Millones de personas en América Latina y el Caribe, en su mayoría mujeres, migran hacia otros países para desempeñar labores de cuidados. Al hacerlo, suelen delegar el cuidado de sus propios hogares a otras personas, conformando redes que trascienden fronteras. El “migrar para cuidar” responde tanto a factores en los países de origen –como pobreza, falta de oportunidades laborales o violencia– como a la creciente demanda de cuidados en los países de destino. Esta dinámica está marcada por desigualdades estructurales, a las que contribuyen factores como la raza, la etnia o la procedencia geográfica.
Las cadenas globales de cuidado ofrecen a las personas migrantes la posibilidad de acceder a empleos mejor remunerados, aunque a menudo en condiciones laborales precarias. Al mismo tiempo, cubren la demanda de cuidados en los países de destino y facilitan que quienes contratan estos servicios, generalmente personas con mayor poder adquisitivo, puedan participar en el mercado laboral. Por ejemplo, una persona es contratada para cuidar a menores de edad mientras sus cuidadores principales trabajan.
No obstante, detrás de estas oportunidades persisten brechas y desafíos que recaen en las mujeres migrantes. En esta entrada de blog, nos centraremos en el trabajo doméstico remunerado realizado por mujeres migrantes, entendido como aquel desempeñado en hogares y que incluye el cuidado directo de personas y las tareas indirectas como limpieza, cocina, lavado y planchado, entre otras.
Mujeres migrantes al frente del trabajo doméstico
En América Latina y el Caribe 14,8 millones de personas se dedican al trabajo doméstico, y el 91% son mujeres. En esa tendencia influye el hecho de que el trabajo doméstico remunerado presenta pocas barreras de entrada al mercado laboral.
Se estima que alrededor del 35% de las trabajadoras migrantes de la región se desempeñan en este sector. A su vez, el 92% de las personas migrantes que realizan trabajo doméstico remunerado son mujeres.
La raza y etnia también inciden en la distribución de este tipo de empleo: las mujeres indígenas y afrodescendientes se encuentran sobrerrepresentadas en el trabajo doméstico. En Brasil, por ejemplo, el 68% de las trabajadoras domésticas son afrodescendientes.
Cadenas globales de cuidado: una oportunidad para profesionalizar los cuidados y generar servicios de calidad
La informalidad en el trabajo doméstico alcanza el doble que en el resto de los trabajos remunerados. De los 14,8 millones de trabajadoras domésticas –nacionales y migrantes– registradas en América Latina y el Caribe, el 72,3% trabaja en condiciones informales, sin acceso pleno a la protección social y con salarios muy inferiores al promedio regional.
Estas barreras se acentúan en el caso de las personas migrantes dedicadas al trabajo doméstico remunerado. Las dificultades en la regularización del estatus migratorio suele limitar el acceso a servicios públicos, beneficios sociales y la posibilidad de reunificación familiar. Esta situación las puede exponer a prácticas abusivas, como jornadas excesivas, pagos atrasados y discriminación.
No obstante, la migración en este sector puede representar una oportunidad tanto para las trabajadoras como para los países receptores, siempre que se garanticen trabajos de calidad. Para aprovechar este potencial, los gobiernos podrían:
- Generar y sistematizar datos sobre las cadenas globales de cuidado, lo que permitirá comprender mejor sus dinámicas y desafíos, diseñar políticas efectivas y anticipar flujos migratorios.
- Profesionalizar el trabajo de cuidados mediante programas de formación, certificación y convalidación de títulos. Esto contribuiría a que quienes brindan cuidado accedan a empleos dignos y quienes lo reciben obtengan servicios de calidad. Un estudio del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), propone una metodología para avanzar en la formación de las personas cuidadoras de personas mayores. Es importante que existan acuerdos regionales que reconozcan estas certificaciones.
- Fortalecer la protección social y los derechos laborales de las trabajadoras domésticas, incluyendo cobertura en seguridad social y formalización de los contratos. Varios países de la región han progresado en equiparar las condiciones de las trabajadoras domésticas con las de otros sectores. Existen ejemplos de programas para avanzar en trabajos de cuidados de calidad o recomendaciones de políticas públicas.
- Garantizar los derechos de las personas migrantes dedicadas al cuidado, tanto en los países de destino como en los de retorno, y continuar trabajando, como viene haciendo la región, en el acceso a servicios y en programas de reunificación familiar. La tecnología puede cumplir un papel central en la garantía de estos derechos, ya que permite mantener la conexión familiar, fortalecer redes de apoyo y mejorar el acceso a información en el país de destino. En algunos países, por ejemplo, se han usado las redes sociales y distintas herramientas digitales para crear programas que entregan información útil a la población migrante. La tecnología también puede favorecer el acceso a productos financieros, simplificar la apertura de cuentas bancarias y reducir costos y tiempos en transferencias internacionales.
- Reforzar los servicios de cuidado en los países de origen y de destino, para que haya más opciones disponibles y el trabajo de cuidar se reparta de manera más equitativa en la sociedad.
El trabajo del BID en el área de los cuidados
En esta entrada de blog nos hemos referido al trabajo doméstico remunerado, pero el cuidado comprende tanto el trabajo remunerado como el no remunerado que contribuye al bienestar de las personas a lo largo del ciclo de vida. A través de BID Cuida, el BID acompaña a los países de la región en el diseño y la implementación de sistemas de cuidado, y pone a disposición un menú interactivo de programas recientes desarrollados junto a los gobiernos.
La creciente demanda de cuidados en América Latina y el Caribe abre una oportunidad única para transformar este sector en un verdadero motor de desarrollo inclusivo y sostenible. Invertir en cuidados es apostar por el presente y el futuro de la región. Para que ese potencial se materialice, es imprescindible reconocer, reducir y redistribuir el trabajo de cuidados para que las personas que realizan cuidado no remunerados, especialmente las mujeres, puedan acceder a mejores oportunidades.
Los países tienen un rol central: posicionar el cuidado como un trabajo esencial, impulsar su profesionalización y garantizar condiciones laborales dignas. Así, además de responder a una necesidad social ineludible, el sector de los cuidados puede convertirse en una fuente de empleo de calidad y bienestar para toda la sociedad.


Leave a Reply