Lo escuchamos con frecuencia en boca de numerosos directivos: “Me veo obligado a despedir a algunos trabajadores porque ya no necesito sus habilidades, pero a la vez me es imposible llenar vacantes porque no encuentro personal con las competencias y las calificaciones adecuadas”. Este desfase paradójico, según el Foro Económico Mundial, es perjudicial para todos: desbarata vidas, daña a las familias y a las comunidades, y hace que se pierdan oportunidades de negocios.
Como en el resto del mundo, en América Latina y el Caribe el debate sobre el futuro del trabajo está cada vez más presente. El impacto de las nuevas tecnologías es innegable: está cambiando tanto la forma en que trabajamos como la naturaleza del trabajo mismo. Ciertamente, no todas las tecnologías emergentes alterarán el panorama social. Por eso, en nuestro estudio Servicios sociales para ciudadanos digitales nos enfocamos en las tecnologías que tienen un alto potencial de disrupción en el panorama social. Este panorama incluye un replanteamiento del mercado de trabajo y la subsecuente demanda de habilidades que obliga a las organizaciones a explorar nuevos modelos de negocios.
El impacto de las nuevas tecnologías es innegable: está cambiando tanto la forma en que trabajamos como la naturaleza del trabajo mismo.
Adaptación de competencias, el reto de la fuerza laboral
Según estudios como este de Mulligan o este de Karsten y West, el 65% de los niños que ingresan a la enseñanza primaria hoy en día tendrán trabajos que no existen aún y para los cuales la educación que reciben no podrá prepararlos, lo que exacerba las brechas de competencias y el desempleo en la fuerza laboral del futuro. Para adaptarse las sociedades necesitarán opciones educativas ágiles que ayuden a sus fuerzas de trabajo a readaptar sus competencias.
En la Encuesta de Competencias de Adultos de la OCDE, dos tercios de las personas encuestadas carecen de las habilidades básicas necesarias para funcionar en “entornos ricos en tecnología”. Estas habilidades comprenden no solamente competencias en tecnología de la información, sino también competencias fundamentales (como el procesamiento de la información, autodirección o resolución de problemas) y otras habilidades que hacen más flexibles a los trabajadores. Por otra parte, según las Encuestas de Empresas del Banco Mundial, el 36% de las firmas en América Latina y el Caribe afirman que les resulta difícil encontrar empleados con las calificaciones adecuadas, un porcentaje mayor que en cualquier otra región del mundo, comparado con el 21% en el mundo y un 15% en los países de OCDE.
Los desafíos que plantean las competencias en América Latina y el Caribe no deberían pensarse de forma aislada, sino en comparación con las nuevas geografías mundiales del talento. La expansión de fuerzas laborales con altos niveles educativos y altamente competentes en varios países emergentes (como China e India, entre otros) significa que los países de nuestra región no sólo compiten con mano de obra poco calificada y de bajos ingresos, sino también con fuentes de talento altamente capacitadas en el resto del mundo.
Los desafíos que plantean las competencias en América Latina y el Caribe no deberían pensarse de forma aislada, sino en comparación con las nuevas geografías mundiales del talento.
En este contexto, los países de la región tienen la imperante necesidad de educar y preparar mejor a las personas para esos nuevos puestos de trabajo, a la vez que aplican políticas que ayuden a mitigar el impacto de la automatización sobre los individuos. ¿Cómo hacerlo? En nuestro estudio mostramos iniciativas y oportunidades para aprovechar innovaciones que no solamente están transformando el mercado laboral sino la ciudadanía misma.
Nuevas habilidades y ciudadanía digital
El Foro Económico Mundial acuñó el término DQ (coeficiente digital, por sus siglas en inglés), que mide la facilidad y el manejo de los medios digitales por parte de un individuo. Para dominar las competencias del futuro las personas deben desarrollar tres niveles de DQ: en primer lugar, ciudadanía digital, es decir, la habilidad de utilizar la tecnología y los medios digitales de forma segura, responsable y efectiva; segundo, creatividad digital, es decir, la habilidad de formar parte del ecosistema digital a través de la cocreación de nuevos contenidos y transformando ideas en realidad a través del uso de herramientas digitales; y, tercero, emprendimiento digital, o la habilidad de utilizar medios y tecnologías digitales para resolver desafíos mundiales o crear nuevas oportunidades. El nivel más cuidado de los tres es la creatividad digital, ya que son cada vez más las escuelas que intentan ofrecer a los niños alguna clase de exposición a la alfabetización mediática, programación y hasta robótica, habilidades que se ven como directamente relacionadas con la empleabilidad a futuro y la creación de empleo. A su vez, existen importantes iniciativas en educación que promueven el acceso a la enseñanza de la programación.
También se está estimulando el emprendimiento digital, especialmente a nivel de la educación terciaria. Muchas universidades líderes han adoptado y desarrollado nuevos cursos o iniciativas tales como el tecnoemprendimiento y las hackatones de emprendimiento para incentivar la cultura de la innovación. Hay incluso movimientos globales que nutren el emprendimiento social entre los niños a través de programas de mentores, como la Fundación Mara, y programas escolares, como el Ashoka Changemaker School.
Muchas universidades líderes han adoptado y desarrollado nuevos cursos o iniciativas tales como el tecnoemprendimiento y las hackatones de emprendimiento para incentivar la cultura de la innovación.
La región de América Latina y el Caribe no debe subestimar la importancia de la ciudadanía digital. La capacidad de una persona de utilizar la tecnología y vivir en un mundo digital es fundamental y, por esta razón, se trata de una necesidad que surge desde edades muy tempranas. Todos deberíamos fortalecer nuestro coeficiente digital lo antes posible y, de esta manera, prepararnos para las necesidades de talento que el trabajo dominado por tecnologías emergentes demanda.
*Este artículo cuenta con la autoría de Cristina Pombo.
*Cristina Pombo es asesora del gerente del Sector Social del BID en la estrategia de economía digital, que aprovecha las tecnologías digitales para dar servicios sociales más eficientes a la región. Ha asesorado a la Gerencia de la Oficina de Relaciones Externas y a la Vicepresidencia para Países, y fue especialista de la Oficina de Planificación Estratégica y Efectividad. Antes de unirse al BID, fue asesora en proyectos de innovación juvenil de la Federación Colombiana de Cafeteros y asesora académica del Departamento de Economía de la Universidad del Rosario. |
NESTOR ELEAZAR dice
Muy Buen artículo… Saludos y Felcitaciones!!!!