Todos los días, antes que se asome el primer rayo de sol, Ajayu Warawara, de apenas trece años, comienza a arar la tierra. En Aymara, su nombre significa “espíritu de una estrella”. Ella es la única hija de una familia agricultora que, como muchas mujeres rurales en Bolivia, tiene pocas posibilidades de terminar la secundaria. Este año la sequía será más dura -piensa- mientras coloca sus manos en la tierra para comenzar su faena diaria de más de 10 horas.
No obstante, ella no pierde la esperanza de cumplir su sueño de regresar a la escuela, y aprender bien a leer y escribir. Ajayu ve que las cosas están cambiando para mejor. Por eso, aunque tome tiempo, espera tener más oportunidades que las que tuvieron su ”mama” y su Awicha (abuela). La historia de Ajayu es una de muchas que aún persisten en la Bolivia rural actual. Los avances son varios, pero como en otros países de la región, todavía persisten brechas de género que deben ser cerradas.
Roles tradicionales de género en áreas rurales
En el área rural del país aún observamos una prevalencia de roles tradicionales de género. Esto se refleja en mayores cargas laborales y domésticas para las mujeres. Las labores domésticas y el cuidado de los hijos, adultos mayores y personas enfermas no son remuneradas. Además, estas suelen ser responsabilidad exclusiva de las mujeres del hogar. Algo positivo es que estas actividades denominadas “labores de casa” son tomadas en cuenta como tareas reproductivas en las estadísticas laborales y, como tales, son reflejadas como una actividad económica.
Las mujeres que se dedican a dichas tareas son consideradas como una población activa reproductiva (PAR). En ese sentido, en Bolivia, el 22,9% de las mujeres rurales son PAR, frente al 1,2% de los hombres rurales. Las mujeres dedican el doble de tiempo que los hombres a las tareas del cuidado. Esto impide, muchas veces, que ellas puedan encontrar espacios y actividades que generen ingresos suficientes para lograr su autonomía económica.
¿Cuáles son los principales avances en materia de género para las mujeres rurales en Bolivia?
Para atender este desafío, el Gobierno de Bolivia con apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo viene apoyando proyectos y planes nacionales que permitan que las mujeres en el ámbito rural puedan aumentar su autonomía económica.
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Por ejemplo, los programas de electrificación rural han permitido que muchas mujeres puedan emprender un negocio en sus propias comunidades. De esta forma, se vuelven parte de cadenas de valor de productos locales. Asimismo, a través de programas de formación en fontanería y soluciones de riego para los cultivos agrícolas, hay mujeres que se han convertido en actores centrales en la gestión de recursos hídricos en sus comunidades. Igualmente, a través de programas de apoyo al empleo, muchas mujeres del área rural han podido insertase al mercado laboral.
Estos ejemplos de programas y políticas públicas en apoyo a las mujeres están acompañados de normativas modernas promovidas desde el Estado. Estas respaldan y promueven la generación de condiciones para el ejercicio pleno de los derechos de la población. Lo anterior, sin ningún tipo de exclusión ni discriminación, como la Política Plurinacional de Descolonización y Despatriarcalización, recientemente aprobada a mediados de este año.
En cuanto a derecho propietario de la tierra, el enfoque de equidad de género está presente tanto en la Constitución Política del Estado del 2009, como en todo el marco normativo agrario. Asimismo, en Bolivia se cuenta con planes estratégicos institucionales que incorporan principios de igualdad de oportunidades, y la equidad social y de género. Lo anterior contribuye a la garantización del derecho de las mujeres a la tierra y territorio. Según datos del Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA), al cierre de 2022, el 45% de los títulos agrarios están a nombre de mujeres de manera individual o de copropiedad, equivalente a 1.350.274 títulos versus, un escenario muy diferente al que se tenía en 1996 con solo el 10%.
¿Cuáles son las tareas pendientes para avanzar hacia la equidad de género para las mujeres rurales de Bolivia?
- En el ámbito de la educación: la tasa de alfabetismo alcanza el 83% entre las mujeres rurales bolivianas, notablemente inferior al 97% que registran los hombres. Otro ámbito importante que se debe considerar es la incidencia elevada de la violencia basada en género por parte de la pareja. En los espacios rurales, 95% de las mujeres han vivido violencia psicológica, 73% violencia física, 53,6% violencia sexual y 47,1% violencia económica.
- En materia de empleo: las mujeres rurales presentan un promedio de 38,10 horas trabajadas por semana en actividades agrícolas, pecuarias y pesca. Los hombres, por su lado, registran 43,40 horas. Sin embargo, considerando que esta es su ocupación principal, las mujeres solo perciben la mitad del ingreso promedio mensual de los hombres dedicados a estas actividades. Las principales actividades en las que se emplean las mujeres son: comercio y servicio 31,4%, agricultura 28,2% y trabajo no calificado 11,6%.
Estas y otras brechas de género permiten dimensionar el contexto particular que enfrentan las mujeres rurales. Así, es posible trazar líneas de acción hacia la equidad de género con una perspectiva inclusiva e interseccional. Para acompañar este camino hacia la autonomía económica de las mujeres rurales, es esencial priorizar la promoción de la educación básica y técnica. De esta manera, será posible aumentar sus oportunidades de empleo productivo de calidad, fortalecer el tejido asociativo de las mujeres y su capacidad de acceso a recursos productivos.
La diversificación productiva, con enfoque en la agricultura, puede promover la autonomía económica de las mujeres rurales de Bolivia y los países andinos. Si quieres saber cómo, descarga la publicación “Apostar por la agricultura para lograr una diversificación productiva”.
Por mi experiencia, las condiciones en que las mujeres bolivianas desarrollan sus actividades empresariales se consideran desventajosas, ya que tienen que asumir una triple carga: (i) la gestión de la empresa; ii) trabajo doméstico; y iii) atención familiar. Como resultado, las mujeres empresarias están presentes principalmente en el sector no estructurado, como i) los sectores de menor valor añadido (comercio, fabricación textil, alojamiento, restauración/alimentación); y ii) las denominadas microempresas de subsistencia.
El fortalecimiento de las habilidades de las mujeres en la gestión empresarial, la creación de redes y la innovación es una condición necesaria para el crecimiento de sus negocios y su participación en el desarrollo económico local y su autonomía económica.
Interesante análisis, pero en el acápite de tareas pendientes está el de capacitar y brindar formación continua a las mujeres en manejo de las nuevas tecnologías de comunicación y herramientas (WhastApp, zoom, email, facebook, entre otros) para que tengan mayor avance en sus emprendimientos. Caracteristicas de un buen equipo y como esta herremienta les dará visibilidad y las actualizará para no ser analfabetas informáticas.