Los habitantes de América Latina y el Caribe tienen la fortuna de vivir en una región de gran belleza natural, desde la interminable extensión del Amazonas hasta la cruda soledad de la Patagonia. Nuestra región posee el 40% de la biodiversidad del mundo y alberga siete de los 25 puntos críticos de biodiversidad. Tiene 11 de los 14 biomas terrestres y el segundo sistema de arrecifes más grande del planeta. Más del 30% del agua dulce disponible en la Tierra y casi el 50% de los bosques tropicales del mundo se encuentran en la región. Este capital natural no solo es importante como reserva natural o hábitat, sino que también genera beneficios significativos para el desarrollo y el bienestar humano, incluido nuestro camino hacia la recuperación post-COVID-19.
Invertir en la naturaleza es una buena oportunidad de negocio, pero para aprovecharla debemos actuar con rapidez. La naturaleza impulsa la economía y es un activo global vital que nos proporciona bienes y servicios como alimento, aire y agua. Todas las actividades económicas dependen fundamentalmente de estos servicios hasta cierto punto, y se estima que una cantidad considerable de la economía mundial, US$44 billones, más de la mitad del PIB mundial, depende en gran medida o moderadamente de la naturaleza. Por ejemplo, en sectores como la industria del turismo, los arrecifes de coral generan US$36.000 millones al año. Y en la agricultura, la polinización de las abejas contribuye directamente a la producción de entre el 5% y el 8% de los cultivos mundiales.
La naturaleza también genera beneficios sobre la regulación climática y la resiliencia. Las Naciones Unidas estiman que los océanos y los ecosistemas terrestres globales están absorbiendo cada uno el 25% de las emisiones. La naturaleza debería estar en el centro de nuestra respuesta al cambio climático. Las soluciones basadas en la naturaleza podrían representar el 40% de la reducción de emisiones de carbono necesaria para limitar el calentamiento global a menos de dos grados centígrados para 2030. Las soluciones basadas en la naturaleza también pueden proporcionar importantes servicios de resiliencia, protegiéndonos contra el aumento del nivel del mar y las tormentas de mayor intensidad resultantes del cambio climático.
Desafortunadamente, estamos siendo testigos de la destrucción de bosques y otros hábitats, y del descenso más rápido de biodiversidad jamás registrado. No se ha alcanzado ninguno de los 20 objetivos de las metas Aichi del Convenio de las Naciones Unidas sobre la Diversidad Biológica establecidas en 2010. Si queremos revertir esto, el mundo necesitará aumentar el financiamiento global destinado a la conservación y restauración de la biodiversidad de US$120.000 millones al año a entre US$722.000 y US$967.000 millones al año durante los próximos diez años. Las iniciativas globales, como la Coalición de Alta Ambición para la Naturaleza, y una visión integral del valor del capital natural pueden ayudar a encaminarnos hacia esa ruta. Países como Costa Rica, Colombia, Francia y el Reino Unido están liderando el camino.
La incorporación de la biodiversidad en los procesos de toma de decisiones de los gobiernos, o la transversalización, comienza con la planificación. Para llenar este abismo en el financiamiento, debemos incluir soluciones basadas en la naturaleza a lo largo de los procesos gubernamentales. El problema es que el capital natural no se valora adecuadamente en la toma de decisiones públicas y privadas. Como resultado, ocupa un lugar bajo entre las prioridades de inversión. A menudo, la preservación de la naturaleza se percibe como un costo o un lujo. Con unas pocas excepciones, los beneficios de la naturaleza, o los costos asociados a su degradación, no se registran en las cuentas nacionales ni se asignan a un ministerio o sector industrial específico. La medida tradicional del progreso económico, el producto interno bruto (PIB), hace poco para explicar cómo se utiliza la riqueza natural de un país. Sin esta información, la naturaleza no se puede financiar, preservar ni utilizar de manera eficiente.
Los ministerios de finanzas pueden encabezar este esfuerzo determinando, al inicio de los procesos presupuestarios y de toma de decisiones, dónde pueden cruzarse las soluciones basadas en la naturaleza con la gama completa de planes nacionales. Esto requiere desarrollar propuestas de valor que resuenen con los ministerios clave para que los recursos presupuestarios que normalmente no se destinan a la naturaleza se puedan alinear adecuadamente para respaldar logros en tres frentes: la naturaleza, el clima y los medios de vida. También requiere el desarrollo de herramientas concretas para facilitar esta integración. Una toma de decisiones creíble requiere datos creíbles. Esto debería ayudar a que las finanzas públicas sean más eficientes y a aumentar la cuota presupuestaria asignada a las soluciones basadas en la naturaleza.
Necesitamos trabajar juntos para que la economía sea más verde.
En un período de considerables restricciones fiscales, los fondos públicos por sí solos no podrán cubrir la cuenta. Los países deben aprovechar el financiamiento privado reuniendo al creciente número de inversionistas privados que reconocen que la sostenibilidad medioambiental no perjudica, pero puede mejorar, el rendimiento financiero. El interés privado es alto. Los gestores de activos como Blackrock han puesto recientemente a la naturaleza en el centro de sus estrategias de inversión. Para involucrar a estos actores privados, en el BID estamos trabajando con los gobiernos para identificar carteras de inversión y respaldar nuevos instrumentos de financiamiento para atraer capital privado. De hecho, trabajar con el sector privado es uno de los elementos clave contenidos en nuestra Visión 2025, el plan para acelerar la recuperación en América Latina y el Caribe. Por su parte, la naturaleza y la biopreservación son fundamentales para uno de los cinco pilares principales de la Visión 2025: la acción contra el cambio climático. Ninguna recuperación será sostenible si no va acompañada de medidas concretas para combatir el cambio climático.
Los innovadores y emprendedores deben recibir apoyo para crear nuevas empresas y experimentar con nuevos instrumentos. Al mismo tiempo, los actores tradicionales, como los bancos nacionales de desarrollo, las aseguradoras y las instituciones financieras locales, deben tener espacio para asumir nuevos roles y desarrollar nuevos productos financieros.
El BID está apoyando estos esfuerzos a través de su programa Natural Capital Lab (NCL). El NCL es una iniciativa conjunta entre nuestra División de Cambio Climático y Sostenibilidad y BID Lab, nuestra unidad de innovación, y cuenta con €24 millones del gobierno de Francia y £12 millones del Departamento de Medio Ambiente y Asuntos Rurales del Reino Unido. Estamos trabajando para desarrollar productos financieros como instrumentos de propósito especial de bioeconomía y capital de riesgo para invertir en proyectos locales en América Latina y el Caribe. Al mismo tiempo, estamos mapeando oportunidades para incluir la naturaleza en los programas de recuperación del COVID, como en el caso de la Estrategia de Recuperación Azul de Costa Rica, que identificará proyectos que pueden contribuir de manera simultánea a los medios de vida e ingresos y tener impactos significativos en los recursos marinos. El NCL también está apoyando a países como Colombia en su trabajo para incorporar la biodiversidad en la planificación mediante la convocatoria de grupos de interés, la incorporación de expertos en integración en el gobierno y el mapeo de oportunidades de inversión.
El BID también aprobó recientemente una ambiciosa iniciativa para la región amazónica para apoyar su desarrollo sostenible en siete países de América Latina. Se basará en cuatro pilares: bioeconomía; uso de la tierra, silvicultura y ganadería sostenibles; desarrollo del capital humano; y ciudades sostenibles. Finalmente, este año esperamos aprobar un plan de acción para considerar la biodiversidad en los proyectos que financiamos y apoyar a los países en la agenda de transversalización.

Con las políticas, el presupuesto y la inversión adecuados, la naturaleza puede ayudar a lograr una recuperación sólida y próspera en empleo. Podemos mejorar nuestra infraestructura, una necesidad urgente para la región, de una manera que sea amigable con la naturaleza y de acuerdo con las contribuciones determinadas a nivel nacional en virtud del Acuerdo de París y los planes de acción nacionales de biodiversidad. Estamos comprometidos a apoyar a nuestros países a medida que se embarcan en vías de desarrollo sostenible que incorporan la biodiversidad y el capital natural como uno de sus activos.
Esperamos profundizar este trabajo en el contexto de las Conferencias de las Partes sobre el clima y la diversidad biológica que tendrán lugar más adelante en el año.
Publicado originalmente en Forest Lab.
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Invertir en la naturaleza para revertir la crisis de biodiversidad
¿Cómo puede la naturaleza apoyar una recuperación económica verde e inclusiva?
Fotos: Adobe Stock
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