En América Latina y el Caribe hay actualmente 8 millones de personas mayores con necesidades de cuidados y, debido al rápido envejecimiento de la población, se prevé que esta cifra se triplique para 2050. Para atender las necesidades de los mayores, existe una fuerza laboral de 3 millones de personas cuidadoras remuneradas, y al menos 8 millones de personas cuidadoras no remuneradas en la región.
Sin embargo, quienes cuidan de los mayores se enfrentan a una serie de retos, desde salarios bajos a malas condiciones de trabajo. Estas personas, en su mayoría mujeres, desempeñan un papel fundamental en el apoyo a las personas mayores, pero a menudo se pasan por alto sus propias necesidades y condiciones.
Recientemente el BID lanzó una encuesta en línea para escuchar sus voces. Esta encuesta, disponible en inglés, español y portugués en 25 países de la región, se distribuyó entre personas cuidadoras remunerados y no remuneradas.
Nuestro primer informe de análisis de los resultados, titulado “Cuidadoras de personas mayores: sobrecargadas y mal pagadas“, muestra que las personas cuidadoras remuneradas se enfrentan a cuatro grandes retos: (i) falta de formación, (ii) remuneración inadecuada, (iii) acceso limitado a protecciones sociales y, (iv) entornos de trabajo inseguros.
Los cuatro grandes retos de las cuidadoras remuneradas
Falta de formación
Una de cada tres personas cuidadoras remuneradas trabaja sin ningún tipo de formación, y sólo tres de cada diez han realizado un curso prolongado de 150 horas o más. El Protocolo Iberoamericano de Formación en Cuidados recomienda una formación de al menos 260 horas. Los cursos de menos de 150 horas pueden ser insuficientes para preparar adecuadamente a las personas cuidadoras para las complejidades de su papel. Esta falta de formación no sólo repercute en la calidad de los cuidados prestados a las personas mayores, sino que también limita las oportunidades de las cuidadoras para desarrollarse profesionalmente y progresar dentro del sector.
Baja remuneración, alta responsabilidad
A pesar de la gran responsabilidad que asumen, 7 de cada 10 personas cuidadoras ganan el salario mínimo o menos. Estas trabajadoras prestan un apoyo esencial a las personas mayores –ayudándoles en tareas cotidianas como comer, bañarse y tomar medicamentos–, pero su remuneración no se corresponde con la importancia de su labor. Además, las largas jornadas laborales agravan sus dificultades económicas, ya que muchas de ellas deben trabajar entre 11 y 12 horas diarias durante 5 días a la semana.
Acceso limitado a protección y seguridad social
Sólo el 37% de las cuidadoras remuneradas aportan a la seguridad social, lo que limita su acceso a prestaciones como el seguro médico, las vacaciones pagas o las pensiones. Estas condiciones inciertas son aún peores para quienes trabajan en los hogares de las personas que reciben los cuidados: ellas tienen la mitad de probabilidades de tener un contrato de trabajo por escrito (28% frente al 59% de las cuidadoras que trabajan en entornos institucionales), o de contribuir a la seguridad social (23% frente al 42%). A pesar de este difícil contexto, el 64% de las cuidadoras remuneradas cree que seguirá en esta profesión.
Entornos de trabajo inseguros
Las cuidadoras se enfrentan a menudo a la amenaza de violencia por parte de las personas cuidadas, compañeros de trabajo o supervisores. Un sorprendente 39% de las cuidadoras remuneradas indican que han sufrido abusos verbales en el curso de su trabajo, mientras que el 15% informan de casos de abuso físico. La amenaza de violencia añade otro nivel de dificultad a una profesión que ya es difícil, agravando la carga emocional y contribuyendo al agotamiento de las personas cuidadoras.
Las dificultades añadidas de ser cuidadora no remunerada
Los cuidados no remunerados conllevan cargas emocionales, económicas y sociales adicionales. En respuesta a nuestra encuesta, el 48% de las personas cuidadoras no remuneradas declaró haber dejado de trabajar para cumplir con sus obligaciones de cuidado. Este dato refleja importantes implicaciones en materia de igualdad de género, considerando que la mayoría de las personas cuidadoras son mujeres. Además, 8 de cada 10 cuidadoras no remuneradas carecen de formación formal, por lo que no están preparadas para las complejas tareas médicas y emocionales a las que se enfrentan.
Y, ¿qué se puede hacer?
Es urgente abordar los desafíos a los que se enfrentan las personas cuidadoras remuneradas. Gobiernos, empleadores y sociedades deben trabajar juntos para garantizar que las cuidadoras reciban salarios justos, acceso a seguridad y protección y social y oportunidades de desarrollo profesional.
Estas son algunas de nuestras recomendaciones:
- Invertir en formación es un primer paso crucial. Los datos de la encuesta del BID muestran que la formación está positivamente relacionada con mayores ingresos, menores niveles de estrés y menos síntomas de depresión. Cualquier tipo de formación –ya sea autodidacta o un curso de larga duración– puede mejorar las condiciones de trabajo y el bienestar de las cuidadoras y, en última instancia, mejorar la calidad de los cuidados prestados a las personas mayores. La formación es clave para los sistemas integrales de atención, que requieren cursos adaptados a las distintas poblaciones y tipos de servicios prestados.
- Promover la profesionalización del trabajo de cuidados de larga duración. Muchas cuidadoras se enfrentan a largas jornadas laborales, bajos salarios y limitadas prestaciones de seguridad y protección social. Es poco probable que estas condiciones atraigan el capital humano necesario para satisfacer la demanda de cuidados en un futuro próximo. Para desarrollar la economía de los cuidados y atraer y retener a los trabajadores, los países necesitan políticas que promuevan salarios más altos, contratos de trabajo formales, formación continua y oportunidades de promoción profesional.
- Fomentar la conciliación de la vida laboral y familiar permite a las personas cuidadoras gestionar sus responsabilidades, al tiempo que preservan la estabilidad financiera y fomentan el desarrollo profesional. Los horarios flexibles y las oportunidades a tiempo parcial son fundamentales para las cuidadoras ya que les ayudan a compaginar cargas de trabajo exigentes. El acceso a servicios de relevo también es vital para prevenir el agotamiento y mejorar la capacidad de las cuidadoras para prestar una atención de calidad.
- Impulsar el cambio cultural es fundamental para transformar la forma en que las sociedades consideran al cuidado de personas. El trabajo de cuidado a menudo es subvalorado y considerado como una responsabilidad privada y doméstica, en lugar de un componente esencial de la infraestructura social. Es fundamental un mayor reconocimiento de los cuidados como un servicio esencial que sustenta el bienestar de las sociedades y las economías. Para ello es necesario, en primer lugar, mejorar las condiciones de trabajo de las muchas mujeres que ya se dedican al cuidado de otras personas y, en segundo lugar, animar a los hombres a participar en este tipo de tareas.
Cuidar a las cuidadoras
Las cuidadoras son esenciales para garantizar la calidad de los cuidados de larga duración en América Latina y el Caribe. Sin embargo, su trabajo sigue estando mal pagado, infravalorado y sin apoyo. Invertir en mejores condiciones laborales para las cuidadoras es invertir en el futuro de los cuidados en toda la región. Es hora de garantizar que quienes cuidan de los demás también reciban el cuidado que merecen.
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