En otros artículos de este blog se ha hablado acerca de la importancia del ahorro previsional ante una evolución demográfica acelerada y del desafío de obtener una renta digna en la vejez, en un contexto de alta informalidad. Ante todo ello, más allá del necesario aumento en la cobertura de sistemas obligatorios de pensiones, la inclusión de esquemas de aportes voluntarios en los sistemas previsionales aparece como un factor importante.
Muchos países en la región están conscientes de las dificultades que enfrentan los trabajadores en escenarios de bajos salarios e inestabilidad laboral y, por esto mismo, poca capacidad de contribuir a la seguridad social. En Chile, Colombia, México y Perú se han establecido incentivos monetarios a las contribuciones, tratándose tanto de pilares obligatorios como voluntarios. De esta manera, el Estado ha bajado los costos del financiamiento de beneficios de vejez a un segmento de la población al cual le resulta sumamente oneroso el autofinanciamiento, pero que con estos mecanismos puede compartir la carga que esto significará en el futuro para la sociedad. Según un estudio, el éxito de este tipo de esquemas depende en gran medida de la generosidad de los incentivos para atraer incluso a los grupos de renta baja, así como de la interacción con otros mecanismos que ayuden a trabajadores informales a satisfacer necesidades de corto plazo. A su vez, los mecanismos voluntarios se traducen en una fórmula que permite compensar realizando contribuciones cuando éstas pueden ser financiadas realmente.
En México, para el caso de los trabajadores del estado (ISSSTE) se estableció un incentivo importante al aporte voluntario: por cada peso aportado, el Estado contribuye 3,25 pesos más. Así mismo, para todos los cotizantes al sistema de la seguridad social, se han desarrollado canales especiales para que incluso la población con poco o nulo acceso a sistemas bancarios tenga la posibilidad de hacer contribuciones voluntarias a través de las tiendas de autoservicio 7-Eleven y Telecomm ubicadas en todo el país (más información en CONSAR). En Perú, con el objetivo de atraer a más contribuyentes, se ha flexibilizado el uso de los fondos de pensiones. Ahora, las AFPs (Administradoras de Fondo de Pensiones) ofrecen dos esquemas de aportes voluntarios: los esquemas de aportes voluntarios con fin previsional, los cuales como su nombre indica no pueden retirarse hasta la jubilación; y los aportes voluntarios sin fin previsional, que vienen a ser una cuenta de ahorro que se pueden retirar como máximo 3 veces al año, una vez el afiliado cumpla con 5 años de incorporación al sistema o 50 años de edad (más información en Superintendencia de Banca, Seguros y AFP).
Otra forma de incentivar el ahorro voluntario es a través de beneficios tributarios, como en el caso de Chile. Estos beneficios pueden darse a través de una bonificación fiscal, que consiste en un incentivo del 15% del monto anual de ahorro voluntario o del diferimiento de los impuestos a pagar donde el trabajador descuenta el aporte voluntario de los ingresos tributables, dependiendo de la conveniencia del trabajador según su nivel de ingresos. Además, las empresas pueden ofrecer un esquema de Ahorro Previsional Voluntario Colectivo, donde son ellas quienes suscriben los contratos con las entidades administradoras a la vez que complementan el aporte realizado por sus trabajadores.
Fuera de América Latina y el Caribe también se han llevado a cabo esfuerzos en esta misma dirección, como en Kenia, país que comparte el mismo reto que muchos países de la región en cuanto a temas de informalidad y acceso a la banca. A través de Mbao, un esquema de micropensiones a base de ahorro voluntario, el país permite a los trabajadores realizar pequeñas contribuciones sin necesidad de tener a un empleador como intermediario, contribuyendo a la extensión del ahorro provisional al sector informal. Parte de la innovación de este programa es que las contribuciones se pueden realizar de manera muy conveniente a través de Airtel Money, un servicio de la empresa telefónica con el mismo nombre que sirve para realizar pagos, comprar tiempo aire y hasta enviar pagos entre distintos países africanos, y de MPESA, un servicio que permite hacer transacciones bancarias –sin necesidad de un banco– como depósitos, retiros y pagos de facturas a través de tarjetas de prepago y puntos de venta. Uno de los mayores desafíos de este sistema será su efectividad respecto del financiamiento de beneficios de vejez, dado que se trata de ahorro al cual se puede acceder para cubrir otras necesidades y pueden implicar que los montos al final de la vida activa sean extremadamente bajos respecto de lo necesario para financiar una pensión. Esto pone de manifiesto la necesidad de educar a la población en general respecto del costo efectivo del financiamiento de beneficios al momento del retiro del mercado laboral.
Como se puede ver, no solo los países de América Latina y el Caribe se han dado cuenta de la necesidad de contar con esquemas bien diseñados y con el apoyo financiero necesario para satisfacer las expectativas de quienes aportan. En respuesta, se han implementado diversos mecanismos que incentivan a la población –independientemente de su condición laboral– a contribuir voluntariamente, los cuales van desde incentivos tributarios hasta facilidades de pago a través de los celulares. Porque, al final, el incentivo a aportar o no aportar más allá de lo que nos es obligatorio dependerá de que los hacedores de políticas den vuelo a la imaginación y diseñen mecanismos al alcance de la mano. Nuestra vejez depende de ello.
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