El peso de cuidar de otros
Silvia tiene 63 años y, desde hace 5, se dedica casi exclusivamente a cuidar a su mamá, Clara, que sufre un grado avanzado de Alzheimer. Clara necesita apoyo para realizar las actividades más básicas de su vida diaria, como comer, bañarse, o vestirse. Si bien Silvia cuida de su madre con paciencia, responsabilidad y, sobre todo, mucho cariño, a veces se siente muy cansada. Le gustaría poder contar aunque sea con algunas horas a la semana para poder ir al cine, visitar alguna amiga, o ir a esas clases de baile que hace años se prometió probar.
Silvia se da cuenta de que el estilo de vida que lleva ha comenzado a afectar su salud. Sufre de dolores musculares, jaquecas constantes, y le cuesta conciliar el sueño. Pero incluso poder concertar una cita médica se vuelve difícil si no tiene quien la reemplace en sus tareas de cuidado.
Muchas veces duda, además, acerca de su capacidad como cuidadora. A pesar de sus buenas intenciones, a medida que la enfermedad de Clara avanza, sus necesidades son cada vez mayores. Estas requieren de un conocimiento técnico y de una fuerza física que Silvia no tiene.
El sueño de Silvia es contar con algún tipo de ayuda externa, pero sus ingresos no se lo permiten. Debido al cuidado de sus tres hijos, nunca pudo mantener una historia constante de aportaciones a la seguridad social. Por lo tanto, solo accedió a una pensión mínima al momento de retirarse. Contratar a alguien a quien confiar el cuidado de su madre, aunque sea unas horas por día, es difícil y caro. Los servicios públicos gratuitos se reducen a residenciales e implicarían sacar a Clara de su hogar, algo que Silvia sabe que su madre no querría.
¿Qué dice la evidencia sobre las mujeres y cuidados de personas mayores?
La situación de Silvia es la situación de muchas mujeres en América Latina y el Caribe. En la región, más del 75% de las personas mayores que necesitan cuidados los reciben de sus familiares. Esto afecta no solo su salud fïsica y emocional, sino además su capacidad de generar ingresos. También compromete la calidad del cuidado brindado. En efecto, la evidencia muestra que las responsabilidades de cuidado están asociadas a una reducción significativa de la participación laboral de las mujeres.
Un reporte reciente del BID resalta los desafíos que tienen por delante los países de la región para mejorar la cobertura y la calidad de los servicios de atención a la dependencia. El reporte muestra que solamente el 5% de las personas mayores de 65 años que necesitan ayuda con las actividades básicas de la vida diaria recibe algún tipo de apoyo por parte del sector público. Muestra, además, que aún cuando existen, la calidad de los servicios es muy baja. Esto último se debe a la inexistencia de estándares de calidad en algunos casos. También a la falta de capacidad de supervisión y monitoreo por parte de los gobiernos, así como a la falta de formación de los recursos humanos. En este contexto es difícil que realidades como las de Silvia puedan cambiarse.
¿Cómo romper el círculo vicioso?
Las inequidades de género en torno al tema del cuidado hacen que la situación actual sea insostenible desde el punto de vista social. ¿Cómo hacer para quebrar este círculo vicioso? El reporte, titulado Envejecer en América Latina: protección social y calidad de vida de las personas mayores, plantea ciertos principios guía. Estos orientan a los países de la región para reforzar los servicios de atención a la dependencia para las personas mayores, con un enfoque en la equidad de género.
Los servicios de atención a la dependencia accesibles y de calidad le devuelven su tiempo a las mujeres
En primer lugar, el desarrollar servicios de atención a la dependencia accesibles y de buena calidad permitiría liberar el tiempo de las mujeres cuidadoras familiares. Este es tiempo que podrían invertir en su formación y en sus carreras laborales, lo cual contribuiría a su seguridad de ingresos, no solo durante su edad laboral sino también durante su vejez. La provisión directa de servicios de cuidado por parte de los gobiernos es una de las formas de lograr esto. Ciertos países, además, reconociendo que aún cuando existen opciones externas, muchas familias deciden hacerse cargo del cuidado, otorgan beneficios de flexibilidad laboral, como licencias especiales, a quienes cuidan a personas mayores. La entrega de efectivo a las cuidadoras es también una manera relativamente económica de reconocer (y remunerar) el trabajo realizado. Sin embargo, si no está bien diseñado, puede terminar reforzando las inequidades de género que se quieren atenuar.
El desarrollo de servicios de cuidados impulsa el empleo femenino
En segundo lugar, el desarrollo de servicios de cuidados es, de por sí, un importante impulsor del empleo femenino. En efecto, en la actualidad, la mayoría del trabajo en el sector de cuidados es realizado por mujeres, en condiciones muchas veces precarias, sin acceso a la seguridad social ni estabilidad. La creación de un mercado de servicios de cuidados, unido a la oferta de formación de recursos humanos, permitiría mejorar las condiciones laborales de este sector, formalizándolo, mejorando su remuneración, y otorgando a sus trabajadores oportunidades de especialización. Se estima que en 2020 las necesidades de la región en términos de cuidadores del sector ascendía a casi 5 millones, y que en 2035, esta cifra podrá aumentar a casi 9 millones. Si se tiene en cuenta que la inmensa mayoría de estas personas son mujeres, los impactos en términos de participación laboral femenina, son evidentes.
Reforzar los servicios de atención mejora la calidad del cuidado
Por último, mejoraría la calidad del cuidado brindado, al garantizar la formación adecuada de quienes trabajan en el sector. Dado que las mujeres son, no solo quienes más cuidan, sino también quienes más necesitan cuidado, el impacto en la calidad desde el punto de vista de género adquiere una doble dimensión.
En suma, la reducción de las inequidades de género en torno a los cuidados se encuadra dentro del marco de las “tres Rs” de Naciones Unidas: reconocer, redistribuir, y reducir el trabajo de cuidados. Esto es, hacer visible y revalorizar el trabajo de cuidados (reconocer), repartir el trabajo de cuidados entre hombres y mujeres de manera más equitativa (redistribuir), disminuir la carga de cuidados que recae desproporcionadamente en las mujeres de la familia (reducir).
Para conocer más sobre el trabajo que estamos haciendo en torno a los cuidados de largo plazo, visita nuestra página web: Panorama de Envejecimiento y Atención a la Dependencia.
Jorgelina Biolatti Dice
Buenas noches me gustaría contactarme somos una empresa de cuidados domiciliario y nos dedicamos al cuidado somos de Bolivia