Cuando oigo hablar –cada vez más frecuentemente– de la brecha del talento, mi reacción instintiva es preguntarme ¿a cuál de todas las brechas te refieres? Porque me parece que no hay una sola causa que explique los problemas de productividad laboral en América Latina y el Caribe, sino que hay un amplio espectro de flaquezas que están minando un crecimiento a mediano plazo en la región.
Por un lado, encontramos las debilidades del sistema educativo. Pese a los significativos esfuerzos que se han hecho, un 40% de los jóvenes (de 24 a 34 años) y un 30% de los adultos (de 35 a 64 años) no han superado la educación secundaria completa (EPH 2009-2010). Y un 48% de los jóvenes que llegan al mercado de trabajo sean incapaces de entender un texto básico y que un 62% no pueda realizar cálculos simples (OECD, 2010 y Desconectados 2012).
Más aún, cada vez parece más claro que lo que hace crecer a los países no es necesariamente la duración de la etapa formativa (la cantidad de años que una persona ha estudiado) sino las habilidades de los trabajadores. Evidencia reciente revela que las habilidades de la fuerza laboral –y no los años de educación- explican entre la mitad y dos terceras partes de la variación del ingreso per cápita de los países (Hanushek 2012). Los jóvenes tienen falencias básicas de lengua y matemática. Y si bien para los adultos todavía no existen demasiadas mediciones –por suerte están apareciendo las primeras (OECD 2012-13)-, cuesta pensar que los trabajadores adultos no tengan déficit de habilidades.
Además de las falencias provenientes de la educación, las estructuras productivas en la región vienen modernizándose y cambiando rápidamente, y los empleadores confirman reiteradamente una demanda de habilidades insatisfecha y aseguran que la falta de habilidades es un obstáculo importante para el crecimiento de la productividad. Un tercio de las empresas de ALC -69% en Brasil, 56,6% en Argentina, 10.4% en México- identifican a la formación inadecuada de los trabajadores como el más grave de los obstáculos para sus operaciones y como una dificultad principal para la innovación (Banco Mundial 2010). Alrededor del 90% empresarios en Argentina, Brasil y Chile señala que no encuentran las competencias que necesitan para producir competitivamente (Desconectados, EDU-BID 2012).
Ante un panorama tan complejo, la pregunta que debemos hacernos todos -hacedores de política, formadores, individuos y empresarios- es si estamos invirtiendo para subsanar contundentemente estas brechas de habilidades de la fuerza laboral presente y futura. Ojalá no haya que esperar crisis económicas que afecten a la región para entender el costo de oportunidad de no tomar al toro por las astas.
Autor foto: Anton Malan
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