La semana pasada estuve en Ecuador. El flamante nuevo aeropuerto de Quito ilustra la gran transformación que está sufriendo este país andino. El único inconveniente es que está aproximadamente a una hora de la ciudad. En el aeropuerto tomamos un taxi, conducido por Martín, un afable conductor que le gusta hablar con sus clientes. El trayecto es largo. Hablamos de lo lejos que está este nuevo aeropuerto de la ciudad y me interesó si esto es bueno o malo para los taxistas. Me dice que, igual que ingresan más, gastan más plata en gasolina y en mantener el coche. Dado que acabo de terminar un libro de pensiones, le pregunto si cotiza. Espero que me conteste que no, o que cotizó en algún momento pero que ya no lo hace, que la vida es cara y que no se lo puede permitir, que el Estado nunca va a pagar las pensiones, o alguna de las múltiples respuestas a las que me he enfrentado tantas veces al formular esta misma pregunta.
Ante mi sorpresa, Martín me cuenta que lleva 35 años cotizando a la seguridad social, que ya lo hacía cuando era sastre y que siguió haciéndolo cuando compró el taxi, hace 15 años. Sigue hablando y me da toda una lección de lo importante que es ahorrar para el futuro y que el otro día fue al Instituto Ecuatoriano de la Seguridad Social y le dijeron que en cuanto cumpla los 60 años ya es elegible para jubilarse.
Lamentablemente la historia de Martín es muy atípica en América Latina y el Caribe. Solo 2 de cada 10 trabajadores por cuenta propia cotizan, muchos de ellos por periodos de tiempo tan cortos que jamás alcanzarán los ahorros suficientes para financiarse una jubilación.
La primera consecuencia de un sistema previsional sin cobertura es que los adultos mayores van a tener que trabajar hasta edades muy avanzadas. El 40% de los hombres ecuatorianos de 80 años sigue trabajando. En países como Argentina, Chile, Uruguay o Brasil, donde prácticamente la totalidad de los adultos mayores recibe una pensión, esta cifra es del 10%.
Martín está pensando si jubilarse a los 60 o esperarse hasta los 63, hasta que su hija menor termine la universidad. En cambio, la pregunta para muchos adultos de la región sin pensión es cuándo podrán dejar de trabajar.
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