La brecha de habilidades es uno de los principales retos para el desarrollo de América Latina y el Caribe. Algunas cifras recientes evidencian cómo la falta de trabajadores con perfiles calificados para responder a las necesidades de las empresas se ha convertido en un obstáculo para el crecimiento económico. En el conjunto de la región, una de cada tres empresas asegura que la falta de preparación de la fuerza laboral es un obstáculo serio o muy serio para sus operaciones. En algunos países, como Argentina, Brasil y Chile, nueve de cada diez empresas no encuentra trabajadores calificados para cubrir sus vacantes. ¿Es que no hay mano de obra disponible? Si miramos a las cifras de desempleo, o a los 22 millones de NiNis (jóvenes que ni estudian ni trabajan) de la región, cabe pensar que debería haber suficientes trabajadores deseosos de cubrir esas vacantes. ¿Cuál es el problema, entonces?
Entre las habilidades de las personas que buscan un empleo y las competencias que éstas requieren hay una desconexión importante, como si un terremoto hubiese creado una inmensa brecha entre la formación que se da a los trabajadores y las necesidades del mundo del trabajo. Desde hace siglos y hasta hace unos años, el sistema educativo estaba perfectamente diseñado para convertir a los estudiantes en futuros trabajadores. Pero la revolución tecnológica ha tenido una consecuencia muy directa en el mercado laboral: hoy sabemos que el 65% de los mejores trabajos de la próxima década todavía no están inventados. ¿Cómo se puede formar a la fuerza laboral para unos trabajos que aún no existen? Si las escuelas no se adaptan, arrojan a miles de alumnos a un mercado laboral que se ha movido y en el que no hay demanda para absorber esa fuerza laboral.
¿Cómo se puede cambiar esta situación? Sin duda, la respuesta no es sencilla, ni hay una receta única. Pero en términos muy generales, podemos decir que en vez de un modelo guiado por la oferta del sistema educativo (como el que ha regido hasta ahora) debemos evolucionar a modelos donde el sector productivo –la demanda– participe activamente en el diseño de los planes de estudios; en determinar las habilidades y competencias que necesitan los trabajadores del futuro; y donde se implique con programas de pasantías y de formación en el puesto de trabajo. Y, sobre todo, modelos de formación más dinámicos, que permitan garantizar una constante actualización y adaptación a las necesidades del sector productivo.
En muchos países que han afrontado situaciones similares encontramos soluciones innovadoras que pueden inspirar iniciativas en múltiples ámbitos en nuestros países para conectar mejor la formación para el trabajo con las necesidades del sector productivo. Estas experiencias han formado parte del contenido de los foros internacionales ‘TransFormación: habilidades para la productividad’, que han acercado a la región (y lo seguirán haciendo en próximas fechas) las experiencias de países como Corea, Australia, Reino Unido y Suiza, entre otros. Con estos eventos, desde la Unidad de Mercados Laborales del BID queremos facilitar un cambio de paradigma que permita fortalecer el trabajo conjunto entre los sectores productivo y formativo.
JOSE dice
excelente articulo, me fascino, porque explica las realidades de nuestros pueblos