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Mujeres y movilidad: una parada pendiente

enero 22, 2015 Por Andrea Monje | 6 Comentarios


Cuando recién llegué a Washington D.C., al ver el mapa del metro me sorprendió que se podía notar claramente que estaba diseñado con el objetivo de facilitar los viajes desde los suburbios al centro de la ciudad, donde la mayoría de la gente trabaja, pero que no permite mucho desplazamiento entre las zonas residenciales donde se encuentran las escuelas, los centros de salud o muchos servicios municipales. Y este escenario puede aplicarse a muchas zonas urbanas del mundo, también a América Latina.

Este diseño responde, en gran medida, a los resultados de las encuestas de origen y destino, que reflejan que los usuarios del transporte público se desplazan principalmente del hogar al trabajo y viceversa. En el caso de la región, los motivos principales de viajes en transporte público son el trabajo y el estudio.

Por ejemplo, en Lima el 46% de los viajes se hacen para ir a trabajar, estudiar (23%) y otros (23%). En Medellín el patrón es muy parecido: ir a trabajar y a estudiar representan un 43% y 24% de los viajes en transporte público respectivamente, mientras que las categorías “otro”, “diligencia”, “salud” y “compras” representan un total del 30%.

Sin embargo, más allá del trabajo y estudio, las otras categorías en ocasiones ocultan los motivos que muchos usuarios tienen para usar el transporte público, como son los desplazamientos para llevar a los niños a la guardería, a los padres mayores al doctor o ir al supermercado. En otras palabras, los desplazamientos relacionados con el cuidado de otros. Y dado que las mujeres son de las principales responsables del cuidado de otros -recordemos que las latinoamericanas que trabajan a tiempo completo se encargan además del 80% del trabajo doméstico y familiar-, este tipo de desplazamientos les afecta especialmente.

El concepto de movilidad del cuidado

De hecho, según un nuevo estudio que ha recolectado datos más específicos sobre estos viajes en España, cuando se analizan los datos usando el concepto de movilidad del cuidado, si bien el trabajo sigue siendo el motivo principal para viajar, los viajes relacionados con el cuidado de otros pasan a ocupar el segundo lugar con un 25%, superando así a los viajes para ir a estudiar.

Grafico

Estos resultados hacen pensar que es necesario cambiar la forma en que concebimos y organizamos nuestros sistemas de transporte público, tomando en cuenta a estas usuarias que dedican un porcentaje significativo de su tiempo a las actividades de cuidado. Algunas formas de hacerlo:

  • La tarifación tiene que tener en cuenta que las mujeres suelen hacer viajes más cortos o en cadena (combinando diferentes modos de transporte e incluso los desplazamientos a pie), lo que representan costos adicionales para ellas. En muchas ciudades del mundo, como París o Barcelona, existen opciones de tarifas integradas que permiten hacer trasbordos entre diferentes modos de transporte por un tiempo determinado sin un costo adicional.
  • La frecuencia de los buses o metros se suele reducir en las horas no consideradas pico (que coinciden con el horario laboral), incrementando el tiempo de espera. Fomentar modos de transporte alternativos y seguros que complementen a buses y metros podría ayudar a reducir los tiempos de viaje.
  • El diseño de estaciones, buses y vagones no está en general pensado para los usuarios que viajan acompañados, llevan bolsas del supermercado o carritos de bebé. Plataformas de metros y estaciones de autobuses de transito rápido (BRT por sus siglas en inglés) con andenes más anchos a los que se pueda acceder por ascensor, o vagones con puertas más amplias y mayor espacio para colocar el carrito son cambios sencillos pero que pueden hacer la diferencia entre tomar el transporte público o no.

Medidas como éstas no sólo facilitarían los desplazamientos de las mujeres, sino que además pueden suponer una mayor rentabilidad a los operadores al incrementar el número de pasajeros. ¿Conoces otras buenas prácticas en la región?


Archivado Bajo:Género Etiquetado con:igualdad de género

Andrea Monje

Andrea Monje

Andrea Monje Silva es especialista de género de la División de Género y Diversidad (GDI) basada en Argentina, desde donde diseña, implementa y supervisa programas de género y diversidad. Antes de esta posición, trabajaba como consultora apoyando la integración de los temas de género en proyectos de infraestructura (agua y saneamiento, energía y transporte) del BID. También, trabajó en la inclusión de género en la Unidad de Transporte para América Latina y el Caribe del Banco Mundial, así como en participación política y empoderamiento de la mujer en el Programa de Apoyo al Liderazgo y Representación de la Mujer (PROLID) del BID. Tiene una licenciatura en Ciencias Políticas y una maestría en Desarrollo International del Instituto de Estudios Políticos de París (Sciences Po), Francia, y una maestría en Políticas Públicas de la Universidad de Maryland (EE.UU.).

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Comentarios

  1. Diego Serra Dice

    enero 22, 2015 hora 8:39 am

    Andrea, muy interesante el articulo, me gusto mucho. Es increible la cantidad de gente que usa el transporte publico, y es curioso ver para que lo usa la gente (para ir a trabajar, estudiar…)
    Felicitaciones!

    Responder
  2. Maria Gutierrez Dice

    enero 26, 2015 hora 9:57 am

    Andrea, gracias por interesante articulo.

    Efectivamente, los patrones de movilidad son diferenciados para hombres y mujeres y las necesidades de estas ultimas no siempre se tienen en cuenta en el diseño de proyectos de transporte.

    El 2013 se llevó a cabo el estudio “Integrating gender into World Bank financed transport programs” en diez paises.http://documents.worldbank.org/curated/en/2004/06/18844526/integrating-gender-world-bank-financed-transport-programs-component-one-case-study-summary-final-report

    El caso peruano fue el unico para America Latina y en los talleres participativos con la sociedad civil en Lima,se hizo evidente el tema de los tiempos de viaje para las actividades de cuidado, el uso de medios intermedios de transporte como opcion de viaje para las mujeres, con el consecuente riesgo por lo inseguros que son, ya que el sistema de transporte publico (en realidad privado y con limitada regulacion)no respondia a sus necesidades.

    Lamentablemente en mi país, Perú el problema sigue latente y todavia estamos lejos de tener un sistema integrado de transportes, y menos aun que tome en cuenta las necesidades de movilidad vinculadas a la economia del cuidado.

    Saludos,

    Responder
  3. Sandra Dice

    febrero 11, 2015 hora 12:42 pm

    Muchas gracias por poner el tema en opinión. Es interesante reconocer las diferencias para ver qué queremos hacer con ellas por ejemplo respecto de que las mujeres tengamos un menor boleto por ser las encargadas de la salud de familiares y amigos, me parece que no solo no corresponde sino que es ir para atras en nuestros derechos como mujeres. Es una costumbre que debemos cambiar. Nada de nuestro ser mujeres es mejor a ser varones para cuidar la salud de quién consideremos. La lucha no es porque me cobren menos por llevar los niños al pediatra sino porque también lo lleve el papá, la lucha no es por una rebaja por llevar a mi madre al médico sino porque también la lleve mi hermano.En cuanto a cómo nos movilizamos en colectivos, por ejemplo los pasamanos ubicados en el techo son altísimos, donde no llegamos ni mujeres pero tampoco niños que pueden sostenerse solos (10,11,12 años).En la ciudad de Córdoba y en la de Rosario donde vivo se ha implementado campañas con cartelería y volantes,para evitar el contacto abusivo de varones hacia mujeres en el colectivo.Eso me parece un buen principio de respeto en la movilidad, Un saludo desde Argentina y quedo a disposición. Psicóloga Sandra Crescente especialista en tránsito

    Responder

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