La región del Caribe contiene países con los ingresos per cápita más altos. En términos de desarrollo humano, las naciones anglófonas como las Bahamas y Barbados se encuentran entre los 58 países en el mundo con un nivel de desarrollo humano “muy alto”; Jamaica y Trinidad y Tobago están posicionados en la categoría de desarrollo humano “alto”. Los países anglófonos del Caribe también se encuentran entre los menos corruptos del mundo.
Sin embargo, en la región existe una doble paradoja oculta en el tejido social y alimentada por un sistema patriarcal arraigado. Las mujeres han logrado grandes avances en la educación y la participación laboral, mientras que muchos hombres continúan adoptando e interiorizando una rígida identidad de género y comportamiento masculino, perjudicando tanto a los hombres como a las mujeres en el hogar, la escuela y el trabajo.
El hogar es un sitio peligroso para aproximadamente 1 de cada 3 mujeres caribeñas. La violencia contra las mujeres y las niñas (VCM) es un secreto a voces en la región y la tasa de prevalencia promedio de violencia íntima de pareja (VIP) coincide con las estimaciones globales de aproximadamente 30%. Esta tasa abarca un amplio rango, desde el 27% en Jamaica y el 30% en Trinidad y Tobago, hasta el 60% en Belice y Guyana. La tasa de VIP para las mujeres haitianas es del 34%. En las Bahamas, la violencia doméstica ocurre entre el 20% y 40% de los hogares y en todos los estratos económicos, aunque es más pronunciada en los hogares de bajos ingresos. La prevalencia de violaciones en la región es superior a la media en comparación con 102 países en todo el mundo. Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, las residentes de los países del Caribe experimentan violaciones con mayor frecuencia que las de otras regiones, y la tasa de violaciones denunciadas es mayor que el promedio no ponderado mundial de 15 violaciones por cada 100.000. Tres países del Caribe fueron posicionados entre los 20 países en el mundo con mayores tasas per cápita de violaciones reportadas en 2014 y cuatro se ubicaron entre los mismos 20 en el 2010.
Las escuelas, por su lado, refuerzan las normas sobre el comportamiento masculino y femenino adecuado que se aprenden en el hogar y en la comunidad. En su libro fundamental sobre el bajo rendimiento masculino en la educación secundaria, Odette Parry argumenta que “la identidad de género masculina tal como se construye actualmente va en contra de la ética académica de la educación”. Los niños varones son percibidos como alborotados y, por lo tanto, se cree que necesitan de una disciplina más severa y repetida para endurecerse. Las críticas verbales y los castigos corporales les ponen a los niños en desventaja en términos de aprendizaje. Algunos estudios sobre el efecto de la violencia y el rendimiento académico de los estudiantes de primaria muestran que el castigo corporal está asociado con un bajo rendimiento escolar. Datos de Jamaica revelaron que, en 2008, la mitad de los niños (de 6 a 18 años) de las comunidades en el interior de las ciudades no estaban en las escuelas y que los niños tienen más probabilidades que las niñas (87% a 91%) de eludir la escuela en el nivel secundario. Esto conduce a un desequilibrio de género en los estudios postsecundarios y, por ejemplo, en 2010, solamente el 40% de los hombres del Caribe, en comparación con el 60% de las mujeres, estudiaban en las universidades.
Las expectativas de género también juegan un rol en la distribución de jóvenes que no estudian ni trabajan ni reciben formación laboral (ninis). Las tasas de ninis para los países disponibles en el Caribe promedian 25%, en comparación con 4% a 18% en Europa y América Latina. Al profundizar en los datos disponibles para jóvenes ninis en Barbados y Surinam, se observa que los varones tienen menos logros académicos que las mujeres, mientras que la mayoría de las mujeres (20% en Barbados y 33% en Surinam) tienen más probabilidades de realizar trabajos no remunerados, como tareas del hogar y de cuidado.
Combinados, la masculinidad hegemónica y las desigualdades económicas refuerzan las disparidades de género, afectando la agencia de hombres y mujeres y reduciendo los potenciales económicos de los países.
La conclusión es que endurecer a los niños varones no agrega valor; su impacto negativo se refleja en datos recientes sobre mujeres y hombres caribeños con respecto a las tendencias de empleo, el logro educativo y el desarrollo profesional.
Para conocer más sobre los roles de género en el Caribe, escucha nuestro pódcast (en inglés) con Laurence Telson y Terry-Ann Coley-Graham:
Edwin Hernández Dice
Excelente artículo.