Durante el último año, cuando hablamos de salud, nos enfocamos casi exclusivamente en el COVID-19. Por supuesto que hay buenas razones para hacerlo: hemos vivido una crisis sanitaria y económica de magnitudes incomparables a ninguna de las décadas recientes.
Una historia del corazón
Hoy quisiera hablar de salud, pero me gustaría empezar contando una historia diferente. Hacia finales de los años 80, gracias a mejoras en los sistemas de diagnóstico y tratamiento, en los Estados Unidos se vio una reducción importante entre los hombres en la prevalencia de las enfermedades del corazón. Sorprendentemente, esta tendencia no se observó entre las mujeres. Recién en los 90, la profesión médica reconoció que los estudios que habían ayudado a prevenir las enfermedades cardíacas habían sido realizados en pacientes hombres y blancos. Curiosamente, los síntomas de estas enfermedades se manifiestan de maneras diferentes entre hombres y mujeres. El problema fue que se había excluido a las mujeres de la investigación médica de las enfermedades cardíacas.
Un problema del sistema
La historia de las enfermedades cardíacas es un pedazo de un problema más grande y complejo: se conoce que los síntomas de las enfermedades que sufren las mujeres, con frecuencia, no se toman en serio o se diagnostican de manera errónea. Algunos argumentan que esto se debe, en parte, a sesgos inconscientes y sistémicos de la medicina y de lo que las facultades de medicina enseñan a los futuros médicos (hombres y mujeres).
Aunque hoy en día la mayoría de los estudios clínicos incluyen a mujeres, no siempre el análisis se realiza de manera desagregada según el sexo. Existen muchas razones por las cuales es importante hacerlo. Por ejemplo, la reacción a un medicamento puede ser diferente en nosotras por factores fisiológicos como el porcentaje de grasa en nuestros cuerpos o la masa corporal –que son distintos entre hombres y mujeres.
Un grupo aún más excluido
Las mujeres embarazadas son un grupo poblacional que se encuentra aún menos representado en la investigación médica. El origen de este problema data de un estudio llevado a cabo en los años 50, en el cual se probó un medicamento para aliviar los mareos en mujeres embarazadas que produjo defectos de nacimiento en sus niños. Cuando sucedió esta tragedia, los protocolos de prueba de medicamentos eran menos rigurosos de los que tenemos hoy en día. Resultado de este incidente, la regulación se endureció para evitar la participación en estudios clínicos primero de mujeres en edad fértil y más adelante únicamente de las embarazadas. En el largo plazo, este precedente explica por qué 3 de cada 4 medicamentos aprobados en los Estados Unidos desde el año 2000 no cuentan con datos sobre su uso en mujeres embarazadas. Las vacunas contra la COVID-19 son un ejemplo más de esta lista. Esto, a pesar de que el coronavirus afecta de manera aún más fuerte a las embarazadas.
La salud: una oportunidad para la recuperación del empleo femenino
En los Estados unidos, las mujeres constituimos aproximadamente un tercio de los médicos y 88% de los enfermeros. En América Latina, más de la mitad de los médicos son mujeres, como lo son 90% de los enfermeros. Como parte de su serie de estudios sobre El Futuro del Trabajo, en 2019 el BID investigó la evolución del empleo de los profesionales de la salud en la región. Esta investigación produjo datos reveladores. Tres de cada cuatro trabajadores de la salud en la región son mujeres. Esto es relevante porque los empleos en salud son empleos de buena calidad (son formales, pagan bien, permiten un crecimiento de carrera). Además, aunque existe una brecha salarial de género en estos sectores, es menor en la salud que en otras ocupaciones. Lo interesante es que, dada la estructura demográfica de la región, se estima que necesitaremos 2,4 millones de médicos y 6,2 millones de enfermeros en los próximos 15 años. Esto quiere decir que el empleo en este sector casi se duplicará.
Las tendencias observadas sugieren que en las próximas décadas la profesión médica tendrá una participación aún mayor de las mujeres en América Latina. Con más mujeres doctoras, enfermeras e investigadoras, quiero creer que también la profesión médica dedicará un mayor esfuerzo a entender y atender la salud de las mujeres con efectividad. La innovación científica ocurre a pasos acelerados hoy en día y esto permite cerrar las brechas del pasado aún más rápidamente. Por ejemplo, tal vez una científica desarrolle una tecnología menos incómoda que la que existe hoy para realizar las mamografías, esenciales en la prevención del cáncer de mama. Este es un deseo que viene a mi mente cada vez que concluyo mi chequeo médico anual. Y seguramente ustedes, al igual que yo, adivinaron correctamente que en la historia de esa tecnología tampoco aparecen muchos nombres de mujeres….
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