internet” a tener prácticamente toda nuestra vida colgada en la red. Hoy seguramente nadie se asusta por “subir a la nube” las fotos, los videos o cualquier documento privado. Esta progresión imparable de internet ha seguido avanzando hasta llegar a un concepto que escuché hace unas semanas y me llamó poderosamente la atención: la “nube humana”. Es el neologismo que se ha acuñado para hablar de las nuevas formas de tele-trabajo, cada vez más frecuentes. ¿Qué implicaciones tienen estos nuevos arreglos de trabajo sobre el mercado laboral?
La “nube humana” se presenta como una evolución del “outsourcing” hacia los micro-trabajos (y no tan “micro”) con proveedores globales que trabajan bajo demanda y, a menudo, a precios muy competitivos. Las empresas pueden tener todo su talento humano en el ciberespacio, en la nube, y pueden emplear a trabajadores que, desde el bar de al lado o desde la otra punta del mundo, realizan todo tipo de tareas. Un negocio que, según citaba Financial Times, ya representa un mercado de entre 2.8 y 3.7 mil millones de dólares al año. Y no sólo hablamos de programadores e informáticos, que serían los perfiles más familiarizados con la red: en la nube encontramos también a contables, diseñadores gráficos, traductores, arquitectos… Si se puede enviar por internet, se puede contratar en la nube. Sin compromisos, ni sindicatos, ni convenios colectivos.
Para millones de trabajadores, la nube humana abre grandes oportunidades para conseguir trabajos a través de la red y muchos podrían convertirlo en su fuente principal de ingresos, más o menos estables. A las empresas les permite diversificar su abanico de proveedores y conseguir resultados en tiempo récord. Tener programadores en la India permite, por ejemplo, que un problema informático o la actualización de una web que encargamos anoche esté resuelto a primera hora de la mañana cuando regresamos a la oficina. Fácil, rápido, y a menudo con precios pactados en una especie de subasta a la baja, y con trabajadores que, gracias a la valoración de sus servicios previos, tienen una reputación bien acreditada.
Sobre el papel, la llamada “internacionalización del talento” sería la solución perfecta a la brecha de habilidades y a la falta de trabajadores cualificados. Pero no todo son ventajas. De la misma manera que podemos tener nuestras suspicacias y temores por la seguridad y privacidad de los archivos que subimos a la nube, estas nuevas formas de contratación también presentan sus puntos más oscuros. ¿En qué condiciones trabajan estos freelancers? ¿Pagan impuestos o tienen algún tipo de seguridad social? ¿La nube les da más oportunidades, o se convierte en un mercado de competencia feroz que fuerza los precios a la baja, hasta llegar a la explotación laboral?
Para América Latina y el Caribe, la irrupción de la nube humana tiene matices particulares. Estas nuevas formas de trabajo ¿mejorarían o empeorarían un mercado laboral donde más de la mitad de trabajadores son informales? ¿Permitiría que los trabajadores sean más productivos? ¿Sería una buena fórmula para romper el círculo vicioso de los empleos precarios de la región?
Sea como sea, está claro que la nube ha llegado también a las relaciones laborales, y ha llegado para cambiar el status quo de la misma forma disruptiva que ya revolucionó ámbitos tan diversos como el consumo y la distribución de la música (pensemos en itunes o en spotify), las agencias de viaje o el mundo de los taxis (como ha hecho uber). Ahora debemos escoger si escondemos la cabeza como el avestruz o si aceptamos esta nueva realidad y logramos que estas nuevas oportunidades de trabajo no se impongan a costa de empeorar la calidad de las condiciones laborales.
Myriam dice
Me parece que esta forma de contratación perjudica la seguridad social de los países, basada en aportes sobre los salarios, tanto de trabajadores como de patronos, e incluso del Estado. Esta personas tampoco son necesariamente bien pagadas ni tienen información completa de lo importante que es la seguridad social para tener acceso a la salud, a una pensión.
Si bien se facilita la contratación para las grandes empresas, también se les bajan los costos y no se sienten responsables, ni lo son, por hacer aportes a la seguridad social.
Me parece que debe haber una regulación fácil de aplicar, pero no tengo idea cómo.