Aunque nuestras economías están ligadas al importante activo de la naturaleza, seguimos invirtiendo insuficientemente en él.
Este es el poderoso argumento presentado por el Informe Dasgupta, un informe global independiente publicado recientemente y encargado por el Tesoro del Reino Unido para estudiar la economía de la biodiversidad.
Se centra en cómo nosotros, como comunidad mundial, debemos repensar la forma en que se valora la naturaleza y la biodiversidad y, por lo tanto, los enfoques que adoptamos para incorporar adecuadamente sus finanzas en nuestros flujos de gasto público y privado.
Esto es particularmente importante en América Latina y el Caribe; el hogar de más del 40% de la flora y fauna del mundo y donde la sociedad está tan estrechamente conectada con el mundo natural.
Descrita por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo como una “superpotencia de la biodiversidad”, la región tiene una ventaja competitiva y, con la necesidad de recuperarse de las consecuencias del COVID-19, América Latina y el Caribe debe reconocer la importancia del capital natural.
La oportunidad de encontrar soluciones basadas en la naturaleza (SbN) en la región es enorme. Este es un concepto que busca aprovechar la naturaleza y sus servicios ecosistémicos para resolver problemas urgentes, y está definida por la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza como “acciones para proteger, gestionar de forma sostenible y restaurar ecosistemas naturales o modificados, que abordan los desafíos sociales de manera eficaz y adaptativa, proporcionando simultáneamente bienestar humano y beneficios de biodiversidad”.
Los manglares, por ejemplo, pueden defender a las comunidades costeras de las inundaciones y del aumento del nivel del mar al disipar la energía de las olas, y además actúan como sumideros de carbono a largo plazo, abordando dos de los impactos prominentes del cambio climático y, al mismo tiempo, contribuyendo a los medios de vida locales.
La integración de soluciones basadas en la naturaleza en sistemas de infraestructura tradicionales o “grises” también es una oportunidad para la región.
Las SbN pueden producir servicios de menor costo y más resilientes en sectores como agua y saneamiento, energía, transporte, vivienda y desarrollo urbano. Por ejemplo, las inversiones en infraestructura natural pueden producir importantes beneficios económicos para las empresas de suministro de agua.
En Río de Janeiro, restaurar los bosques alrededor de la ciudad podría evitar US$79 millones en costos para el tratamiento de agua por 30 años. Otros beneficios de las SbN incluyen proteger las inversiones en transporte de los peligros naturales y al mismo tiempo mitigar y compensar los impactos ambientales negativos de estos proyectos. En Colombia, un estudio encontró que crear zonas de amortiguamiento forestales cerca de las carreteras con riesgo de deslizamiento de tierra es 16 veces más rentable que reparar los daños.
Las SbN también puede contribuir a la creación de puestos de trabajo y aliviar la pobreza mediante la creación de empleos poco cualificados y de rápida implementación que podrían contribuir a las estrategias de recuperación pos-COVID-19. Cuando se diseñan correctamente, las SbN pueden ayudar a las comunidades pobres a desarrollar economías y prácticas de uso de la tierra más sostenibles y productivas.
El Banco Interamericano de Desarrollo sostiene que la región debe llevar a cabo una recuperación sostenible con un enfoque en aumentar la resiliencia social, económica y ambiental.
Según el Instituto Paulson, necesitamos invertir entre US$722-967 mil millones cada año hasta 2030 para revertir el declive de la biodiversidad, lo que significa aumentar los fondos en un promedio de US$711 mil millones año tras año; esto puede parecer mucho, pero en realidad es alrededor de lo que se gasta en el mundo en el consumo de refrescos.
Hasta ahora, ha habido una falta de mecanismos adecuados que impulsen el gasto hacia el capital natural, y esto ha demostrado ser una barrera importante para implementar soluciones basadas en la naturaleza.
Hay acciones que se deben tomar para promover los objetivos de biodiversidad. Incorporar y normalizar la biodiversidad y el capital natural en los presupuestos de los gobiernos y aumentar la eficiencia de los recursos públicos es fundamental para consolidar su prioridad en los marcos de políticas nacionales, así como para impulsar la participación de inversionistas privados.
El Grupo BID está contribuyendo a reducir la brecha de financiamiento de la biodiversidad. Desde 2016, el Laboratorio de Capital Natural del BID ha apalancado US$55 millones para proyectos que trabajan para desarrollar nuevos modelos de financiamiento que reduzcan la brecha entre el sector privado y la naturaleza, incluyendo trabajar con el Grupo BID para desarrollar fondos de capital de riesgo para bioempresas, apoyar innovaciones para proteger la biodiversidad y desarrollar proyectos de carbono azul.
En el pasado, a través de BID Lab, el Banco también ha invertido en el fondo EcoEnterprises, que canalizó flujos financieros para apoyar la agricultura sostenible, la agrosilvicultura y el ecoturismo. Para superar el supuesto alto riesgo asociado a las inversiones en activos naturales, el fondo ha adoptado mecanismos como financiamiento mixto, gestión diversificada de carteras, financiamiento de riesgo, monitoreo y certificaciones de terceros.
El BID también ha estado apoyando a Intrinsic Value Exchange, que está estableciendo la naturaleza como una nueva clase de activo público, donde las acciones de “empresas de activos naturales” se pueden compartir e intercambiar, de manera muy similar a las empresas que cotizan en el mercado de valores.
Es hora de actuar sobre la biodiversidad, y debemos actuar ahora y actuar juntos. Según el Informe Dasgupta, la batalla contra la pérdida de biodiversidad sigue siendo reversible. La participación de los grupos de interés es fundamental para incorporar el capital natural y la biodiversidad. Una nueva publicación del BID sugiere que las comunidades, las empresas privadas, los gobiernos y la sociedad civil son actores vitales que ayudarán a construir la riqueza de América Latina y el Caribe.
En última instancia, debemos reconocer que las sociedades y economías de América Latina y el Caribe están entrelazadas con la naturaleza y esto debe reflejarse en los presupuestos nacionales, los planes de desarrollo y los modelos comerciales del sector privado.
La naturaleza y las finanzas son dos temas centrales de campaña de la cumbre climática de la ONU, COP26, en noviembre de este año, por lo que ahora es el momento de comenzar a trabajar. Debemos mirar más allá de la pandemia y tomar las decisiones correctas para un futuro en el que trabajemos con la naturaleza y no en su contra.
Publicado originalmente en Climate Home.
Leave a Reply