Artículo publicado originalmente en inglés en el blog de Canning House
En América Latina y el Caribe, la inclusión de los hombres en las labores de cuidado doméstico va más allá de ser un tema de equidad de género; es un reflejo del cambio social y cultural en marcha en la región. Las políticas actuales que buscan fomentar una mayor participación masculina en el hogar, tienen como objetivo no solo aliviar la carga desproporcionada que tradicionalmente han llevado las mujeres, sino también fortalecer los vínculos familiares y estimular el desarrollo de los niños.
No obstante, a pesar de las buenas intenciones detrás de estas políticas, su eficacia sigue siendo un tema de discusión. Los hombres invierten un promedio de 11 horas a la semana en tareas domésticas y de cuidado no remunerado, frente a las 22 horas que dedican las mujeres. Esta diferencia se acentúa en hogares con niños pequeños, sugiriendo que las barreras para una participación igualitaria son tanto estructurales como culturales. Esta situación no solo se manifiesta en los hogares, sino también en la segregación ocupacional, con una presencia masculina mínima en sectores de cuidado (Un 6% comparado con el 30% femenino).
Existe una notable falta de estudios que analicen la efectividad de las políticas públicas en incrementar genuinamente la participación equitativa de los hombres en el cuidado. Aunque se han logrado avances progresivos en políticas de permisos parentales en la región, aún hay un vacío significativo en cuanto a la comprensión de su impacto real. Sabemos que las licencias por paternidad bien diseñadas pueden motivar a los padres a involucrarse más en el cuidado infantil, un paso esencial hacia la igualdad de género. Sin embargo, con solo 16 países en la región ofreciendo licencias por paternidad remuneradas y, frecuentemente de breve duración, queda claro que hay mucho margen para mejorar. La eficacia de estas políticas está muy influenciada por las normas sociales y de género, que pueden ser un obstáculo para su adopción y aplicación efectiva.
Por ejemplo, en Ecuador, la extensión de la licencia por paternidad ha demostrado un aumento del 20% en la participación activa de los padres en el cuidado infantil. A pesar de los datos positivos, aún se necesita más evidencia sobre la permanencia de estos efectos y si estas políticas logran cambiar las dinámicas de género a largo plazo dentro del hogar.
Por otro lado, servicios como centros infantiles y programas extraescolares ofrecen a las madres la posibilidad de reincorporarse al trabajo, pero su impacto en una distribución equitativa del trabajo de cuidado es aún incierto. En teoría, estos servicios deberían permitir que ambos progenitores compartan responsabilidades del hogar. Sin embargo, esto no siempre se traduce en un compromiso paterno mayor. La pregunta sigue abierta: ¿Estas políticas realmente invitan a los padres a participar activamente en el cuidado diario o simplemente están aliviando la carga que históricamente recae en las madres?
El trabajo flexible es otra iniciativa prometedora para una mejor distribución del cuidado, pero sin una cultura organizacional que respalde la igualdad de género, su potencial podría no cumplirse completamente. Es clave entender no solo cómo estas políticas pueden liberar tiempo para los padres, sino también cómo incentivar y normalizar su uso activo en el cuidado diario.
A pesar de las recomendaciones internacionales para aumentar la participación masculina en sectores tradicionalmente dominados por mujeres, como el cuidado, la educación temprana y la salud, todavía existe una brecha significativa en la comprensión de la eficacia de dichas políticas. Las experiencias europeas ofrecen una variedad de estrategias para combatir la segregación de género en el lugar de trabajo, que van desde campañas de reclutamiento dirigidas hasta políticas de acción afirmativa.
Por ejemplo, la Comunidad Flamenca en Bélgica puso en marcha el proyecto “Hombres en el Cuidado Infantil” en 2002 con el objetivo de atraer a más hombres a roles de cuidado infantil a través de una campaña de marketing específica y medidas de apoyo adicionales para facilitar la entrada y retención de hombres en estos sectores. Aunque la iniciativa concluyó después de un año y se observó un aumento en el número de estudiantes masculinos que ingresaron al campo, se necesita más investigación para determinar el impacto directo de estos esfuerzos en las decisiones de carrera.
En Finlandia, un sistema de cuotas aplicado hasta 1989 que buscaba lograr un equilibrio de género entre los maestros de escuela primaria, produjo resultados alentadores en términos de rendimiento educativo y progresión profesional de los niños que pasaron más tiempo con maestros masculinos contratados bajo esta política. Aunque estos casos ofrecen percepciones valiosas, no proporcionan una evaluación completa de la efectividad de tales políticas. Esto subraya la necesidad urgente de una investigación y análisis más exhaustivos en contextos similares a los de América Latina y el Caribe. Es crucial medir los resultados no solo por la implementación de políticas sino también por cambios conductuales significativos y su influencia en una distribución del cuidado más equitativa. Mientras la región de América Latina y el Caribe avanza hacia una igualdad de género más profunda en el ámbito del cuidado, es vital asegurarse de que las políticas sean efectivas tanto en teoría como en práctica. Te invitamos a consultar el resumen de política del GDLab, la Iniciativa de Conocimiento sobre Género y Diversidad del grupo BID, para profundizar en esta discusión.