Por Margaret Greene, Giovanna Lauro y Alice Taylor*
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La mayoría de las discusiones y acciones globales relacionadas con el matrimonio infantil y adolescente se centra en zonas sensibles como el África subsahariana y el Asia meridional. En América Latina y el Caribe, sin embargo, donde investigadores y activistas estudian desde hace mucho tiempo el embarazo adolescente, sólo recientemente se ha iniciado una discusión crítica sobre las prácticas matrimoniales de menores -que pueden ocurrir como resultado de un embarazo precoz o conducir a él-.
La invisibilidad de esta práctica en la conciencia popular tiene un marcado contraste con la amplia presencia del matrimonio infantil en la región (donde el 29% de las menores de 18 años están casadas o en unión), con las mayores tasas en Brasil (36%), República Dominicana (41%), Nicaragua (41%) y Honduras (34%). Brasil en concreto tiene los números absolutos más altos de niñas en matrimonios infantiles de la región y se estima que es el cuarto país en número total en todo el mundo: 88.000 niñas y niños (de edades entre los 10 y los 14 años) están en lo que el censo nacional clasifica como uniones “consensuales” (informales), civiles y/o religiosas en Brasil.
¿Qué hay detrás de estos números? ¿Cuáles son las razones y las consecuencias de estas uniones con menores? Buscando entender mejor estas prácticas para poder contribuir a la creación de programas y políticas basadas en evidencia, Promundo ha llevado a cabo una investigación que explora las actitudes y prácticas que rodean a los matrimonios infantiles y adolescentes en Pará y Maranhão, los dos estados brasileños con mayor prevalencia.
El informe encuentra varios factores superpuestos que perpetúan la práctica en Brasil. Estos incluyen el deseo de controlar la sexualidad de las niñas por parte de las familias y dar una respuesta a los embarazos, proteger la reputación de la familia, así como garantizar el apoyo financiero del padre a la joven y el bebé.
Entre las consecuencias del matrimonio infantil y adolescente, el estudio encuentra las siguientes:
- Embarazos precoces y los problemas de salud neonatales y materno-infantiles que se derivan de ello
- Retraso escolar
- Limitaciones en las redes sociales y movilidad de las niñas
- Exposición a la violencia de género, incluyendo comportamientos controladores e inequitativos por parte de los esposos de mayor edad.
El matrimonio, una vía de escape
La investigación también revela hallazgos que contrastan con lo que se observa en otras regiones del mundo. Así, los matrimonios infantiles en la región pueden a veces verse como expresiones de empoderamiento de las jóvenes, lo que debe entenderse en un contexto de limitadas oportunidades de educación y empleo.
Por ejemplo, algunas chicas desean abandonar sus hogares de origen cuando experimentan violencia y abuso infantil. A pesar de que las participantes en la investigación reportaron una falta de apoyo al matrimonio infantil, en la práctica se percibe generalmente como la alternativa menos mala, en el contexto de una trayectoria educativa poco atractiva o fuera de su alcance. El matrimonio infantil se perpetúa gracias a normas sociales generalizadas de desigualdad de género.
La complejidad del empoderamiento de las jóvenes frente el matrimonio infantil – el hecho de que elijan uniones que no parecen ser buenas para ellas- debe ser explorado con más detalle en futuras investigaciones en Brasil y en el resto de la América Latina. Otra área de interés es el papel que juegan las diversas religiones en la presión que las familias ejercen sobre las jóvenes. Por último, el papel de los hombres y los niños como agentes para acabar con el matrimonio infantil se pasa por alto en gran medida en la investigación sobre el matrimonio infantil, en la región y en el mundo.
Para accede al resumen ejecutivo (Sp, Eng, Port) y al informe (Port, Eng) cuando esté disponible, haz click aquí.
Maria Raguz Dice
In 2002 I conducted a study with USAID, Macro Consult and the National Institure of Statistics and Informatics INEI, which was published by INEI, reanalysing DHS differentiating sexual and reproductive health indicators for different age groups and for peruvian regions (Coast, Highlands, Amazon) as well as different SES and educational levels. One of the striking results was that adolescent pregnancy rate -which has remained unchanged for four decades now) was not actually 13% but 67% when it was calculated not for all the population of adolescent girls but only for those that were or had been “sexually active”. A second striking result was that the ideal number of children peruvian adolescent and Young women wanted, as a national mean, was zero, associating children with obstacles to development (continuing education, training, job opportuniets, full-time work). A third striking result was that gaps wre so large that the national mean only made insible the real sexual and reproductive health situation in the country; e.g., 7% of adolescent pregnancy in Lima or Tumbes and 33% in amazon regions. Finally, another result was that the main factor explaining school drop out by adolescent girls was econocmi needs, but the second most important factor was adolescent pregnancy and the third, early marriage. Fo four decades now I have been stressing the need to recognise adolescent pregnancy as not only a health indicator burt as a gender development and a general development indicator. IDB has been one of the first organizations in the world to acknowledge this.