8 DE MARZO: DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER.
Decía el tango de Carlos Gardel “que es un soplo la vida, que 20 años no es nada”. ¿Qué son 20 años? En 1995, cuando asistí a la IV Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing, mis hijos tenían 8 y 10 años. Para ellos, los 20 años transcurridos representan la tercera parte de sus vidas, su transición de la niñez a la adultez. Para mí, 20 años dedicados a trabajar por la igualdad de las mujeres.
Por eso, en el marco del Día Internacional de la Mujer y 20 años después de esa emblemática Conferencia cuya Declaración fue suscrita de forma unánime por 189 países, me pregunto: ¿y qué han significado para las mujeres de América Latina y el Caribe?
Lo cierto es que Beijing supuso un punto de quiebre, consiguiendo acelerar de forma considerable los avances en los derechos de las mujeres y la igualdad de género. Los compromisos de la Plataforma de Acción de Beijing llevaron a los países de nuestra región a modificar sus constituciones y reformar sus códigos civiles, crear mecanismos gubernamentales para la mujer y enfrentar la violencia de género.
Y, sobre todo, generaron cambios fundamentales en la autonomía de las mujeres:
- En términos de autonomía económica, las mujeres de América Latina y el Caribe incrementaron su tasa de participación laboral del 45,5% en 1995 al 53,6% en 2012. Esto propició que se redujese la población femenina de más de 15 años sin ingresos propios, que pasó del 49% al 29% en el mismo periodo.
- Con respecto a la autonomía física, la tasa de fecundidad, que ya venía decreciendo desde mucho antes, se situó en 2,16 en 2013, al mismo tiempo que el uso de métodos anticonceptivos entre las mujeres casadas o en unión pasó del 61,3% en 1990 al 72,8% en 2013.
- Y en relación a la autonomía en la toma de decisiones, entre 1990 y 2015 la presencia de las mujeres en las cámaras bajas/unicamerales de los parlamentos pasó del 7% a 25% en América Latina y del 10% al 15% en el Caribe. Hoy 17 países tienen cuotas que exigen la participación de las mujeres en las listas electorales a nivel nacional, regional o local. La brecha en la representación de las mujeres entre países con cuota o sin ella es de 12 puntos porcentuales, indicando que las cuotas han tenido un impacto significativo.
Los temas pendientes
Obviamente esto no es todo. A toda la sociedad, pero sobre todo a nuestras líderes políticas, les corresponde la tarea de atender los temas pendientes. Porque también sabemos que el progreso en la igualdad ha enfrentado interrupciones e incluso retrocesos, y ha alcanzado de manera desigual a las mujeres de la región.
Por ejemplo, estamos aún muy lejos de romper con la segregación ocupacional por género o de asegurar igual pago por igual trabajo. Lejos también de asegurar derechos sexuales y reproductivos –las tasas de mortalidad materna o embarazo adolescente han disminuido muy poco en estos 20 años-, la violencia contra las mujeres continúa cobrándose costos personales y sociales muy altos, y no contamos con mecanismos que garanticen sistemas de cuidado de personas asequibles y de calidad.
Pero entonces ¿qué son 20 años? Para olvidar un viejo amor, como en el tango, nada. Para mis hijos, casi toda su vida. Para mí, la parte central de mi carrera profesional. Para el empoderamiento de las mujeres latinoamericanas, las dos décadas después de la Conferencia Mundial sobre la Mujer en Beijing han supuesto un avance definitivo.
Y creo que es justo reconocer y agradecer el papel que han jugado en ello diversos actores: los gobiernos en la región, que están entendiendo la importancia de acabar con la desigualdad entre mujeres y hombres que impera en la región y limita el progreso de nuestros países; el movimiento de mujeres, sin el cual estos cambios no hubieran sido posibles y que continuará alertándonos sobre los desafíos pendientes; y todas las mujeres que han hecho suyas las nuevas oportunidades y a las que deseo un feliz 8 de marzo.
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