La perspectiva de que una persona alcance una edad centenaria ha crecido de forma extraordinaria desde principios del siglo pasado. Según un estudio del departamento británico de Trabajo y Pensiones, un niño nacido hoy tiene ocho veces más probabilidades de llegar a ser centenario que hace ochenta años. En el estudio se estima que, para 2066, la población centenaria en el Reino Unido llegará a 500.000 habitantes (incluyendo escoceses supuestamente).
Según el médico y biofísico Roland Morea, autor del libro “La inmortalidad para mañana”, en el año 2027 la práctica totalidad de los nacidos en Francia ese año alcanzarán los 100 años. De acuerdo al estudio “Estimación del rango medio para centenarios en USA” (U.S. Census Bureau), en el año 2000 había en Estados Unidos 72.000 personas centenarias, con una estimación para 2050 de 834.000 ciudadanos con más de 100 años. Para la población mundial se estima un crecimiento entre 2005 y 2050 del 746% para el rango de más de 100 años.
Tradicionalmente se ha venido situando el límite biológico en 120 años. Sin embargo, la francesa Jeanne Calment ostenta el récord de longevidad verificada con 122 años (según Gerontology Research Group). Por el género masculino fue el japonés Jiroemon Kimura el más longevo con 116 años. Son las mujeres las que alcanzan edades más elevadas. Las únicas personas que quedan con vida nacidas en el siglo XIX son del género femenino (seis a julio de 2014).
Se considera supercentenario al que alcanza los 110 años. A julio de 2014 había comprobadas 75 personas supercentenarias con vida (GRC), de las cuales sólo dos eran hombres. Por lugar de nacimiento, Japón tiene 27 personas y Estados Unidos, 19, habiendo en Latinoamérica sólo una persona de México y otra de Guayana Francesa.
La cuestión es si los casos de personas supercentenarias representan una aberración estadística o hay una base biológica que sustente un incremento en su número en el futuro. A la vista de las proyecciones más recientes, parece que el límite de los 120 años se ha quedado obsoleto para los estudios actuariales y proyecciones socioeconómicas, por lo que resulta necesario contemplar una edad más elevada.
Un estudio realizado en España sobre la población centenaria (unos 10.000, dos tercios de ellos mujeres) describe algunas de sus características: la mitad son independientes, lo que supone que no necesitan ayuda para sus actividades habituales, viven en un medio ambiente saludable, tienen a su alcance una buena asistencia sanitaria y presentan un nivel bajo de colesterol.
La longevidad se atribuye en un 25% a factores genéticos y en un 75% al estilo de vida: hábitos saludables nutricionales y de ejercicio, relaciones sociales y actitud vital positiva. Características comunes a todas las personas centenarias es que no han sido obesas y no han fumado o han fumado muy poco. Así pues, quien quiera fomentar su vocación centenaria ya tiene algunos factores a trabajar.
Todos estos aspectos demográficos tienen un impacto directo en las pensiones públicas, tal como se analiza en el libro Mejores Pensiones, Mejores Trabajos, no sólo porque hay más población de más de 65 años, sino también porque se alarga progresivamente el número de años que los estados deben pagar esa pensión a los jubilados.
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