Han pasado ocho meses desde que la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró la pandemia por coronavirus y casi desde entonces han estado cerrados gran parte de los centros de cuidado infantil y jardines en América Latina y el Caribe. De acuerdo con la herramienta global desarrollada por la UNESCO para monitorear el cierre de centros educativos por la pandemia, con corte a la última semana de octubre, tan solo en dos países de la región las escuelas están completamente abiertas.
En principio, la decisión de cerrar los establecimientos educativos se tomó como una medida de contención para promover el distanciamiento físico y disminuir la trasmisión comunitaria del virus. Si bien hay evidencia científica que durante una pandemia por gripe el cierre de las escuelas puede disminuir hasta en un 40% el pico de la tasa de contagios, el impacto de esta medida en las tasas generales de contagio puede ser leve comparado con el aislamiento de casos o la cuarentena en casa. En este escenario, presentamos tres razones por las cuáles la reanudación de la atención presencial segura de los servicios de cuidado infantil y preescolar debería ser una prioridad.
1. Primero la primera infancia
Los primeros cinco años de vida en las niñas y niños es una etapa fundamental para el desarrollo socioemocional y cognitivo. Se trata de un periodo crítico para crear el conjunto de redes neuronales necesarias para lograr una vida física y mentalmente saludable dado que el cerebro es mucho más sensible y maleable a las experiencias de aprendizaje y a la estimulación del ambiente. Lo que se haga o deje de hacer durante la primera infancia puede influir a largo plazo en la formación del capital humano, la salud y la conducta de las personas.
2. Los jardines y los centros de cuidado son más que un espacio de aprendizaje
Un estudio del BID estima que las pérdidas asociadas a seis meses sin servicios de primera infancia a corto, mediano y largo plazo no tiene precedentes. En una región tan profundamente desigual como América Latina y el Caribe, en la que el 1% más rico acumula el 21% de los ingresos de toda la economía, los centros de cuidado infantil y preescolares se convierten en un espacio protector y proveedor de oportunidades, no solo para las niñas y niños, sino para sus familias, cuidadores y entornos comunitarios.
Los centros de cuidado infantil y preescolares son espacios aliados para desplegar, consolidar, y fortalecer las redes de protección social. Esto es especialmente importante para las familias en contextos socioeconómicos adversos como la población desplazada o migrante, indígenas, afrodescendientes y niñas y niños con discapacidad que requieren educación inclusiva o servicios especializados. Experiencias pasadas relacionadas con la crisis del ébola en África Occidental han encontrado efectos devastadores en el aprendizaje y la retención escolar, la salud y la nutrición, o la violencia sexual. Los cierres prolongados también podrían tener consecuencias adversas como estrés, ansiedad e incertidumbre para padres de familia, cuidadores y profesores.
3. Aumento en la brecha de género en el mercado laboral
Los centros de cuidado infantil proveen servicios necesarios para las familias trabajadoras, lo que favorece la recuperación de la economía. Sin embargo, a diferencia de otras crisis que han impactado más a los hombres que a las mujeres, medidas como el distanciamiento físico suponen un impacto particularmente alto para las madres solteras y trabajadoras, dada su mayor participación laboral en sectores de servicios como restaurantes, hotelería, salud y educación. Adicionalmente, el cierre de los servicios para la primera infancia ha aumentado la carga de trabajo no remunerada en los hogares. Dada la distribución desigual de las labores del hogar entre hombres y mujeres, esto ha afectado también la participación laboral de las mujeres.
Pensar en reaperturas seguras es fundamental
La pandemia ha generado un escenario difícil e impredecible y los gobiernos y agentes educativos de la región han realizados grandes esfuerzos para desarrollar iniciativas que permitan continuar con los servicios de cuidado a distancia. No obstante, las diferencias en el acceso a recursos digitales y conectividad, así como las limitaciones del aprendizaje en casa—más acusadas en hogares más vulnerables—hacen que estos esfuerzos resulten insuficientes e incluso conlleven aumentos en las desigualdades sociales y de género. Por ello es clave seguir sumando esfuerzos para desarrollar estrategias que permitan reabrir de manera segura los centros de cuidado infantil y preescolares aún en un escenario imperfecto y sin vacunas para el coronavirus. El cierre prolongado es una alternativa costosa tanto en el corto como en el largo plazo para todos: los millones de niñas y niños en América Latina y el Caribe son una prioridad que no podemos ignorar.
¿Cómo se han adaptado al COVID-19 los centros de cuidado infantil y los preescolares en tu país? Déjanos un comentario o menciónanos en Twitter @BIDgente
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Freddy Coronel Alvarez dice
Sobre este tema importante se debe capacitar a maestros. Hace falta esto y mucho mas sobre todo en Ecuador
Daniela Barrios dice
Yo considero que los primeros años son fundamentales para una educación efectiva y lamentablemente los programas no están adecuados para cada grado en específico, es muy difícil que un niño de 2 grado de preescolar pueda hacer lo que hace un de 3 grado, en fin esperemos que se pueda modificar algo para que no sólo sea tiempo perdido
Arturo Celis. PhD dice
Es necesario regresar los niños bajo la protección de Programas de Primera Infancia que los atienda en grupos de 10 o menos ( menos es más) lo cual permitirá un mejor control higiénico y mejor posibilidad de interacciones de desarrollo.