La primera vez que salí de Argentina me mudé a Austria. Recuerdo llamar a mi madre para decirle que en Austria la gente no limpiaba sus ollas porque no tenían el limpiador específico que usábamos en casa, llamado “Puloil”. La globalización en los 80 no era como la conocemos hoy. Me tomó un año completo aprender suficiente alemán para encontrar el polvo de limpieza que necesitaba. Y sí, los austríacos sí limpian sus ollas.
Nada en Viena era similar a lo que yo conocía en casa. Extrañaba el sol de Buenos Aires, el clima, mi familia, los árboles de jacaranda en Plaza San Martín, mis amigos… mi vida. Rechacé todo lo que Viena tenía para ofrecer. No me gustaba el frío, la idea del silencio como un valor o tener que enviar una invitación para una reunión entre amigos con 15 días de anticipación.
Durante mis primeros dos años en Austria, viajé cuatro veces de regreso a Argentina. Sin embargo, algo extraño sucedió la cuarta vez. Estaba en Buenos Aires y casi al final de mi viaje me dije: “Quiero volver a casa” y luego me di cuenta de que “mi casa”, mi hogar, era Viena. En ese momento, noté que algo era diferente. Yo había cambiado. Era una nueva Claudia, tanto personal como profesionalmente, y estaba orgullosa de ella.
Durante mis primeros dos años en Viena, pasé del rechazo a la aceptación. Había aceptado los cambios, pero lo más importante era que los había acogido.
Toma riesgos
Comencé mi carrera hace unos 35 años. Pensé que iba a ser abogado penal en Buenos Aires, pero luego me mudé de Argentina y fui a vivir en cuatro países diferentes. Estudié otra carrera, cambié industrias y profesiones e incluso cambié de esposo.
Tomar riesgos te permite establecer nuevos límites en tu mente. Nuestra propia visión de lo que somos buenos (o capaces) puede llegar a limitarnos. Cuando tomas riesgos estableces nuevos límites, mejoras tu visión de la vida y amplías tu capacidad para alcanzar nuevos horizontes.
La gente puede pensar que dejas de tomar riesgos a medida que envejeces. Esto no es cierto.
Hace unos años, tuve dos grandes ofertas de trabajo en mi plato. Escribí 10 páginas de pros y contras sobre cada una de las ofertas y todavía no podía decidir.
Después de 16 entrevistas en uno de esos trabajos, pasé por la oficina del vicepresidente para saludarlo antes de irme. Me pidió que entrara y me ofreció beber “mate”. No lo podía creer, habían pasado 27 años desde la última vez que tomé “mate”. En ese momento, supe dónde quería trabajar. Quería trabajar para el BID, para mi región, para ayudar a mi gente y para ayudar a mejorar vidas en América Latina y el Caribe. Aquí era donde yo pertenecía.
Me arriesgué. Mi decisión fue tomada no por la propuesta económica, sino por las emociones y mi sentido de propósito. Y este es mi siguiente punto.
Encuentra tu propósito.
Siempre me ha interesado trabajar en organizaciones donde siento que estoy haciendo algo más grande que yo misma, que estoy impactando a la gente. Para mí, no se trata de ganar dinero para comprar un bote más grande o un automóvil más lujoso. Esto no es ni bueno ni malo, simplemente no es mi propósito.
Habrá muchas veces en tu vida en las que tendrás que preguntarte si una organización, un trabajo o una persona comparten los mismos valores que tú. Algunas veces la respuesta será “no” y si es “no”, ve y encuentra algo que sí lo haga. Para tener éxito … para estar “vivo” tiene que haber resonancia entre tu trabajo, tu vida y lo que realmente eres.
Abraza el cambio y súbete la ola
Como Gerente General de Recursos Humanos en el BID, con cientos de reclutamientos al año, puedo decirte que la competencia número uno que buscamos es la flexibilidad: la capacidad de adaptarse y aprender cosas nuevas. Queremos personas que sean humildes y reconozcan lo que no saben, pero con ansias de aprender. Personas con inteligencia emocional que pueden abrazar el cambio.
El cambio es como una ola, es transformativo. Conlleva miedos, inseguridades y malestar. Siempre es perturbador. Pero, si es como una ola, uno puede subirse a ella. Así como hacen los surfistas.
Los surfistas dicen: “Siente el miedo y luego hazlo de todos modos”. Yo digo lo mismo.
Aquel polvo de limpieza en Austria me enseñó una lección. Cada intersección en la vida nos presenta una oportunidad. Podría haber rechazado la oportunidad de dejar que Viena creciera en mi corazón. Podría haberme quedado con la melancolía. Pero elegí otro camino, el camino del crecimiento. Sé con certeza que todos tienen el poder de cambiar e iniciar transformación. También sé que si tomas riesgos, encuentras tu propósito y abrazas el cambio, montarás exitosamente la ola de la vida.
Si tu propósito es mejorar vidas y buscas un nuevo desafío te invitamos a visitar el siguiente link.
Maria Teresa Gutierrez Dice
Gracias Claudia por tu testimonio, en el cual me veo identificada en muchos aspectos, retos y oportunidades que se nos presentan en la vida . Y sí reconozco la importancia de lo emocional en la toma de decisines, lo que ahora se le llama la inteligencia emocional que contribuye al desarrollo personal y dinamica social mas inclusiva. Entonces se torna en un hecho “conciente”, lo que pareceria una controversia lo opuesto a lo racional.
Por ahora aun sigo fuera de mi país pero continúo desarrollando los temas que me apasionan, como rescatando saberes tradicionales y metodologias orientadas a escuchar y a contribuir en la generacion de oportunidades de trabajo decente y justicia social para las poblaciones en desventaja.
Carlos Ventura Barriga Dice
Que hermosa historia, lo mismo siento yo, cuando ayudo, apoyo, doy mis servicio de bien y mi Gran pago es Las gracias y una sonrisa, eso me da satisfaccion y me hace inmensamente Feliz.
Servir a mi projimo en El Camino del bien me hace feliz Feliz Feliz..!
Actualmente presidente ONGD “Aprendiendo a transitar” para la seguridad vial, en Lima Peru.
Necesito ayuda economica para gestionar mi proyecto de capacitacion para conductores de transporte publico.
Gracias, estoy dispuesto a collaboration en Todo lo que sea servir Al projimo.
Hilel Zomer Dice
Muy lindo. La felicito. Sobretodo con lo relacionado sobre si siento que la organizacion en la que trabajo no comparte mis mismos valores. Ese es el momento de buscar un cambio, porque aunque haya buena paga, no existe satisfaccion.
Annette Tejada Dice
Felicitaciones, Claudia. Leer su artículo ha sido un verdadero honor; me encantó por la sinceridad y sencillez con que usted expresa su experiencia de vida y aprendizajes. Me identifico mucho con el propósito de mejorar vidas y buscar un nuevo desafío. Con mucho gusto, visitaré el link que usted sugiere pues es admirable conocer una institución que declare: “Queremos personas que sean humildes y reconozcan lo que no saben, pero con ansias de aprender”. Estoy a su disposición para colaborar en propósitos que impacten a la gente.
Angela Sáenz Dice
Definitivamente la capacidad para adaptarnos es fundamental. Claudia llenaste mi corazón con cada experiencia relatada. Pasé hace poco por un cambio y creo que coincido o mejor me identificoó con lo que escribes. Todo es cuestión de percepción. Saludos.
Mireille Dice
La equidad de género también debe contemplar el no discriminar a nadie por su condición o edad para optar por trabajos en organismos como el BID. Las mujeres que ya tenemos trayectoria deberíamos aportar con el conocimiento para apoyar procesos de desarrollo. Cada vez apuestan más por jóvenes dejando de lado el capital humano y de experiencia con el que se puede aportar.