Para cuidar a las personas más vulnerables en tiempos de crisis es necesario que los sistemas de protección social sean adaptativos y resilientes, es decir, que tengan la capacidad de ajustarse y responder de manera flexible y eficiente frente a distintos escenarios de emergencia. En el Diálogo Regional de Política, nos reunimos con responsables políticos y tomadores de decisiones de América Latina y el Caribe para revisar y discutir sobre las mejores prácticas en la región.
Allí compartimos la experiencia de Ecuador, un país que en los últimos años se ha visto obligado a responder ante múltiples desastres naturales o de origen humano y se ha mostrado resiliente. En esta entrada, les contamos las innovaciones desarrolladas por los servicios de desarrollo infantil del Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES), en colaboración con el equipo del BID, para asegurar la continuidad y atención a los niños y sus familias en emergencias.
Adaptación frente a la amenaza de El Niño
La Subsecretaría de Desarrollo Infantil Integral del MIES ofrece principalmente dos servicios de desarrollo infantil para la población más vulnerable: los Centros de Desarrollo Infantil o CDI, en los que educadoras atienden diariamente a cerca de 79 mil niños de entre 1 y 3 años, y el servicio Creciendo con Nuestros Hijos o CNH, que ofrece visitas domiciliarias y sesiones grupales a casi 191 mil mujeres gestantes y familias con niños menores de 3 años.
Desde mediados de 2023, la amenaza de un Fenómeno de El Niño de severa intensidad en el país fue creciente. Y para la Subsecretaría de Desarrollo Infantil Integral era fundamental mantener la continuidad de sus servicios en los territorios afectados con tres objetivos:
- Minimizar las pérdidas de aprendizaje derivadas de interrupciones en la atención.
- Acompañar a las familias.
- Apoyar a las educadoras en territorio y ofrecerles estrategias para enfrentar la situación.
Así, en menos de dos meses, junto con el equipo de la Subsecretaría, desarrollamos:
- Un protocolo para la atención virtual —por videollamada, llamada telefónica o mensajes de WhatsApp— para aquellas familias que no pudieran acceder al CDI o a cuyas comunidades no llegaran las educadoras.
- Un segundo protocolo para la atención presencial, grupal, en los albergues, para familias que se encontraran en estos espacios.
- Pautas para ofrecer apoyo emocional a las familias y autocuidado para trabajadores de primera línea.
- Y una estrategia de capacitación remota y en cascada, organizada en tres niveles: primero, a 9 analistas del equipo central, quienes capacitaban a 2.258 coordinadoras territoriales; que a su vez debían capacitar a cerca de 14 mil educadoras –aunque solo se logró llegar al 59% del equipo territorial, ya que las lluvias llegaron antes que nosotros a estos territorios.
¿Cuáles fueron las claves para lograr una respuesta rápida?
Podemos hablar de tres claves. La primera, escuchar al territorio: organizamos sesiones virtuales con sectores afectados por inundaciones anteriores a El Niño para entender cómo se organizaban y validar versiones preliminares de los protocolos que estábamos desarrollando.
La segunda, coordinar con terceros: trabajamos, por ejemplo, con el equipo del Viceministerio para identificar los territorios de mayor riesgo y el orden de respuesta; y con UNICEF para compilar materiales de contención psicológica y autocuidado.
Por último, nuestro trabajo anterior para garantizar la continuidad de los servicios de desarrollo infantil durante la pandemia: el Protocolo de Atención Virtual y Semipresencial o PAVS. El PAVS consistió en un primer documento básico, con fichas de actividades —basadas en el Manual de Padres de Reach Up— y guiones, que luego se fortaleció con lineamientos detallados, por ejemplo: cómo redactar mensajes de texto o filmar videos efectivos, o cómo hacer seguimiento al progreso de los niños, entre otros. Durante la pandemia, ¡el PAVS llegó a 288 mil familias! Post-COVID, el MIES continuó activando este protocolo en situaciones que afectan la atención normal presencial, como la declaratoria de conflicto armado interno ocurrida en enero de este año.
¿Qué aprendimos de estas experiencias y qué se nos viene?
Frente al riesgo de El Niño, quisimos dar una repuesta integral y no solo responder a inundaciones sino a todo tipo de emergencias. Desarrollamos un protocolo completamente virtual y otro en albergues —no considerado durante el COVID, pero imprescindible ante catástrofes naturales.
Aprendimos que el WhatsApp es una herramienta muy potente —el envío de vídeos y audios ayuda mucho en la comunicación con las familias e incluso en los procesos de capacitación. Pero, para ello, las familias y las educadoras requieren de dispositivos, conectividad y planes de datos. Un servicio resiliente tiene que poder garantizar el contacto remoto con sus usuarios. También es importante pensar en cómo dar acompañamiento técnico y apoyo socioemocional sólido a los equipos territoriales de forma remota y oportuna.
Tal vez nuestro mayor aprendizaje es que, por mucho que nos preparemos, la respuesta siempre seguirá siendo adaptativa, e incorporaremos nuevos aprendizajes sobre la marcha. Diseñar un marco de respuesta amplio que permita la adecuación, la transformación constante —ante cada nueva emergencia o ante cada nueva solución— parece ser clave para poder llegar a tiempo allí donde más lo necesitan. ¿Conoces experiencias de respuesta adaptativa en tu país? ¡Cuéntanos en comentarios!
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