Para los que vivimos en América Latina, la gran cantidad de trabajadores informales que existe en nuestra región no es una novedad: comerciantes en la calle, conductores de buses, pequeños emprendimientos de subsistencia… Todos son parte de lo que le da color a nuestras ciudades e incluso parece atraer a los turistas. Los programas y promesas para apoyar a estos trabajadores e intentar darles acceso a pensiones en su vejez y salud a lo largo de su vida son cuestiones que todo gobierno incluye en su plan de trabajo. Y eso tiene sentido porque todo trabajador informal quiere mejorar. ¿Correcto? Pues a veces parece que no…
Varios estudios en la región han intentado entender por qué los procesos de transformación laboral de sectores como el transporte público urbano han tenido tan mala acogida e incluso oposición por parte de los trabajadores del sector. Uno pensaría que proponerle a alguien trabajar menos horas, tener un ingreso fijo y contar con acceso a salud y pensiones es una oferta difícil de rechazar. Sin embargo, los encargados de llevar a cabo estos programas han descubierto en muchos casos que el nivel de oposición y conflicto social que generan puede incluso detener su puesta en marcha.
Por eso vale la pena detenernos a analizar los factores que afectan la voluntad de estos trabajadores de incorporarse a un nuevo modelo modernizado de transporte y al nuevo esquema de trabajo. Al hacerlo encontramos varios factores que juegan en contra de estos programas.
Tenemos que recordar que hablamos de personas que llevan mucho tiempo haciendo las cosas de un determinado modo y que tienen naturalmente una resistencia al cambio que aumenta cuando la propuesta de modernización no garantiza que ellos podrán participar de los nuevos modelos. Aquellos programas que no han concertado el proceso de transformación laboral con los actores, no han garantizado espacios para los trabajadores y han propuesto en cambio modelos de libre competencia donde toda persona pueda presentarse a las nuevas vacantes, se han enfrentado con mayores problemas sociales. Especialmente de los grupos que por su edad tienen miedo de perder su actual fuente de ingresos y no poder aprender las habilidades necesarias para conseguir una nueva.
El dicho “más vale pájaro en mano, que cien volando” se aplica a muchos trabajadores que saben que su fuente de ingresos es mala, pero que temen acabar peor. Las encuestas que se realizan a los trabajadores de sectores como el transporte público urbano señalan que no están contentos con su calidad de vida, pero extrañamente muestran una altísima resistencia a cambiar el modo en que se hacen las cosas, en especial cuando los modelos de modernización de los sectores no están consensuados con ellos.
Para los simples peatones que vemos estos procesos, muchas veces nos surge la pregunta de por qué estos cambios que benefician a todos son tan difíciles. Las lecciones aprendidas nos hablan de la necesidad de procesos de consenso, donde los trabajadores de un sector reciben alternativas reales para mejorar su calidad de vida. La confianza que deberá ganarse la autoridad encargada de llevar a cabo procesos de reforma como estos, se basa en justamente la participación de los actores.
No es que no quieran ser formales, es que tienen miedo al modo en que eso se hará. Y eso debería guiar la forma en que ponemos en práctica procesos de modernización y transformación laboral, recordando siempre su veta social y la importancia de considerar a las personas con las que trabajamos.
*El coautor de este artículo es Alexandre Bagolle, consultor en la Unidad de Mercados Laborales y Seguridad Social del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
Lilian dice
Creo que también es interesante pensar los aspectos culturales y sociales que llevan a las personas a preferir no tener una estabilidad económica a cambio de otras cosas que consideran importantes, mas tiempo al aire libre, independencia de un jefe, libertad para manejar su tiempo. A veces los procesos no tienen en cuenta estos factores y quizá valdría la pena revisar como ajustar la economía a diferentes formas de vida y no que la vida se ajuste a la economía.
Manuel Urquidi dice
Es verdad que mucha gente busca otra clase de incentivos, pero no necesariamente son excpluyentes, creo que el reto es lograr buenos empleos que sean adecuados en todos los sentidos. Existen en otros países ¿Por qué no transitar hacía ellos? Justamente los procesos de socialización deberían proveer a los que hacen políticas de empleo y a quienes trabajamos en el sector para lograr esto. ¿Qué opinas?
Ena dice
Estoy de acuerdo con Lilian, por experiencia personal puedo decir que el estudio debe tener como punto de partida los aspectos antropológicos, socio y psicológicos. ya que la formalización llega a ser muchas veces irrelevante en comparación con la sensación de libertad de acción que la persona desea tener; aún a costa de un mayor sacrificio personal.y hay muchos etc. de los que se podrían seguir comentando.
Johanna Ortiz dice
Excelente artículo, ésto me lleva a pensar que el sector informal, debe ser capacitado e integrado a grupos para hacer un cambio de paradigmas y profesionalizarse en su área.
Jose Luis Altamiza dice
Buen análisis. Sería importante incluir el costo de la formalización que se traduce en trámites emgorrosos, permisos y gestiones excesivas, y sobre todo la corrupción del aparato estatal.
Manuel Urquidi dice
Uno de los retos justamente es ese José Luis: lograr simplificar los trámites y hacer que ser formal sea más fácil. Muy buen punto.
Pamela Quintanilla dice
Encuentro interesante el tema abordado en el articulo, no obstante no me quedan claros que factores determinan el rechazo a la formalización, solo logro identificar uno la resistencia al cambio, cuales son los otros?
Considero que el miedo no es un aspecto que determine el rechazo a la formalidad, sino por el contrario, la informalidad se transforma en un escenario con mayores beneficios, que se traduce en mejores ingresos, independencia y por supuesto informalidad como tal (no existo un compromiso).
Quizas uno de los aspectos mas determinantes del rechazo a la informalidad es el retorno que uno recibe. Si un microempresario cumple con todas las formalidades, esto se traduce en aproximadamente un 40% de sus costos, lo que a su vez se traduce en porcentaje minimo o nulo de ganancia; por otra parte el costo de ser formal no se traduce en un mejor servicio de salud o mejor educación, simplemente es pagar mas por lo mismo; en otras palabras la relación costo-beneficio, tiende a la perdida.
Por ultimo, ser formal en Latinoamérica no significa trabajar menos horas o tener un sueldo fijo, mas por el contrario trabajar mas y un sueldo variable.