“Yo soy peluquera (…) pero me tengo que ocupar de mi tía (con discapacidad severa), de mi hija (de 12 años), y de la casa” cuenta Lorena, de Rio Paraná, Corrientes, Argentina. Al igual que muchas mujeres de la región, Lorena debe equilibrar su trabajo con las tareas domésticas y de cuidado en su hogar. Estas responsabilidades son particularmente desafiantes para aquellas mujeres que viven en asentamientos informales, también conocidos como barrios populares. En Argentina, al menos 4.5 millones de personas están establecidas en este tipo de asentamientos, de las cuales 2.5 millones se dedica a tareas de cuidado.
En el estudio “Dinámicas familiares de cuidados en barrios populares de Argentina” analizamos las principales barreras que enfrentan las familias que residen en barrios populares (BP) para cuidar a sus dependientes, en comparación con los barrios con infraestructura adecuada (BIA).
La ausencia de servicios básicos como el agua corriente, la energía eléctrica o acceso a redes cloacales son algunos de los obstáculos que enfrentan las comunidades de asentamientos informales. Asimismo, más de la mitad de la población no cuenta con el título de propiedad. A esto se suma que más del 40% de los habitantes son menores de edad y, consecuentemente, la mitad de los hogares tienen responsabilidades de cuidado (el doble que los barrios con infraestructura adecuada del país).
El estudio del BID se enfoca en las 2.5 millones de personas que residen en estos asentamientos y son responsables de al menos:
- Una niña o niño de 0-4 años
- Una persona con discapacidad con dependencia
- Una adulta o adulto mayor con dependencia
En este post, te contamos los hallazgos principales que hemos encontrado.
Dinámicas de cuidado
Producir cuidado tiene costos. Los recursos que necesitan las familias para cuidar son: tiempo, bienes, servicios intermedios (como salud, educación, transporte, entre otros) y un hábitat adecuado. A través del estudio encontramos que existen brechas importantes en el acceso a estos recursos entre las familias de barrios informales y formales, resultando en que la carga de cuidados de las primeras sea mucho mayor y más costosa.
Acceso a recursos
Por ejemplo, en términos de acceso a recursos, si bien en el 88% de las familias con responsabilidades de cuidado de los barrios populares al menos un integrante trabaja en forma remunerada;por cada hora que estas familias destinan a trabajar, obtienen un 47% menos de ingresos que sus pares de los barrios con infraestructura adecuada.
El tiempo y servicios de apoyo
Asimismo, el trabajo de cuidado demanda un gran volumen de tiempo y contempla un conjunto de tareas para realizarlo, por ejemplo, alimentar y limpiar. Generalmente, los servicios personales e institucionales –como centros de desarrollo infantil o centros de día para personas adultas dependientes- son esenciales para liberar parte del tiempo destinado al cuidado y redireccionarlo a actividades generadoras de ingresos.Sin embargo, dado que para las familias ubicadas en asentamientos informales el acceso al dinero se encuentra seriamente restringido, externalizar esta tarea no suele ser una opción. De hecho, encontramos que, en los barrios populares, la proporción de familias con niñas y niños pequeños que concurren a estos espacios es menor al 20%, mientras que en barrios formales alcanza un 37%.
Precariedad de vivienda y acceso a servicios básicos
Por otro lado, la precariedad de las viviendas y las dificultades de acceso a servicios esenciales básicos incrementa el tiempo, los bienes y servicios que las familias necesitan para cuidar. Tal es el caso del 31% de los núcleos familiares con responsabilidades de cuidado de barrios populares, quienes declaran tener problemas de salud derivados de aguas contaminadas. En los barrios formales, solo un 9% enfrenta este problema.
Frente a este contexto, las generaciones se desarrollan en un ambiente desfavorable, en el que predominan no solo las desigualdades sociales, sino también de género.
El tiempo es oro
Para muchos hogares radicados en barrios populares, el único recurso disponible para resolver sus dinámicas de cuidado es el tiempo.
Se ha identificado que estas familias destinan 10 horas semanales más al trabajo no remunerado que las que residen en barrios con infraestructura adecuada. Esta diferencia incrementa para las mujeres: cada semana, ellas destinan al trabajo no remunerado 11 horas más que las mujeres en hogares sin responsabilidades de cuidado, y más del doble de horas que los varones.
Este desequilibrio en la carga de cuidado impacta de forma diferenciada a las mujeres y jóvenes:
- Solo el 45% de las mujeres con responsabilidades de cuidado trabaja en forma remunerada, frente al 77% de sus pares masculinos. Las mujeres, además, se ven obligadas a destinar menos horas que los varones a estas ocupaciones.
- Cuando las familias no logran resolver sus necesidades de cuidado, este trabajo también recae sobre los más jóvenes, especialmente las mujeres más jóvenes, lo cual obstaculiza su trayectoria escolar. En los barrios populares, el 54% de los jóvenes en familias con responsabilidades de cuidado interrumpieron su trayectoria escolar antes de completar la secundaria.
De la información anterior, podemos concluir que las dificultades para obtener servicios básicos, dinero y alimentos, los hábitats degradados y la ausencia de alternativas de cuidado son desafíos que dificultan el bienestar y desarrollo integral de las familias que residen en los asentamientos informales.
¿Cómo podemos reducir estas brechas?
- Servicios de cuidado en los barrios populares. La inversión en infraestructura de centros de cuidado infantil y de personas adultas dependientes es clave para acercar los servicios a estas comunidades.
- Formaciones en cuidado especializado. Las mujeres que habitan en barrios informales cuentan con la experiencia práctica de cuidado de manera no remunerada. Poner en marcha programas de formación vinculados al cuidado de personas, tales como enfermería, cuidado especializado de adultos mayores con dependencia o similares, les permitiría acceder a trabajos formales con alta demanda.
- Proyectos de desarrollo urbano con perspectiva de cuidados y género. Las intervenciones en barrios populares deben tener en cuenta las dinámicas de cuidado de los hogares beneficiarios, y las necesidades diferenciadas para las mujeres. Asimismo, se debe asegurar que la infraestructura de cuidado sea elegible para financiamiento con los préstamos de inversión.
Desde el BID estamos comprometidos a cerrar las brechas de género a través de nuestros proyectos y entendemos que la transversalización del tema en sectores como desarrollo urbano son clave para alcanzar este objetivo.
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