Por Sanola Daley*
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Hace ocho años, un artículo de periódico cambió mi vida. Afirmaba que, si bien en Jamaica se estaban matriculando y graduando en instituciones de educación superior más mujeres (70%) que hombres, la tasa de desempleo femenino se mantenía significativamente más alta -15,6% frente al 5,7% de la masculina-. Como jamaicana que en aquel momento estaba abriéndome camino en la Universidad, aquella noticia marcó mi trayectoria profesional para siempre.
Lo que yo no sabía en ese momento era que esta situación era prácticamente la misma en toda América Latina y el Caribe. Las mujeres han alcanzado la paridad o sobrepasado a los hombres en la matriculación en educación terciaria en la mayoría de los países pero, al mismo tiempo, su participación en la fuerza laboral sigue siendo baja, con un promedio de sólo el 37% en la mayoría de países de América Central y alrededor del 44% en Perú, Bolivia y Uruguay.
La ausencia de mujeres en el mercado de trabajo tiene graves consecuencias para las empresas y la economía. Cuando las mujeres tienen acceso a empleos e ingresos dignos, pueden mejorar su calidad de vida y la de sus familias. Pueden comprar los bienes y servicios que necesitan y pueden pagar impuestos.
Además, una reciente investigación muestra una fuerte correlación entre género y diversidad en el lugar de trabajo con la mejora de los resultados empresariales. El estudio defiende que las empresas con más mujeres en puestos de liderazgo son mejores desarrollando productos y servicios que respondan a los cambios demográficos de los consumidores.
¿Por qué deberían preocuparse las empresas inteligentes?
Las mujeres son muy poderosas como consumidoras, ya que controlan 20 billones de dólares -sí, billones- del poder adquisitivo e influyen en hasta un 80% de las decisiones de compra en todo el mundo. Las instituciones financieras están comenzando a darse cuenta del potencial nicho de mercado que suponen las mujeres que aún no trabajan con la banca en la región. En 2010, el Banco Nacional de Costa Rica lanzó Banca Mujer, un programa de prestación de servicios financieros y de apoyo empresarial a las mujeres emprendedoras. En 2013 había otorgado préstamos a casi 15.000 clientes, lo que ha llevado a sus competidores locales a desarrollar productos similares.
Desde que hace ocho años leyese aquel artículo he defendido la inclusión de género como una necesidad para el desarrollo sostenible en América Latina y el Caribe. Mi trabajo me ha llevado a muchos países de la región, y en todos ellos he comprobado cómo el sector privado desempeña un papel activo en el desarrollo, y que la inversión en la inclusión de género es una de las formas más concretas de ello. La clave está en que las empresas
- reconozcan a las mujeres que se gradúan en las universidades como mano de obra altamente calificada
- les proporcionen buenas oportunidades de trabajo
- inviertan en su formación y desarrollo profesional
- compren bienes y servicios a las mujeres empresarias
- consideren a las mujeres como a consumidores poderosos e influyentes
Para las empresas con experiencia y las instituciones financieras se trata de una oportunidad de negocio y de estar a la vanguardia. Para mí, esto es más que un negocio, es desarrollo. El sector privado es el motor de la economía. Hagamos que sea también el motor del desarrollo y la equidad de género.
*Sanola Daley forma parte del Programa Jóvenes Profesionales en el Departamento de Financiamiento Estructurado y Compartido del BID, donde trabaja la integración del empoderamiento económico de la mujer y la igualdad de género en su estrategia y operaciones. Originaria de Jamaica, ha pasado por Nueva York, Puerto Rico y Costa Rica.
Loreto Setién Dice
Los expertos creen que el futuro de la banca se escribe con M de mujer: ahorran más, son financieramente más responsables y son más fieles. https://vimeo.com/90437247