Hay cosas, como hacernos un chequeo médico o comprar un seguro de accidentes, que, aunque sabemos que es importante hacer, vamos posponiendo porque las urgencias cotidianas nos arrastran. ¡Cuántos dramas se pueden ahorrar cuando se actúa a tiempo, antes de que aparezcan los problemas, o al menos cuando éstos son todavía incipientes!
Ahorrar para la vejez es una de esas cosas que sabemos que tenemos que hacer, pero para la que nunca encontramos un momento. Las personas somos malas planificando en temas que nos cuesta enfrentar, tales como nuestro ocaso físico o nuestra finitud. Pero los Estados también sufren de problemas de inconsistencia temporal, ya que al fin y al cabo están conformados con los votos de personas que sufren de cortoplacismo. Y para los países de América Latina, el futuro de las pensiones representa un desafío de dimensiones particularmente complejas, por varias razones:
En primer lugar porque la población, aunque joven, está envejeciendo rápidamente. En 2050, por cada pensionista que haya en la región sólo habrá dos trabajadores en activo, mientras que en el año 2000 había 10 personas en activo por cada jubilado.
Segundo, porque el mecanismo de contribución obligatorio no está funcionando. Un 44 por ciento de los asalariados de América Latina no contribuye para una pensión, debido a la gran proporción de trabajadores informales de la región. Además, en muchos casos, los que trabajan por cuenta propia (que constituyen casi un tercio de la fuerza laboral en la región) tampoco están obligados a contribuir a la seguridad social.
Además, la mayoría de los afiliados, particularmente aquellos de bajos ingresos, pasan de la formalidad a la informalidad fácilmente y, por tanto, contribuyen muy irregularmente. Por ejemplo, en Perú, el 40 % de los afiliados al sistema privado de pensiones ha contribuido menos de una cuarta parte de su vida laboral. Y, dado que muchos sistemas de pensiones imponen límites mínimos en los años de contribución, muchos afiliados no se pensionarán a pesar de haber contribuido durante parte de su vida.
Así las cosas, los países ya no tan jóvenes de América Latina están en su mayoría ahorrando muy poco para su vejez. No se trata tan sólo de afinar tasas de contribución o edades de jubilación para aquellos que han contribuido por muchos años. El gran problema, el elefante en la sala, es la falta de ahorros para la vejez de la mayoría de la población. ¿Se va a ignorar el problema hasta que una mayoría de ancianos fuerce una reforma tarde y mal? Serán muchos votos y puede salir muy caro satisfacerlos. Es el momento de emprender una senda de ambiciosas reformas que promuevan sostenibilidad, equidad y universalidad en los sistemas de pensiones de la región.
Este artículo es un resumen de la columna publicada en Foro Económico el 10 de julio. Aquí tiene disponible la versión íntegra del artículo original.
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