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En diciembre se llevó a cabo la final de Superhéroes del Desarrollo, el evento anual del Grupo BID que premia y difunde los aprendizajes más destacados de equipos ejecutores que en distintos países de Latinoamérica y el Caribe implementan proyectos innovadores respaldados por el Banco.
El propósito central de este encuentro es promover lecciones clave que se puedan extraer de los proyectos de desarrollo. Se trata de aprendizajes útiles para el diseño de otras iniciativas o para la ejecución de las que actualmente están en marcha y para la elaboración de políticas públicas basadas en evidencia.
Estos fueron los cinco finalistas de Superhéroes del Desarrollo 2024 y algunas de sus lecciones aprendidas más importantes:
Durante el COVID-19 las clases virtuales no fueron una opción para aquellos niños que carecían de internet o de dispositivos electrónicos. Muchos debieron mantenerse aislados, en zonas rurales, ayudando a cosechar café. Para ellos se implementó un modelo mixto que implicó, por un lado, el traslado de los maestros hasta las mismas casas de los alumnos. Y, por otro lado, se impartieron clases por llamadas telefónicas y mensajes de texto. Un aprendizaje destacado de este caso es que cuando la educación escolar no es viable por medios digitales, se requiere flexibilidad en las modalidades de enseñanza, incluso acudiendo a tecnologías o formatos que podrían parecer de épocas pasadas, adaptándose así a las realidades locales.
Las comunidades de dos parques nacionales naturales fueron invitadas a participar de un proyecto para conservar sus entornos y promover sus emprendimientos sostenibles. Esta iniciativa se da por la presencia de cultivos de uso ilícito en la zona que representa un obstáculo para la conservación y restauración de bosques. Los habitantes de estas comunidades temían represalias de grupos armados y muchos no querían renunciar al ingreso que significaba para sus familias la siembra de coca. Ante esto, se implementó un recurso metodológico de diálogo y reflexión colectiva que permitió a las comunidades entenderse como actores determinantes de su propia transformación y como responsables de construir un futuro sostenible para sus familias. Justamente, una lección a destacar del proyecto es que resulta crucial el desarrollo de procesos pedagógicos y colaborativos que alienten a los pobladores a comprender su responsabilidad como agentes activos de soluciones y no solo como observadores.
La construcción del primer complejo para el tratamiento integral de residuos sólidos en Bolivia era una buena noticia para el país, pero implicaba el cierre de un botadero del que más de 50 familias vivían por actividades relacionadas al reciclaje. Ante la incertidumbre y la desconfianza, se involucró a la comunidad afectada en el diseño conjunto de alternativas para la generación de ingresos, con el apoyo de mujeres líderes y la administración local, lo que entusiasmó a todas las partes. Algunos de los emprendimientos constituidos fueron salones de belleza y tiendas de abarrotes. Todos mejoraron sus ingresos, incluso quienes continuaron con sus labores de reciclaje, quienes ahora forman parte de una asociación y trabajan en condiciones formales en el nuevo complejo de tratamiento integral de residuos. De esta experiencia se concluye que, frente al temor por la posible afectación a los medios de vida de una comunidad, es útil que esa misma comunidad participe en la co-creación de estrategias orientadas a garantizar que sus ingresos se mantengan e, incluso, aumenten.
El sector privado asumió la entera responsabilidad de construir una vía clave para Centroamérica: un tramo del Corredor Pacífico Mesoamericano que conecta desde El Salvador hasta México. Al no contar con herramientas públicas como son los mecanismos legales de expropiación, desplegaron una amplia gama de estrategias para garantizar la adquisición de los terrenos necesarios para la obra, que estaban en poder de pobladores locales. Para ello, pusieron en marcha desde instrumentos de compra directa de los predios, hasta el ofrecimiento de acciones para convertir a la gente en socia del proyecto, entre otras alternativas. De la presente iniciativa se desprende que bien vale elaborar un portafolio de ofertas variadas, innovadoras y suficientemente interesantes en el propósito de persuadir a actores, con distintos perfiles e intereses, que son imprescindibles para el avance de un proyecto.
Una especie de mejillón, el sururu, ha sido clave para la economía de Maceió, capital de Alagoas. El proyecto inició cuando se dieron cuenta del desafío ambiental que representaba por las 300 toneladas de conchas que cada mes se botaban al aire libre. Por esta razón se propuso el procesamiento de estas cáscaras para luego convertirlas en piezas para el armado de muros en el sector de la construcción. Un logro de diseño e ingeniería, pero también un ejemplo a seguir en materia de economía circular, puesto que promueve la reutilización eficiente de desechos y la minimización de residuos. Además, el proyecto tuvo un impulso definitivo cuando lograron asociarse con la firma más grande de revestimientos cerámicos de Brasil, que facilitó la venta masiva del producto, garantizando así la sostenibilidad de la iniciativa. Casos así demuestran que, para dar continuidad a estrategias ambientales y sociales de productos reciclados, deben establecerse alianzas con actores privados capaces de llevar la distribución a un nivel masivo y así hacer perdurables esta clase de proyectos.
Las historias y proyectos premiados en Superhéroes del Desarrollo 2024 nos recuerdan que el desarrollo es un esfuerzo de todos. Estas historias nos inspiran a actuar, a aplicar las lecciones aprendidas en nuevos contextos y a seguir compartiendo conocimiento para que su impacto se multiplique.
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