El profesor entra al aula, y el bullicio se convierte en silencio. Reparte las hojas del examen sobre cada pupitre. Va al frente, nos señala el reloj sobre el pizarrón y nos dice con voz firme: “Tienen exactamente 90 minutos para tomar el examen. Empiecen”. Sentimos la presión, respiramos profundo y somos conscientes de que no hay ni un minuto que perder. Ese es el poder de la cuenta regresiva: nos da un sentido de urgencia y enfoque para rendir lo mejor posible en un tiempo limitado. El 20 de noviembre, día mundial de la infancia, es una fecha para recordar que las sociedades también tienen una cuenta regresiva que apremia: invertir en la primera infancia porque los primeros cinco años del ser humano son claves.
Se trata de una etapa donde el cerebro presenta una elasticidad que no se da en ningún otro momento y se desarrollan habilidades fundamentales para el resto de la vida.
Se trata de una ventana de oportunidad única que nos mueve a actuar antes de que sea muy tarde, con miras a ayudar a que los niños y niñas desarrollen habilidades cognitivas y socioemocionales, así como también una buena salud y estado nutricional.
La atención a la primera infancia no puede parar
La inacción y la postergación de acciones clave en pro de la niñez son perjudiciales para la primera infancia, una etapa de la vida en la que cada semana, cada mes y cada año hacen una diferencia en el futuro de los niños y niñas. Es por esto que incluso en un contexto de pandemia, el Fondo de Innovación para el Desarrollo Infantil Temprano (DIT), no frenó las acciones para apoyar a la niñez de la región.
En total, se alcanzó una inversión acumulada de más de 12.6 millones de dólares en 26 proyectos y ha extendido los proyectos a 10 países con temáticas que abarcan desde la mejora de la calidad en la atención en centros infantiles, jardines y servicios de educación inicial, programas para mejorar pautas de crianza a gran escala, la generación de diversos estudios y actividades para fortalecer las redes regionales que apoyan el desarrollo infantil temprano, y la implementación de una respuesta sólida a la pandemia del COVID-19.
Todo esto lo hicimos entendiendo lo trascendental que es invertir en la niñez e integrar a los demás actores como las familias, los cuidadores, los sistemas de atención a la primera infancia y los gobiernos. Entre algunas de las intervenciones implementadas con el apoyo del Fondo se destacan:
- Reuniones grupales y visitas domiciliarias para apoyar a los padres y cuidadores en la crianza.
- Un programa para promover el aprendizaje social y emocional.
- Estudio y acompañamiento psicosocial grupal para proteger y promover el desarrollo de las niñas y niños que han sido afectados por la violencia.
- Corresponsabilidad público-privada en el cuidado en centros infantiles.
- Apoyo a familias de niños cuidados por sus abuelos.
- Modelo de capacitación y mentoría virtual para los cuidadores con tutoría en el hogar y actividades de autoaprendizaje.
- Programas dedicados a mejorar la salud de las madres, padres y bebés desde el embarazo.
- Análisis de la calidad de los servicios de cuidado infantil.
- Escalamiento de programas pedagógicos que incluyen el juego y el arte.
- Evaluación de programas con contenido mediático para el desarrollo cognitivo, socioemocional y físico de los niños cuando los servicios presenciales se encontraban cerrados durante la pandemia.
- Empoderamiento a padres a través de información sobre crianza positiva.
- Uso de la tecnología y las ciencias del comportamiento para promover el desarrollo infantil.
- Creación de un Hub de conocimiento regional sobre desarrollo infantil.
Adaptaciones para asegurar la continuidad: modalidades virtuales e híbridas
A raíz de las medidas de cuarentena adoptadas por la pandemia del COVID-19, varios de los servicios de cuidado infantil, preescolares y programas para padres se detuvieron o modificaron. Esto agravó la falta de atención a los niños y niñas. El impacto fue aún más grande en familias en situación de pobreza en América Latina y el Caribe. A esto se sumaron los efectos en la salud mental, las pérdidas de aprendizaje, el aumento en el riesgo de maltrato y exclusión social, y la falta de ingresos en los hogares, con deficiencias en la alimentación.
En medio de este contexto crítico, varios de los proyectos del Fondo de Innovación para el Desarrollo Infantil Temprano tuvieron que adaptarse rápidamente, con intervenciones remotas e híbridas. En casos como los de las evaluaciones financiadas por el Fondo en Boa Vista (Brasil), Colombia, Jamaica, Haití y Uruguay, se utilizaron llamadas telefónicas, programas de radio, videollamadas, mensajes de texto y WhatsApp, y hasta parlantes en centros comunitarios, para la entrega del servicio de apoyo a la población. En algunos proyectos también se entregaron kits de materiales con manuales y guías para orientar a los padres y cuidadores.
Aunque los impactos se siguen evaluando, sabemos que estas adaptaciones trajeron algunos beneficios, como la atención personalizada a través de la virtualidad, intervenciones y escalabilidad menos costosas que las diseñadas originalmente y en algunos casos, la llegada a lugares de extrema pobreza y de difícil acceso geográfico.
Sin embargo, aún tenemos un camino largo por recorrer. Por ejemplo, necesitamos garantizar el bienestar infantil con programas integrales que se adapten y se centren en la calidad de los servicios y en cerrar las brechas entre niños y niñas que provienen de diferentes contextos y que afectan de manera significativa a los más vulnerables.
También necesitamos atender de manera urgente la prevención de la violencia doméstica y los problemas en la salud mental (tanto de los niños y niñas como de los cuidadores). Por otra parte, es fundamental seguir innovando en modalidades de atención híbridas y en continuar promoviendo la reapertura segura en centros de cuidado y prescolares.
En este Día Mundial de la Infancia, recordemos que los niños son el colectivo que más protección necesita y el más impactado por las crisis. Conscientes de la cuenta regresiva de los cinco primeros años, enfoquémonos en invertir en ellos. Este es un examen que no debemos reprobar.
Desde el Fondo de Innovación para el Desarrollo Infantil Temprano (DIT) con la coordinación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), y el apoyo de la Fundación FEMSA, la Fundación María Cecilia Souto Vidigal, Open Society Foundations, Porticus y la Fundación Bernard van Leer, continuaremos trabajando los próximos años con el firme propósito de innovar para lograr la calidad de los servicios de DIT. Para mantenerte conectado y conocer más de este innovador trabajo, te invitamos a que explores el Hub de Conocimiento en Desarrollo Infantil Temprano donde encontrarás detalles de estos proyectos, recursos e información muy útil en DIT.
¿Conoces otras inversiones en primera infancia en la región? Déjanos un comentario.
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