Al final del día, suelo leer con mis hijos adolescentes historietas de Mafalda. Siempre nos sorprende cómo sus mensajes se mantienen vigentes y actualizados. Acostumbramos a reflexionar, identificar el mensaje y averiguar cómo se aplicaría a nuestra vida cotidiana o a relacionarlo con una situación actual. En la viñeta de ayer, Guille, el hermanito de Mafalda, estaba sentado en el suelo llorando porque se le había roto su camión. Manolito tiraba en el suelo una pieza rota del camión, haciéndola girar a modo de trompo, mientras indicaba a Mafalda la importancia de aprender a ver las pequeñas ganancias en las grandes pérdidas.
Esto me recordó a la reciente visita que realizaron a la División de Género y Diversidad del BID dos mujeres Wayuu quienes supieron aprovechar una oportunidad que surgió de una situación de crisis.
Anas Wayuu es una empresa indígena de la Guajira colombiana promotora de salud. Provee atención de salud integral e intercultural e incorpora en su gestión la complementariedad del derecho propio con las normas del país, y de la práctica médica tanto occidental como indígena. Es una empresa rentable con crecimiento sostenible que responde a los estándares de calidad del Ministerio de Salud. La empresa es de naturaleza colectiva y las autoridades tradicionales son las que dan las directrices de cómo debe darse el aseguramiento de salud.
En el año 2001, la decisión de las autoridades indígenas y el empeño de sus fundadoras marcaron un giro en el tejer de la vida del pueblo Wayuu. Una de ellas, Rosa Linda Aguilar, Consejera de la Asociación de Cabildos y Autoridades Tradicionales de la Guajira, trabajaba en la provisión de servicios de salud y, cansada de ser testigo del mal trato que la gente Wayuu recibía, se dio cuenta de que no les atendían en los centros porque no tenían seguro de salud y/o porque no llegaban bien aseados debido a la escasez de agua de la desértica Guajira. Ya existía en la zona una empresa solidaria de salud que podía proveer los servicios así que, cargando cajas con las 20 mil fichas censales del pueblo Wayuu, Rosa Linda se presentó en Bogotá ante la Ministra de Salud para conseguir los carnets de salud de su gente.
Lamentablemente, una vez conseguidos los carnets, la Empresa Solidaria de Salud de la Guajira fue disuelta y los Wayuu se quedaron nuevamente sin posibilidad de recibir servicios de salud. En lugar de ponerse a llorar, como Guille, Rosa Linda hizo girar su trompo y encontró una oportunidad al ser informada que una nueva ley permitía la constitución de su propia empresa solidaria de salud con el registro de 20 mil personas.
Animada por la oportunidad, buscó el asesoramiento necesario para la creación de la empresa y consultó con el pueblo Wayuu. La Asamblea General—instancia donde el pueblo Wayuu, como muchos otros pueblos indígenas, toman sus decisiones—indicó seguir adelante. Así nació Anas Wayuu, como empresa de asociados (no socios) donde predomina el respeto de sus usos y costumbres, el bien común y el enfoque colectivo frente al negocio individual.
Hoy en día, Anas Wayuu es una de las 42 instituciones promotoras de salud que existen en Colombia. Atiende a 180 mil afiliados indígenas y no indígenas en 7 municipios y ha manejado hasta la fecha un presupuesto de USD 259 millones. Además, ha sido una fuente de generación de empleo importante en la zona, con 155 empleos directos y 2 mil empleos indirectos.
Anas Wayuu no es sólo una empresa exitosa y rentable. Destaca por la calidad de los servicios que ofrece. Una evaluación del gobierno de Colombia de 2007 situó a Anas Wayuu en el puesto número 4 de 42 empresas solidarias de salud evaluadas y el porcentaje de tutelas (denuncias judiciales) es de solo un 0.02% en comparación con el 14.63% de la media nacional.
Empresa Promotora de Salud Indígena Anas Wayuu from el BID – the IDB on Vimeo.
¿Qué ha hecho Anas Wayuu diferente y qué apredizajes pueden ofrecer a otros pueblos indígenas de la región?
Primero, Anas Wayuu tomó y se hizo cargo de las dos caras de la demanda de autonomía de los pueblos indígenas: la posibilidad de decidir y la responsabilidad de resolver problemas de acuerdo con las leyes nacionales. Anas Wayuu enfrentó con vigor y rigurosidad los desafíos de manejar recursos públicos y rendir cuentas al gobierno.
Segundo, Anas Wayuu ofrece un servicio de salud complementario, donde la medicina alópata y la medicina Wayuu colaboran, se articulan y se complementan. Los médicos y todo el personal de salud y administrativo de la empresa reciben capacitaciones periódicas sobre la cultura y el buen trato por parte de las autoridades indígenas quienes actúan de orientadores. Anas Wayuu cuenta con un consejo étnico que orienta sobre cómo se resuelven las diferentes situaciones de manera eficiente y en el marco de los usos y costumbres.
Tercero, para que una empresa indígena pueda llegar a ser rentable y tenga resultados en la mejora de la salud, debe contar, como es el caso de Anas Wayuu, con una gobernanza fuerte y transparente. En caso de que surjan conflictos, los asociados a la empresa conocen sus deberes, sus derechos y el mecanismo de resolución para llegar a acuerdo. La gobernanza de las empresas indígenas se fortalece cuando se acatan las normas establecidas y se rinde cuentas no solo al Estado, sino también a las autoridades indígenas y a la Asamblea General en base a su propio derecho consuetudinario.
Por último, cabe destacar su sistema de gestión de riesgos, que permite pasar de “apagar incendios” a planificar, innovar y hacer crecer la empresa. El éxito de la empresa para los Wayuu reside en el número de problemas que se resuelven, no en un aumento de capital o patrimonio.
Anas Wayuu ya no es solo un pequeño trompo. Después de 17 años de duro trabajo, liderazgo y persistencia, la empresa transformó ese trompo en algo mucho más grande. Al igual que Manolito en la historia de Mafalda, Anas Wayuu tomó una pieza rota del camión de juguete y lo transformó en un flota de camiones que reparte a todo el pueblo Wayuu y a otros pueblos de la región. Sin duda un ejemplo de empresariado indígena a seguir.
LUZ ANA VIENA VASQUEZ Dice
Modelo de servicios solidarios en salud, valorando los conocimientos tradicionales de nuestras culturas. Este modelo debería ser promovido como políticas públicas en zonas rurales de nuestra amazonia.