Soy ciudadana de un país, Colombia, que en 2012 inició un proceso de negociación de paz al conflicto armado que lo aqueja y que desde sus inicios se estima que ha afectado de una u otra forma a cerca de 3,8 millones de mujeres, el 49,6% del total de víctimas. Ante cifras como esta, se hace obvio entender que las mujeres participen en los diálogos de paz y, sin embargo, la evidencia apunta a que la paz continúa siendo un asunto de hombres.
Según ONU Mujeres, al revisar los 31 procesos de paz más importantes entre 1992 y 2011, solamente un 4% de los signatarios, un 2,4% de los mediadores principales, un 3,7% de los testigos y un 9% de los negociadores eran mujeres. Esto podría indicar que las mujeres sí participan pero en la mayoría de los casos lo hacen de manera temporal, con roles más simbólicos que sustantivos, en parte debido a la falta de esfuerzos institucionales dirigidos a integrarlas en los procesos formales de paz.
Además del derecho que les da ser víctimas directas, existen otros poderosos argumentos, no tan obvios, que explican por qué la participación de las mujeres es clave en toda negociación de paz. El informe de la ONU con motivo del 15º aniversario de la famosa resolución 1325, documento pionero que enfatizó el estrecho vínculo que existe entre la igualdad de género y la construcción y mantenimiento de la paz, destaca tres.
La presencia de las mujeres en las negociaciones de paz genera:
1. Más probabilidades de que se alcance un acuerdo y de que éste se implemente: Un análisis de 40 procesos de paz que tuvieron lugar desde 1990 a 2013 mostró que, en los casos en que las mujeres estuvieron en posición de influir sobre las negociaciones, siempre se logró firmar un acuerdo (en comparación con aquellos casos en que la participación de las mujeres fue débil o sin influencia). Además, se encontró una relación positiva entre la influencia de las mujeres en las negociaciones y la probabilidad de que los acuerdos se implementen.
¿Por qué? Los datos indican que la inclusión de las mujeres en las mesas de diálogo no significa que éstas velan únicamente por sus derechos (lo obvio). La evidencia muestra que las mujeres introducen además un giro en la dinámica de la negociación que lleva a concluir y a implementar dichas conclusiones (lo no tan obvio).
2. Más posibilidades de que la paz sea sostenible en el tiempo: Un análisis estadístico de 181 acuerdos de paz firmados entre 1989 y 2011 mostró que involucrar a mujeres en calidad de testigos, mediadoras, negociadoras y/o signatarias de las negociaciones aumenta en un 20% la probabilidad de el acuerdo de paz dure al menos dos años y en un 35% la probabilidad de que dure 15.
¿Por qué? La participación de las mujeres en la firma de un acuerdo garantiza la inclusión de provisiones para mujeres y grupos minoritarios (lo obvio), pero además las mujeres están mejor situadas para ubicar las señales tempranas de radicalización en sus familias y comunidades y de actuar para impedirla (lo no tan obvio).
3. Aceleración en la recuperación económica después del conflicto armado: Incluir la perspectiva de género en los acuerdos que se tomen en materia de seguridad, justicia, desarrollo económico y gobernabilidad permite a las mujeres beneficiarse directamente de los dividendos de la paz, como la creación de empleo por ejemplo (lo obvio).
¿Por qué? Con la capacidad de generación de ingreso y la seguridad económica resultante, las mujeres están en posición de invertir más rápidamente en el bienestar y educación de sus hijos e hijas, velar por la seguridad alimentaria y reconstruir las economías rurales, acelerando así la recuperación post-conflicto (lo no tan obvio).
Argumentos contundentes como los aquí presentados deberían impulsar inversiones para fortalecer la capacidad de las mujeres a nivel local para asumir roles de liderazgo en la construcción de la paz y a eliminar barreras institucionales que limitan su participación. La asignatura sigue pendiente en la agenda sobre mujeres y paz.
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